jueves, 11 de junio de 2015

EL MISTERIO DEL ANILLO

Si había alguien a quien le gustase crear un misterio a su alrededor y alimentar un mito ese era Enrique Rambal. 
Dicen las personas que lo trataron que no temía a nada y que se crecía ante los problemas cotidianos. ¿Cuáles podrían ser esos problemas? Fue un hombre que vivió por y para el teatro y creo que el principal escollo siempre fue el mismo: el dinero.
Foto promocional de Enrique Rambal García
Comenzó su carrera como actor en una pequeña popular compañía de teatro valenciano dirigida por el actor valenciano Manuel Llorens. En 1910, Llorens, falleció de manera inesperada y la agrupación se quedó desamparada sin su director. La situación era acuciante y la agrupación no se ponía de acuerdo en nada. Estaban casi a punto de desaparecer cuando el más joven de la compañía, un recién llegado, dijo que sería él quien tomase las riendas de la compañía. Hubo discusiones de liderazgo tiras y a flojas hasta que se impuso la voluntad del joven atrevido. Decidido a hacer todo lo necesario por el teatro su voluntad llegó hasta el extremo a casarse con la primera actriz. ¿Matrimonio? Pero si ella era mucho mayor que él y, además, era tan fea y tenía un carácter tan avinagrado que... Bueno, qué importaba ese trámite, pensó el joven Rambal, si tenía lo que necesitaban y era el dinero suficiente para hacer frente a las deudas y también poder comprar vestuario y decorados nuevos.
Y así comenzó la carrera artística de Enrique Rambal, el actor melodramático, que buscaba dinero para sus fastuosos repertorios donde no lo había. Dicen las malas lenguas que vivía del engaño, pero ¿qué esperaban de un actor? Su vida era la farsa ¿o no? 
Detalle del anillo
Os puedo contar una leyenda que había alrededor del anillo que llevaba en esta fotografía. Observarla bien y veréis una piedra preciosa engarzada en el anillo. Rambal decía que era un diamante de los que consiguió en sus viajes a América. Un solitario de oro como signo de la fortuna que consiguió en la escena. Sin embargo, sus espectáculos eran cada vez más caros y el dinero para la puesta en escena, no siempre era suficiente así que , según él mismo contaba, solía empeñarlo en más de una ocasión. ¿Cuántas? No se sabe a ciencia cierta. Podrías pensar que sería sencillo seguir la pista a dicho anillo, pero no es así ya que el astuto actor había encargado una réplica, pero con una piedra de escaso valor de manera que siempre podía lucir el anillo en cualquier acto público y así nadie sabía si se trataba del auténtico o de la copia. 
Ha pasado mucho tiempo y siempre que contemplo esta fotografía pienso ¿Ese día cuál le tocaba lucir el verdadero o el falso? Alimentar la duda favorece el misterio y a su vez la leyenda. La sorpresa y el asombro formaban parte de los espectáculos rambalescos ¿Y por qué no hacerlo con él mismo?

Más información sobre Enrique Rambal en el libro: Enrique Rambal o todo por el teatro
Autora: Francisca Ferrer Gimeno, Número de páginas: 440, Año: 2013, Editorial: Episkenion
ISBN: 978-84-940920-2-2. 

martes, 9 de junio de 2015

EL HOMBRE DE LOS ZAPATOS. FOTOGRAFÍA DE LA CASA INSA


«-Todos mirando a cámara, listos, preparados, ya está.

-        Un momento, por favor, por si sale mal, tomaré otra.»

