jueves, 13 de noviembre de 2014

SOBRE LADRONES DE GUANTE BLANCO: RAFFLES VERSUS SHERLOCK.



A finales del siglo XIX, en Gran Bretaña, se impulsaron dos líneas literarias que, casi a la vez, triunfaron. Si bien, ambas eran antagónicas, convergían en una misma línea argumental: los delitos criminales. En la vertiente de la legalidad destacarían los relatos escritos por Arthur Conan Doyle con las aventuras de su detective: Sherlock Holmes, saga que se publicó entre 1881 y 1904. A partir de 1909, en los relatos sobre la ilegalidad, se popularizó la obra del cuñado de Doyle, Ernest William Hornung. Este escritor creó a un elegante ladrón de guante blanco llamado Raffles. Este personaje, en la segunda década del siglo XX, alcanzó tal éxito en España, al contrario que ocurrió en otros países europeos, que llegó a discutirle el protagonismo al famoso personaje del detective Holmes
No voy a entrar en detalles sobre su repercusión en la escena, pues eso ya lo he hecho en otros escritos, sin embargo, sí que creo que es conveniente volver a tenerlos presentes en el momento actual, en pleno siglo XXI.


En primer lugar describiré al personaje más desconocido, aunque no por ello deje de ser curioso, se trata del ladrón de guante blanco: Raffles. Con el paso del tiempo, ha sido olvidado, casi por completo, de la ficción actual. En él se combinan todas las esencias del delito astuto. En primer lugar su semblanza de hombre elegante que, a simple vista, aparenta vivir despreocupadamente de sus grandes rentas.  Juega al criquet y va a todas las fiestas y actos sociales a los que le invitan, no obstante, a pesar de su apariencia acomodada, su vida real es otra. Sobrevive con el robo y la estafa para así poder mantener una posición social completamente fictícia. Raffles no actua solo en sus delitos, tiene un cómplice que el autor, Hornung denominó Bunny. Detrás de un diminutivo burlón se esconde un personaje mediocre y cobarde que sólo será útil, al protagonista, para recibir los primeros golpes de la justicia cuando, en algunas circunstancias delictivas sean descubiertos. Si realizamos un ejercicio mental y los trasladamos, a ambos, a la actualidad, en clave política por supuesto, este estereotipo literario, de Raffles y su fiel colaborador, Bunny, serían reconocibles en muchos de los niveles, políticos y empresariales de la actual sociedad española. No dudarían en estafar, robar, incluso, matar (metafóricamente hablando, claro) si eso les libraba de la ley que les impidiese llevar a cabo sus fines lucrativos. Todo se les perdonaría en la alta sociedad, esa capa social que, en la actualidad, la formarían los altos cargos políticos, los empresarios de éxito, etc. Estos dos bien vestidos y elegantes ladrones, siempre que cumplieren las reglas  que mantienen la actual sociedad en la que vivimos, serían bien recibidos y aceptados como sus legítimos miembros. 
Hoy en día, en los momentos que nos toca vivir, la alta sociedad de nuestro país, esa que pretende distanciarse de las otras capas sociales, ha cambiado bastante, frente a la que describió Hornung a principios del siglo pasado. Estos nuevos poderosos tienen menos modales y esmero, claro está, pero mantienen el mismo distanciamiento del resto de la ciudadanía. Dentro de este grupo sectario se englobarían los políticos y su séquito de asesores encargados de los entresijos del estado. No obstante, tampoco son la real clase dominante. Hay una oligarquía que se esconde detrás de ellos y que mueve los hilos de los que se encuentran en primera línea, dando la cara momentáneamente. Raffles y Bunny serían los que forman parte de esta pequeña gleba que muestra un lado amable y otro amargo según en el momento que se encuentran y dependiendo de las circunstancias. Raffles perfectamente podría ser un malversador, un ladrón que atropella los derechos de todos los ciudadanos. Actuaría escondido y protegido bajo una fina capa de honorabilidad política que, si se examinase con detenimiento, saltaría con facilidad, de manera que dejaría, al descubierto, si verdadera cara. El ladrón de guante blanco, vive de la  estafa, la mendacidad y la extorsión a todos, sin mirar clases, pero eso sí, en la actualidad, este ladrón habría perdido su elegancia y estilo, fruto de los tiempos que corren. Su rostro suele ser el rostro de todos y el de ninguno. Su cara es la de cualquiera y la de nadie. Lo único que importa es su cinismo para moverse impúdicamente por todo el panorama social actual, como si de un escenario dramático se tratase.

Su antagonista nato es Holmes. Quizá se se puede dudar de su posible vuelta a la actualidad también ¡Por supuesto! 
No me refiero a las enésimas versiones cinematográficas y televisivas, sino a las otras formas de rememorar al personaje. Tras la imagen del inteligente y observador detective se esconde el asocial y adicto a todo aquello que parece ser normal. La pregunta natural que surge es, pero ¿hay algún gestor de la ley y del orden que dé muestras de inteligencia y sagacidad para detener la delincuencia de guante blanco? Por supuesto, los hay pero, pro ahora, también han sido apartados, destituidos o defenestrados políticamente en nombre del bien común. 
Por ahora, los poderosso han dejado la vigilancia en manos de unos cuantos que, hoy por hoy, han dado muchas muestras de su ineptitud, pues han permitido la libre acción de la delincuencia de despachos y se han ensuciado con el hollín de la impunidad legal.
He recordado a dos personajes de ficción que triunfaron durante mucho tiempo y que parecen haber creado una escuela inolvidable. Puede que se pregunten porqué hablo de ellos o puede que piensen que era poco oportuno sacarles del olvido. Suya es la conclusión les diría una voz autorizada del panorama que nos toca vivir, yo lo parafraseo y espero sus comentarios.