martes, 31 de diciembre de 2013

DESEOS PARA UN NUEVO AÑO




He buscado una fotografía que resuma este año que hoy termina y resulta casi imposible. Es complicado reducir un año, en este país, donde la corrupción política nos ha llevado al desmantelamiento social. El estado español se encuentra sumido en el caos del neoliberalismo devorador de todo lo público. Mi pequeño país, el valenciano, se encuentra en los últimos alientos del raciocinio económico. Es imposible poner un sólo rostro a todo lo acontecido durante un año de recortes y de despropósitos como el que hemos sufrido. A pesar de todo, estoy segura de que todos hemos tenido buenos momentos y que todos, dentro de nuestros pequeños círculos sociales, hemos tenido motivos para sonreír y reír.
Siempre digo que los pequeños detalles son los que nos permiten seguir a delante y son esos pequeños gestos los que nos salvarán de caer, aunque si caemos, no debemos dudar nunca en volvernos a levantar para conseguir que nuestra aportación nos ayude a mejorar.
Ninotchka (1939)


Os deseo un feliz año lleno de justicia y de armonía donde recuperemos nuestra identidad como pueblo y consigamos vencer la falacia que no nos deja ver la verdad.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

EL PRINCIPIO DEL FIN



Y como cada día 3 de cada mes, hemos vuelto a la plaça de la Mare de Déu de València. Como cada vez se ha vuelto a pedir justicia para las víctimas del accidente de metro de hace más de siete años. Son cuarenta y tres muertos y cuarenta y siete heridos sin ningún responsable. Hemos vuelto y cada vez con más motivos para protestar y con más ganas de que nuestras protestas sean oídas. Hemos vuelto pacíficamente, con aplausos y gritos que manifiestan mucha emoción y dolor. Hemos vuelto a mostrar nuestra rabia sorda ante unos políticos que se ríen de nuestras muestras cívicas de dignidad. Sí, ellos se ríen y, no nos equivoquemos, también lo hacen los que están esperando a que ellos se bajen de su poltrona para ocuparla porque sólo somos para ellos: el populacho que les ayuda a conseguir sus ansias de poder.
Siempre hay más motivos, si cabe, para protestar. Todos los meses se suman más causas. Esta vez se reivindicó la pérdida del canal autonómico audiovisual RTVV, el cual el gobierno autonómico ha cerrado con extrema celeridad. Es verdad que hacía tantos años que no nos servía para informarnos que no nos ha dolido tanto como esperábamos, sin embargo no podemos negar que se trata del principio de un plan bien trazado. La mitad de la deuda que tiene la Comunidad Valenciana, que es astronómica, es ya gestionada por el gobierno central. La incapacidad de la administración local para solucionarla es evidente. Todos hemos asistido impasibles al desmoronamiento de nuestra autonomía. Nadie queda libre de pecado. Entre todos la matamos y ella sola se murió. 
Uno de los manifestantes concentrado en la plaza gritó: Què més els deixarem fer? Esa pregunta tiene múltiples respuestas. Estamos asistiendo al final de nuestra autonomía. Este gobierno, a pasos agigantados, se da toda la prisa del mundo por destruir el sistema autonómico de nuestro país. En su máxima está: España debe de ser ‘Una, grande y libre’. Cuarenta años no pasan porque sí.  Por supuesto, no son los únicos con ese planteamiento de destrucción de las autonomías, hay otro partido político, que se presenta como alternativa gubernamental, que clama por destruir el sistema autonómico como remedio de nuestros males. Analicen los programas que muestran y lean también entre líneas.
No quiero ser agorera pero tampoco quiero caer en el optimismo simplista. Cito el final de una obra magna como es El coronel no tiene quien le escriba de Gabriel García Márquez. A buen entendedor…

