martes, 26 de marzo de 2024

SASHA

 EL JUEGO DEL ESCONDITE

Al pequeño Sasha le gustaba jugar al escondite. Su hermana Olga y él se escondían en los lugares más inverosímiles. Un día, Sasha se escondió en la carbonera y como su hermana no lo encontraba estuvo allí hasta que se durmió del aburrimiento. Fue su madre la que lo encontró cuando fue a buscar algo de carbón para la cocina económica. ¡Qué susto se llevó la pobre mujer! Sasha estaba dormido sobre el hollín. Su madre lo despertó y le dio una buena regañina. El castigo no se hizo esperar. Olga y Sasha fueron castigados a recoger leña, tanta como les fuese posible.
Al principio todo parecía más sencillo, sin embargo, el castigo resultó más duro de lo que imaginaban, pues coincidió con las primeras nevadas que siempre suelen ser las más duras. Como no tenían mucha ropa de abrigo, se les helaban las manos, los pies y hasta la nariz mientras iban en busca de la leña. Sasha, con su un pequeño carrito, amontonaba las ramas que encontraba y Olga las colocaba en la carbonera.
Un día, cuando Sasha se había alejado de la casa con su carrito, escuchó lo que le parecieron unos tiros. Sasha no sabía exactamente lo que eran, pero, a continuación, se oyó un grito y unas voces desconocidas. Corrió hacia la casa, pero se detuvo al ver a un hombre que empuñaba un rifle. Sintió miedo. Sin pensarlo dos veces, dejó el carrito y regresó hacia el interior del bosque. Trepó por uno de los árboles y se escondió tras una gran rama llena de nieve.
Aquel hombre había oído algún ruido. Se dirigió hacia donde se encontraba el carrito.
-Aquí hay otro.- gritó a los otros dos hombres.
Entre los tres, comenzaron a rastrear el bosque. Sasha se apretó a la rama hasta mimetizarse casi con el tronco. Sabía esperar. Lo había aprendido con el juego del escondite. Los tres hombres se cansaron pronto de buscarlo y, entre gruñidos, se alejaron de su casa. Sasha todavía esperó un rato más. No quería encontrárselos. Algo le decía que no eran buena gente. Agudizó el oído y cuando no escuchó nada se decidió a bajarse de la rama. Su carrito estaba allí, con las ramitas que había recogido, pero no se detuvo a recogerlo. Quería llegar a su casa lo antes posible.
La puerta estaba abierta. Se oía un murmullo como un lamento. Era su madre la que lo emitía. Estaba herida, pero permanecía consciente. Con un hilo de voz le dijo:
-Suerte que no te han encontrado, pequeño Sasha. Se han llevado a tu hermana Olga. No debes caer en sus manos. Huye.
El pequeño no entendía nada y, aunque protestó y gimió diciendo que no podía abandonarla así, malherida, obedeció la orden de su madre.
Sasha tomó un trapo en el que envolvió un trozo de pan y de queso como único equipaje.
-Escúchame bien. -le dijo su madre. -Ve a la ciudad y busca a Natasha. Anda por los caminos más solitarios y si escuchas el rumor de alguien que se acerca escóndete. Tú sabes hacerlo muy bien. No te detengas. Puede que ellos regresen y no quiero que te atrapen a ti también.
De nada sirvió que protestase. Su madre fue contundente en la orden. Sasha debía dejar el campo y marchar a la ciudad.


LA CODICIA




 La programación de la televisión convencional es tan pésima que te incita a huir de ella. Ayer, por casualidad, haciendo eso que se solía llamar zaping, en una cadena menor estaban reponiendo un clásico. Se trataba de El halcón maltés. A pesar de que la he visto muchísimas veces volví a verla.

Su trama, montada sobre un argumento histórico falso, te lleva a descubrir hasta dónde es capaz de llegar la codicia humana.
Sam Space demostró seguir en forma para encandilar y atraer con su escaso metro cincuenta. Joel Cairo, el minúsculo matoncillo que ansía el halcón y que sabe que sus fuerzas no le van a permitir tenerlo solo para él, te observa con sus grandes ojos mientras te apunta con su pistola de juguete. En cuanto al gordinflón y su delgaducho guardaespaldas, ambos desean el pájaro por su valor, pero sobre todo lo ansían porque lo que realmente quieren es lo imposible. En cuando a la dama codiciosa, ella busca el dinero, los millones y no le importa nada ni nadie. Ante tanta decisión, me decepciona su pasividad final. El personaje debía haber peleado más por el pájaro y por ella misma también. Pero ya se sabe, quien persiga un sueño puede llevarse la sorpresa de que éste sólo sea real en su imaginación.



OLGA




 ¡La encontré! Sin duda es ella. Estoy casi segura. El parecido la delata. Aunque se oculte el rostro con el ala del sombrero sé que es ella. Natasha Ivanoff estaría muy contenta si pudiese ver la fotografía de su hermana Olga.




PEQUEÑAS HISTORIAS

 


Estoy casi segura de que era en julio, aunque no recuerdo el año. Tendría que consultarlo en el dorso de la fotografía. Mi padre siempre anotaba la fecha, aunque prefiero adivinarla por el entorno. Todavía existían los merenderos. Eran esos locales donde tú te traías la comida hecha de casa y te alquilaban las sillas y las mesas y sólo pagabas las bebidas. Mis padres están en una actitud de complicidad. Parece que conversan, pero, en realidad, están posando para la fotografía que le estábamos haciendo entre mi hermana y yo. Recuerdo esos días llenos de alegría por pensar que el verano era amable. ¡Qué más se podía pedir! El tiempo ha pasado rápido tanto que esta fotografía parece ser una reliquia. Una de esas que pasan anónimas y que, sin embargo, han hecho nuestra particular historia.




MIRAR UNA FOTO

 


Desde siempre me fascinan las fotografías de grupo, sobre todo el instante en el que todos se colocan y se hace el silencio para que el fotógrafo haga el 'clic' . Si miras bien a los fotografiados estos te muestran su verdadera cara. Puedes ver el que sonríe espontáneamente, pero también hay otros que se hacen el interesante. Luego están los que miran a otro lado como queriendo demostrar que no es tan importante el retratarse, sin embargo, tampoco renuncian a estar en primera línea. No obstante, lo importante es salir en la foto y quedar para la posteridad y, con suerte, alguien te puede reconocer.

Se podría escribir tanto sobre cada uno de los que aparecen en la fotografía. Tanto de los conocidos como los anónimos. Por ejemplo, ¿Quién será el que se esconde y sólo muestra su mano sobre el hombro del compañero que mira a la cámara con las manos en el bolsillo del mono?

Fotografía del grupo La Barraca.