martes, 28 de octubre de 2014

VIDOCQ A LA ESPAÑOLA



En el siglo XIX París se vio inmersa en continuos actos delictivos y violencia que superaba a las autoridades del momento. La policía parisina no disponía de bastantes recursos para controlar los robos y asesinatos que se daban. Era tal el cúmulo delitos que se producían que se vio obligada a crear un cuerpo policial específico y nuevo denominado La Sureté. La sede principal estaba en París y la jefatura se ofreció a un delincuente muy conocido de la ciudad: Eugene François Vidocq (1775-1857). Vidocq hasta entonces, había sido
considerado enemigo público, no obstante, las autoridades francesas le otorgaron este poder debido a su profundo conocimiento del hampa y los bajos fondos parisinos. La autoridad francesa creyó que podría controlar  a Vidocq, ya dentro de la ley. Se equivocaron. El astuto ladrón montó una red de confidentes donde introdujo exdelincuentes que sabían moverse muy bien en el mundo del crimen y que además contribuían a favorecerlo. Con el poder que le habían otorgado dio el primer paso para la formación de la primera oficina de detectives privados que actuaba paralelamente a la policía. Muy pronto las autoridades francesas comprendieron que habían cometido un gran error con su nombramiento y lo apartaron de dicho cuerpo, aunque él ya había formado su organización que funcionaba perfectamente paralelamente a la legal. El propio Vidocq fue el que explicó estos orígenes de la policía francesa en algunos de sus libros: Mémoires (1828) y Les Voleurs (1836) entre otros. Sus testimonios sirvieron como una de las principales fuentes de inspiración para los escritores que buscaban nuevas vías tanto en la narrativa como en la escena. La realidad de las calles se convirtió en argumento de los folletines de la prensa y luego en espectáculos de teatro.


Las últimas noticias que se están produciendo en España nos transporta a esos tiempos  decimonónicos castizos que también se reflejaron en nuestra literatura. Estamos en el siglo XXI pero las historias se repiten. Son los políticos quienes, como autoridad competente, confían en esos aduladores de oscuros pasados, así como en pequeños aprendices a escolta que, con sus picardías, consiguen destapar las vergüenzas ajenas con un único fin de satisfacer su propio provecho pues luego pasan a ser, ellos mismos, políticos.

La ciudadanía, sin quererlo, nos sentimos transportados a esos barrios tortuosos, oscuros, mugrientos de antaño, donde sólo podían llevar un cuello de camisa duro y limpio aquellos que se consideraban merecedores de ellos como si fuesen de una clase superior. Los ciudadanos nos sentimos golpeados por el fraude, la malversación de fondos, los desfalcos de cuentas, los robos de los depósitos monetarios, evasión del capital, expolio por una oligarquía que actuaba, hasta hace poco, con total impunidad. Hay unos personajes que se atreven a mirarnos por encima del hombro, al resto de los ciudadanos, por  no formar parte de su mismo círculo, de su mismo club. Esos grotescos personajes, forman círculos viciosos llenos de oscuras operaciones de negocios que se cierran en fiestas a las tres de la tarde, en yates alquilados a precios astronómicos para tan sólo ver un amanecer, en comilonas pagadas con la tarjeta que no declaran. Esos zafios personajes critican y se burlan de los ciudadanos que no pueden llegar a fin de mes, de esos contribuyentes que han perdido su trabajo, sus ahorros en falsos fondos financieros y se ríen en nuestra propia cara conocedores de que sus fechorías serán perdonadas con tan sólo una palmadita al hombro. Su codicia les ha llevado al extremo de desvalijar los bolsillos de los pensionistas, de los jóvenes estudiantes, de las mujeres trabajadoras, sin ningún rubor. Cuando salen a los medios de comunicación excusan su actitud echando la culpa a los funcionarios por tener un trabajo estable y controlado por el fisco, a los jubilados que dicen viven demasiados años y van tanto al médico, en definitiva, que la culpa de que la vaca española se haya quedado en los huesos, sólo la tiene la ciudadanía que no ellos que han tomado posesión de todo como si fuese suyo.

Estos días asistimos a redadas de corruptos desenmascarados, contemplamos registros y controles de esa red de ladrones que nos ninguneaba, hasta hace nada, con total impunidad. El listón de la sorpresa diaria es alto pero no lo suficiente como para llegar a impresionarnos del todo y arrancarnos el mal sabor de boca de ver como sigue desapareciendo nuestra dignidad por un entramado de delincuentes de cuello almidonado.

Los ciudadanos necesitamos más, necesitamos ver que el Vidocq español, ese fantasmagórico ladrón que creó el entramado de la villanía política, caiga junto con sus acólitos. Me pregunto si tardaremos mucho en llegar a verlo o, por el contrario, sólo será un deseo, una ilusión, un espejismo.