"Si el gallo gana -dijo la mujer-. Pero si pierde. No se te ha ocurrido que el gallo
pueda perder.
Es un gallo que no puede perder.
-Pero suponte que pierda.
-Todavía faltan cuarenta y cinco días para empezar a pensar en eso -dijo el coronel.
La mujer se desesperó.
«Y mientras tanto qué comemos», preguntó, y agarró al coronel por el cuello de
franela. Lo sacudió con energía.
-Dime, qué comemos.
El coronel necesitó setenta y cinco años -los setenta y cinco años de su vida, minuto
a minuto- para llegar a ese instante. Se sintió puro, explícito, invencible, en el
momento de responder:
-Mierda."

martes, 12 de noviembre de 2013

SOPA BOBA




Cuando a alguien se le dice que espera la ‘sopa boba’ entendemos que esa persona toma las sobras de otro más poderoso y le permite vivir siempre y cuando cumpla sus premisas y exigencias. Se podría decir que los trabajadores del canal de RadioTelevisió Valenciana han vivido de la sopa boba que les han dejado los dirigentes que les han mantenido en sus puestos. Hace años que muchos valencianos dejamos de ver una televisión partidista , politizada y que informaba mejor del cultivo del calabacín que del día a día que nos interesaba a todos los que vivimos, pensamos y hablamos una cultura común. No obstante, no creo estar capacitada para criticar a aquellos que han buscado tener una estabilidad laboral y mantener a sus familias a costa de tragar sapos y culebras, quién no lo haya hecho en esta vida o crea que no lo va a hacer nunca que dé un paso al frente.
Nadie está libre del pecado de ser paniaguado ni nadie puede ser ético si tiene el estómago vacío, pero a pesar de todo, todos tenemos un límite. El canal autonómico nos había echado de sus ondas por su incompetencia. La abundancia de amiguismos y sectarismos lo han desvirtuado hasta convertido en un coto privado neoliberal. Lo mismo ha ocurrido en otros campos de la cultura y a pesar de saberlo, nosotros los valencianos, tampoco reaccionamos.
El anuncio del cierre definitivamente del canal ha sido la última gota que ha colmado nuestra paciencia. La desesperada reacción de los trabajadores de RTVV ante el cierre del ente nos ha unido a todos en un frente común: Salvar la poca dignidad que nos pueda quedar.

Ya he dicho que el ente informativo ni era plural ni objetivo y se limitaba a repetir las consignas institucionales pero tampoco se va a consentir que lo poco que nos queda nos lo quiten.
Dejar de tomar la sopa boba para tomar otra aunque sea fría y de sabor amargo, arrancada de las manos de la manipulación y del control  institucional es lo que ahora podemos pedir. No quiero ser idealista y sé que el poder del dinero y de la decisión se encuentra en manos de los políticos de turno, por eso lo normal, lo natural, lo lógico sería que se disolviesen esas cortes que no nos representan y se celebrasen unas elecciones, libres de toda coacción.