Seguramente éstas serían las palabras del fotógrafo que inmortalizó, en 1935, a la casa Vestuarios Insa. Datar la fotografía es como dar a conocer parte de la historia de la ciudad de Valencia. En el grupo se identifican, de izquierda a derecha a varias personas relacionadas con el teatro del momento. En la parte izquierda, el hombre bajito que viste traje de chaqueta es uno de los maquinistas de la Compañía Rambal. Debió de ser un trabajador incansable. No conozco su nombre pero aparece en numerosas fotografías de los espectáculos, siempre va vestido con ese traje negro. Le rodea los hombros Miguel Ferres, uno de los propietarios del negocio de disfraces. Junto a él, está una niña de unos escasos catorce años que muestra un modelo expuesto en un maniquí, se trata de la hija del matrimonio Ferres García-Insa y que, en la actualidad, tiene 95 abriles cumplidos.
Si seguimos en el recorrido de rostros de la fotografía, da la espalda a un gran espejo, uno de los hombres fuertes, de aspecto y carácter, que trabajaron para el actor Rambal. Ese hombre vestido con traje pero sin corbata, es Miguel Ibáñez, un actor valenciano que se encargó de todo tipo de personajes en los melodramas del repertorio. Formó parte de todos los elencos rambalescos. 
Seguimos, sentado a la máquina de coser, un hombre enjuto, de mirada venerable, serio y orgulloso de su trabajo, ese era Miguel Insa, propietario del negocio. Regentó el negocio y a pesar de su viudez, nunca se encontró solo, pues con la ayuda de su sobrina, Josefina García, la mujer que viste de blanco y que mira a cámara con cierto escepticismo, se mantuvo la ropería con energía. El resto de personas que aparecen en la fotografía son trabajadoras y trabajadores de la empresa que, también miran, atentamente, al fotógrafo. En sus miradas se lee el deseo de ser inmortalizados en su trabajo. Pero hay alguien que se queda fuera de plano. Está sentado, fumando, con las piernas cruzadas. No parece importarle aparecer con el grupo. Se trata de un hombre al que sólo se le pueden apreciar los zapatos, lustrados, abotinados ¿será Rambal que no quiso salir en la fotografía? Pero ¿Por qué? Él acostumbrado a ser el centro de atención de todas las crónicas y noticias que tuviesen que ver con el teatro debía haber sido el primero en posar en la instantánea ¿Por qué se escondía del objetivo? ¿Cansado? Quizá despreocupado porque sólo se trata de una foto más. Una foto que no iba dirigida a él, sino a la casa Insa. Quería darle el protagonismo a quien se lo merecía de verdad: la Casa Insa. 
Con el paso del tiempo y con un nuevo revelado de la fotografía, se ve al hombre de los zapatos es otro trabajador más de la casa de vestuarios. Rambal fue quien tomó la fotografía que inmortalizó a la casa Insa.


lunes, 1 de junio de 2015

CARTA A UNA AMIGA REENCONTRADA


Estimada amiga,

Hace tantos años que no nos vemos, que no sé por dónde comenzar esta carta.
Podría mentirte y decirte que desde que perdimos el contaco, mi vida ha sido un camino de rosas, pero para qué hacerlo si sabemos que las rosas llevan espinas y más de una se nos ha clavado en el corazón.
También podría contarte que mi vida ha sido un sin fin de sorpresas, tanto amargas como dulces, pero para qué atormentar nuestro reencuentro con viejos recuerdos que nunca nos dicen lo que realmente ha ocurrido a lo largo de este tiempo.
Sólo quiero decirte que me he alegrado mucho de volver a verte. Te confieso que, con el paso del tiempo, casi había olvidado lo importante que era para nosotras la niñez. Esa etapa de la vida que tanto deseamos que pase y que luego, cuando ya se ha evaporado entre los perfumes de otros momentos, descubrimos que era igual o más importante que ninguna de las que hayamos podido vivir. Disfrutamos como si nada tuviese importancia o sí, nunca lo averiguaremos porque no tendremos oportunidad de volver a ser niñas.
El motivo de esta carta es porque cuando nos cruzamos hoy, en la calle, esa calle de nuestra ciudad que tantas veces hemos andado, me costó reconocerte. Sí, confieso que no me habría fijado en ti si no llega a ser por tu aspecto enfermizo, tu gorro rosa y tu bufanda rosa que poco o nada disimulaba tus sesiones de quimioterapia. Sé que me quedé petrificada cuando me llamaste por mi diminutivo, ese nombre que sólo usaba en el colegio y que cariñosamente usan, conmigo, mis buenos amigos. Eras tú, sí, la amiga de la infancia que derrochaba fantasía en historias inverosímiles y que tanto nos gustaba, a todas las niñas, contarnos hasta la saciedad.
Me has comentado que llevas pocas sesiones de quiminoterapia y que no te encuentras muy bien pero que tienes la esperanza de que lo superarás. 
¡Claro que los harás!  Te lo aseguro que lo harás porque la vida es breve pero no nos puede dejar sin sabor que probar o deseo que cumplir.
Querida amiga, estoy segura de que lo superaras porque aún nos quedan muchos mundos que encontrar y muchos continentes por explorar.
Tu amiga que celebra volver a verte.