sábado, 17 de abril de 2021

LA LIBERTAD DE LOS PÁJAROS

 Siempre me han gustado los pájaros. Quizás su vida sea corta, pero seguro que es tan intensa. Cuando era pequeña paseaba muchísimo con mi padre por la huerta. A él le encantaba explicarme detalles sobre las plantas que veíamos, los árboles y me enseñaba a distinguir el canto de los pájaros para poder apreciarlo. ¡Quién pudiese regresar a esa época y sentir esos momentos de infancia con los ojos de la experiencia de los años!  Puede que sea imposible, pero, al menos nos queda la fantasía para evocarlo a nuestro antojo.


Cuando era pequeña tenía un vecino que criaba pajaritos. Un día, me regaló un gafarrón o verdecillo. Aquel pajarillo era tan pequeño, tan poquita cosa que parecía perderse en la jaulita. Durante un buen rato lo estuve observando para aprender sus movimientos y observar su hermoso plumaje de color verdoso. Tras la intensa observación decidí verlo de cerca. Abrí la puerta de la jaulita e introduje mi manita para cogerlo. Debió de asustarse mucho al ver algo tan grande que se le acercaba peligrosamente. El gafarrón corrió de un lado a otro del espacio hasta encontrar un resquicio por el que poder huir de la posible amenaza que era mi mano. Fue visto y no visto. Salió volando. Me desilusioné porque no pude verlo de cerca. Mi padre me explicó que era mejor escucharlos cantar por la huerta y disfrutar de su alegría de ser libres.

Mi padre no tuvo mucha suerte durante su infancia. Como a todos los de su generación, la maldita guerra les destrozó el futuro, aunque, como muy bien él mismo decía, fue peor la posguerra llena de hambre y miserias. No me contó mucho. Prefería callárselo para sí mismo y ahora siento mucho no haberle tirado de la lengua para que me contase más cosas. Creo que me han faltado muchas facetas de su vida por descubrir y que he necesitado sin saberlo.