miércoles, 30 de octubre de 2013

PALABRAS VACÍAS




Estos días se habla de escritores prominentes que, desde su plataforma de la comodidad, enjuician la historia de España sin conocerla en su justa medida. Resulta muy fácil ganarse la voluntad de la ciudadanía con cuatro argumentos, muchas veces, hilvanados entre falsas especulaciones y ardores fatuos de modernidad.
Autómata que representa a María Antonieta
Lamentarse de los posibles errores del pasado es lo más simple que se puede hacer. Lo que realmente importa es evitar caer en las comisuras de los manipuladores que se afanan en atraer la voluntad de todos los que les quieran escuchar. A los gobernantes les interesa una ciudadanía voluble, maleable que pueda ser atraída por todos los polos. No importa el signo del que sea, lo que interesa es poderla arrastrar hacia su voluntad. No importa la tendencia política ni la manera de ver la sociedad, el poder sólo busca su franquicia económica cueste lo que cueste. 
Desde la ignorancia sólo se puede actuar como un autómata al que se le da cuerda o se le controla colocándole una pequeña batería que siempre se tendrá que recargar uniéndola a la fuente principal.
José Saramago
José Saramago lo describió con nitidez en su sabia novela :Ensayo sobre la ceguera. Los que sufren la ceguera quizá sean víctimas y no culpables, pero tienen más delito aquellos que ignoran la realidad y mantienen la ceguera de los demás sin actuar para mantener su estatus y así conservar sus codiciados bienes.
No se puede salir de un pozo si no se intenta escalar sus paredes. Puede que la salida tenga una superficie lisa o demasiado rugosa y  se hieran nuestras manos pero no por ello debemos detenernos y esperar a que alguien, desde fuera, nos lance una cuerda que nos saque de la negritud del vacío. De nada sirven las palabras huecas, de nada sirve la casquería fina de insensibles elocuencias que no nos permiten avanzar y mejorar en todo aquello que se ha errado. No nos podemos quedar parados en la ciénaga de las hermosas frases que se insertan para alagar los oídos de los hambrientos de ideologías. Intentar despertar al rezagado nos puede llevar a un punto de apoyo que elimine esas palabras vacías que nos adormecen.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

LARGA, UNA NOCHE, PUEDE SER

Las palabras vanas de los políticos que nos desgobiernan dicen que los recortes no han afectado a los servicios básicos. Sí, eso dicen.
El lunes tuve que entrar en el servicio de urgencias de un hospital. Nadie acude a ese servicio por el placer de pasar un rato. Ver el sufrimiento como un disfrute morboso o sádico de las desgracias cotidianas ajenas no es uno de los hobbies más gratificantes que pueda tener una ciudadana como yo.
Las siete, las ocho, las nueve… La entrada de enfermos era un goteo continuo. El trajín de enfermeras, auxiliares, médicos era continuo. “Un electro, una analítica, … Hay que seguir el protocolo.”
Las diez, las once… Se oye una vocecita que clama entre los laberínticos pasillos: “Señorita, por favor, aquí hay un enfermo que está vomitando”
Mientras, tú, intentando no inmiscuirte en la necesaria privacidad de cada uno de los arrastran su dolencia, te mantienes en un rincón. Los médicos y enfermeras acuden  a unos y otros entre el caos de la falta de personal, la falta de medios. “Un poco de paciencia señora.” Entra una ambulancia con un accidentado. “En el otro “box” hay un infarto agudo”
Las doce, la una de la madrugada… Uno de los enfermos que esperan, igual que tú, los resultados del protocolo médico comenta: “Aquí entras bien y te pones más enfermo” No, no estabas bien. Estamos en urgencias –digo. El enfermo me contesta: “Hay gente en peor estado que yo.” No puedo evitar recordar a Rosaura y su monólogo ejemplarizante.
Suplico a una de las enfermeras: “Señorita, perdone, señorita. Llevamos más de… ya no sé cuántas horas estamos esperando. Sólo necesitamos saber el resultado de las pruebas y el diagnóstico de un médico…”
Las dos, las tres, tres y media… Se acerca con unos papeles en la mano. Creo que es una médica. No se presenta. “Siento el tremendo retraso que llevamos pero… verá no hay personal suficiente. Antes teníamos a más enfermeras, teníamos un servicio de limpieza fijo pero ahora, ya ve, no se puede limpiar el suelo sucio de orines...”
Estoy cansada, el paciente también: “Sólo necesito que me dé un diagnóstico. Quiero saber qué debo hacer, si me dan una respuesta puede que nos podamos ir y seremos una carga menos.”
Las cuatro, las cinco… Vuelve a repetirme: “Disculpe todo el retraso. No siempre es así aunque, con la falta de personal, somos menos eficaces.”
Y la miseria se adueña de los corredores y de las salas de espera de urgencias de un hospital que acusa la falta de dotación económica para un servicio corriente y fluido, propio de un país que dice ser europeo.
Larga, una noche, puede ser.