Nunca dejará de
sorprenderme la actitud de los políticos profesionales. Se reúnen, cada fin de
semana, en sus sedes con el único fin de predicar como si de un púlpito religioso se tratase. No
importa de qué tendencia o idiosincrasia sea, el sistema es el mismo:
descalificar al contrario y meter cizaña entre los ciudadanos. He usado el término ciudadanía deliberadamente pues, podría haber
usado el término personas, pero, en verdad, son pequeños matices que esa élite gobernante nos hace reflexionar, así, yo
me considero una ciudadana tal como lo recoge en sus acepciones el Diccionario de la Real Academia Española,
“la ciudadanía es el conjunto de los
ciudadanos de un pueblo o nación.” No entraré en más matices semánticos del término, pues, si se analizan los
discursos políticos, de toda índole, nuestra condición de ciudadanía se encuentra más
próxima a la categoría lo que sería la chusma que
la de personas. Sí, uso el término
de chusma es el resultado de ver la actitud que mantienen con el electorado después
de haberlo usado y tirado hasta los próximos cuatro años cuando se vuelvan a convocar elecciones. Esa élite que se asienta alrededor de los centros de poder
quienes, a la ciudadanía, nos denigran hasta la obscenidad con despropósitos llenos de cargos y sobrecargos.
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Manifestación de 1916 en la ciudad de Valencia |
Un buen ejemplo lo
constituye el hecho al que hemos asistido
estos últimos días a la reacción ciudadana contra la impunidad política de los
que ejercen el gobierno absolutista. Esta vez ha sido un
barrio obrero de una tranquila ciudad: Burgos. Los vecinos han intentado
resolverlo de la manera más pacífica posible, pero eso no siempre es fácil, cuando
se provoca a los vecinos con ataques y acosos policiales, la reacción defensiva es instantánea.
Se ha demostrado
que la unión del pueblo sí que sirve, que sí tiene valor para parar las
injusticias. Algunos neoliberales tachan de arbitraria la actitud del
vecindario por no aceptar que se cumpliese el programa electoral, pero da la
casualidad que sólo se pretendía cumplira aquello que fue incluido de manera torticera y
ambigua, cuya única intención era la de enriquecer a unos pocos, a costa del
resto de la ciudanía.
Nada es lo que
aparenta y todo es lo que nos concierne pues todo es verídico. Subidas de
impuestos, salarios que vuelven a la añoranza de épocas donde el coste de la
vida era más racional, sinrazones argumentales de justificación de la
oligarquía política, en definitiva, el descontrol provocado por la rapiña.
Por último, he buscado el
término rapiña en el diccionario
de la RAE y su significado es directo y contundente:
Rapiña: robo,
expoliación o saqueo que se ejecuta arrebatando con violencia.
Las preguntas que
me surgen son múltiples ¿quién ejerce la rapiña? ¿Sobre quién la ejerce? ¿Con
qué finalidad se aplica? ¿Por qué se ejerce en desmedida? ¿Quién decide?
Es inevitable
sentir asco y angustia ante estas
noticias. Una última pregunta ¿quién es realmente la persona, el ciudadano y la chusma?