miércoles, 22 de octubre de 2014

DE MI VECINA SORDA SOBRE LA SALUD Y LA RAPIÑA


Esta tarde he visitado a mi vecina sorda. Me ha abierto la puerta, tras llamarle a gritos durante unos interminables minutos. Cuando, al fin me ha abierto la puerta, he tenido la tentación de preguntarle si también estaba durmiendo, como siempre me dice, pero no, no he caído en su trampa.
Cuando he entrado en su casa tenía la televisión encendida. Creo que todo el vecindario podía escuchar los improperios que se lanzaban contra la ‘presunta’ ministra de sanidad. Cuánto me sorprendió, lo confieso. Y más al enterarme de qué canal de televisión se trataba.  Lo que hace el miedo. - Pensé-.
-¿Te has enterado de lo que ha ocurrido con ese virus? – Me grita mi vecina. Asiento con la cabeza.
-Es de vergüenza que continúe la ministra que tenemos. Ha demostrado tantas veces que es una inútil.
Creo que mi cara se lo expresaba todo porque ella misma me contestó sin yo haberle formulado la pregunta.
-Sí, ya sé que hace unos meses era yo la que la defendía porque decía que era una buena gestora, pero ahora no. Comprendo que Rajoy quiera premiar su lealtad, pero de ministra de sanidad no que esa no sabe nada de nada.
Sin poder salir de mi asombro le contesto:
-Tiene toda la razón ¿cómo pueden dar el control de la sanidad pública a una persona que no sabe distinguir un 600 o de un Jaguar?
Cuando digo esto la actitud de mi vecina cambia como si mis palabras hubiesen tocado un resorte imperceptible para mí.
-No te confundas, nena. Esa mujer se casó con un ladrón.
En ese instante es cuando comprendo que me he vuelto a meter en un jardín con ella. Imposible, ya estoy de lleno en el tema. No puedo dejar de debatir con ella.
Le digo que no nos valen esas excusas de que ella no sabía, de que no se enteraba. Su silencio y consentimiento forma parte de la rapiña que han demostrado muchos, políticos.
Era un espejismo su crítica hacia la ministra. Me equivoco al pensar que ha cambiado la actitud de mi vecina. Sin casi concesión a mis palabras, cambia de tema y recuerda que hay otro tipo de ladrones como ese tal pequeño Nicolás.
No hay nada como cambiar de tema para despistar la realidad. 'A otra cosa, mariposa'.
Le digo que a veces se usa una excusa para distraer la verdadera atención. Se fijan en un pequeño aprendiz de ladronzuelo, para desviar la atención de la gran cantidad de profesionales que tiene este país. Milagrosamente me escucha. Le sigo diciendo que si el pequeño Nicolás no ha robado más ha sido por su falta de experiencia, que otros llevan muchos años de práctica en consejos de administración, asesorías de bancos, etc.
Se toma unos segundos y me lanza una de sus sabias sentencias:
- Ese muchachito ha querido escalar demasiado rápido. No era su momento. Debía de esperar, como todos hemos hecho. Cada uno tenemos nuestro turno.
Cuando salí de su casa comprendí que había aprendido una nueva lección a través de sus palabras: la rapiña, según mi vecina, no es un defecto, es una virtud que se logra y perfecciona con la edad. La usura y la sordidez política que nos toca vivir hoy en día, sólo son admisibles para unos pocos que ya han perfeccionado la técnica. Según mi vecina sorda, el que quiera formar parte de ese clan, deberá esperar su momento oportuno.




jueves, 16 de octubre de 2014

LA MAGIA DEL TEATRO

La magia del teatro, la magia del teatro, la magia... del teatro.
Puedo hablaros de muchas magias pero sólo lo haré de la que yo experimento en una sala del teatro. Se trata del pequeño instante que transcurre entre los pocos segundos que transcurren para que se inicie la representación. Esos breves e intensos segundos cuando la luz del escenario se atenúa hasta apagarse y con ella los últimos murmullos del público. Es el instante más fugaz y, sin embargo,  esencial para que el espectáculo pueda tener lugar.
Esa emoción fue la que sentí ayer por la noche, en uno de los teatros de ésta maltrecha ciudad. Digo maltrecha porque ha sido abandonada a su suerte en todo lo que concierte a su ciudadanía y, en especial, en a la cultura, en particular en su tan necesaria vida teatral.
Fotografía de un teatro abandonado
Los teatros sobreviven de las sobras. La mayoría de las compañías de todo el territorio español, ya no quieren incluir nuestra ciudad como un destino de sus giras. Los beneficios son ínfimos, todo ayuda a su degradación pero si cabe, el 21 % de IVA impuesto por el actual gobierno, lo remata. Pero vuelvo a la magia del teatro. A pesar de todas las adversidades, los teatros valencianos tienen la suerte de tener soñadores que aún creen que hacer espectáculos es algo imprescindible como el aire que respiramos.
En el escenario se encontraban cuatro experimentados actores. Querían dar lo mejor de ellos mismos. No les importaba que el texto fuese vulgar. No les importaba que el trabajo de dirección brillase por su ausencia. Ellos sólo pretendían actuar lo mejor posible. Suplieron todas las carencias con su profesionalidad y su buen hacer. Lo consiguieron hasta el punto de que supieron disimular la falta de práctica de algunos de los espectadores quienes desconocían que no se debe  interrumpir el trabajo de los actores con carraspeos o fogonazos de sus teléfonos móviles.
El espectáculo continuó y llegó a un falso final que requirió la ayuda del fantasmal regidor para arrancar unos aplausos. Los cuatro actores los esperaban, los cuatro actores los merecían. Su intento por superar a un texto ínfimo se había conseguido por completo. Su profesionalidad merecía nuestro reconocimiento.
Salí de la sala con la sensación de que la magia del teatro no se podía desvanecer en un intento. Debía darle otra oportunidad.
Mañana iré a otro teatro que llenará su sala de entusiastas por reivindicar la cultura, por reafirmar nuestra necesidad de conocer y comprender el teatro como algo vital para nuestra sociedad, para nuestra presente y futura historia.

Valencia, Teatro Talía, octubre de 2014.
Obra: Jugadores.