sábado, 22 de junio de 2019

EL PODER DEL CAMAFEO DE BENITA ANGUINET. 08


Dos fueron los factores para que el teatro se vaciase tan rápidamente; el primordial lo constituyó la desilusión de no poder ver terminado el espectáculo de la maga y el otro el miedo que sintieron los espectadores a verse involucrados en problemas policiales. Con las puertas ya cerradas, en su interior se quedaron en el centro del escenario Tonino, el acróbata, y Benita Anguinet. Marta subió los peldaños que separaban el patio de butacas del escenario. Indecisa se colocó en un lateral, cerca de ellos.  Los tres contemplaron el patio de butacas vacío. Sintieron tristeza.
-¡No pude hacer nada! –Se lamentó la maga.
-¿En serio? –Le preguntó Tonino con un tono que denotaba cierta incredulidad. -¿Nada?
-Nada en absoluto. Me lo arrancó con tal fuerza que me ha provocado un gran arañazo.
Benita señaló un cardenal en su cuello producido por la cinta que sujetaba la joya robada.
-Estoy perdida si cae en manos de quien tú ya sabes. –Gimió. –El gran mago Houdin me lo confió pensando que estaría a salvo conmigo y ahora le he fallado.
La maga se sentó en una de las sillas preparadas para su espectáculo. A pesar de lo apenada que parecía encontrarse por el robo, eso no le impidió que, de vez en cuando, tomase alguno de los pastelitos que había en la bandeja de la gran mesa, y, con habilidad, lo engullía sin casi masticarlo.
-Tenemos que hacer algo. –Dijo el malabarista Tonino. –Seguro que todavía no ha salido de la ciudad.
-¿Y qué podemos hacer? –Gimió Benita. –Ya tiene lo que buscaba. Ahora es más fuerte que nosotros.
-No tanto como ella cree. Nos queda la música. -Puntualizó Tonino.
-Sí, la música sería una solución, pero para eso tendríamos que implicar a Isaac y no creo que quiera, además, puede que ni esté en la ciudad. 
La maga tragó otro de los pastelitos.
-Sí, sí que está. Actúa dentro de dos días en la celebración del centenario de la muerte de Calderón de la Barca. –Le indicó el acróbata que, alborozado, por su propia ocurrencia, no dejaba de saltar como si tuviese una comba invisible.
Marta, asombrada por su actitud, los observaba con discreción. Tanto la maga como Tonino, el acróbata, en esos instantes, se comportaban como si ella fuese invisible. Tuvo la sensación de encontrarse fuera de lugar. Deseaba encontrarse en el archivo o en su casa, pero no sabía cómo hacerlo. Era como si hubiese regresado a un pasado que no le pertenecía. En ese instante tenía la sensación de encontrarse entre seres inventados por su propia imaginación, pero con apariencia de ser reales. No tenía la certeza de nada, sin embargo, algo, en su interior, le decía que lo que estaba sucediendo allí, en aquel teatro, en ese preciso instante, a fecha de mayo de 1881, era real. Se había cometido un robo delante de todos. Ella había sido testigo. En cierta manera, se sentía involucrada con las personas o quizás sólo eran fantasmas, aunque le hablasen. Comenzó a preocuparse porque, en ese momento, ya compartía sus inquietudes al escuchar sus preocupaciones. No se atrevía a intervenir en la conversación porque tampoco sabía muy bien qué decirles, por ello optó por escucharles.
-Voy a llamar a «Diablillo» -Dijo con firmeza la maga Benita.
-¿A ese? Si lo único que hará será incordiar y molestarnos. –Protestó Tonino.
-No, no creas. Seguro que nos viene bien su picardía. –Aseguró Benita que volvía a atacar la bandeja de pastelitos. –Contigo se portó bien ¿no?
Le dirigió la pregunta a Marta que hasta entonces no sabía muy bien qué hacer.
-¿Conmigo? ¿Quién?
-El niño que te ha traído hasta aquí. ¿Te ayudó?
Marta dudó un momento y cuando iba a contestarle la taumaturga gritó:
-¡Mirad!
Señaló hacia uno de los espejos que decoraban el escenario. En la luna de éste comenzó a formarse algo extraño; semejaba ser una pequeña mancha que se iba agrandando por instantes y tomando unas tonalidades raras. Parecía una sustancia viscosa que crecía cambiando de color. Con el aumento de tamaño se perfilaron unas palabras que Benita leyó en voz alta:

«El camino tras él está. 
Corred vuestro destino.
Seguir en...»

-No tiene sentido. -Opinó Tonino sin dejar de dar saltitos.
Benita chasqueó los dedos y, a continuación, dio un salto de la silla donde se encontraba sentada y se colocó delante del fortuito mensaje.
-Es un acertijo. –Afirmó. –Y me imagino quién nos lo envía.
-¡No! ¡No es posible! –Protestó el acróbata con amargura.
-Es a la única que le interesan mis poderes. –Aseveró la maga.
-Sí, pero la habías encerrado en su mundo. ¿Cómo ha logrado escapar?
-No lo sé. Tendremos que averiguarlo.
¿De quién estarían hablando? Pensó Marta. Si perdida se encontraba en aquel ambiente del pasado casi irreal, más todavía lo estaba ahora, cuando los protagonistas de este posible ensueño, hablaban de otros mundos y otras situaciones desconocidas por ella.
La maga comenzó a pasearse por delante del espejo leyendo en voz alta. Repetía las palabras formulando posibles combinaciones:
-Seguid vuestro camino… Corred tras el camino… No, no eso no puede ser. –Se decía a sí misma. –Corred tras el destino… ¡Es posible! –Afirmó como si estuviese dirigiéndose a otra persona imaginaria. –Tras el destino corred… Vuestro camino seguid… -Creo que voy acercándome a la clave.
La maga no dejaba de hacer cábalas con las palabras del mensaje encriptado.
-¿Por qué no haces una prueba con tu varita mágica? –Le recomendó el acróbata.
-No puedo usarla mucho. Debo reservar su energía para lo que nos queda por resolver, pero, tienes razón; sin su ayuda no podré resolverlo.
La maga tomó la varita de fresno y la movió describiendo un círculo. Al instante, un haz de luz brotó  de ella. Impactó sobre las letras de la fantasmagórica nota. Al instante, y como si una mano misteriosa las moviese, éstas comenzaron a cambiar de posición hasta formar el siguiente mensaje:

«Vuestro destino está en seguir el camino. 
Corred tras él.»

 A continuación, la varita se apagó. 
-Esto tiene más lógica. –Murmuró Benita. –Y ahora ya estoy completamente convencida de que se trata de ella.
¿Quién sería ese personaje misterioso que enviaba mensajes crípticos a la maga? –Pensó Marta.
Una vez leído el texto, éste se diluyó y desapareció sin dejar rastro alguno en el espejo.
-Bueno, de nada sirve seguir aquí parados sin hacer nada. –Gritó Benita. 
Volvió a mover su varita y dibujó un círculo con ella sobre el suelo. Murmuró unas palabras ininteligibles y del centro del círculo emergió un gran destello. Poco a poco, la risa juguetona de Diablillo resonó inundando todo el espacio sonoro del escenario. El niño apareció ante nosotros. En su pícara cara se podía ver una expresión de alegría.
-¿Me echabais de menos? –Gritó entre sus risas infantiles.
-No tanto como tú te crees, presuntuoso. –le respondió Benita.
-El jardín es muy aburrido. –Le respondió el niño rascándose una manga.
-Seguro que tú te habrás buscado alguna diversión. -Dijo el acróbata con un mohín de disgusto.
Diablillo hizo una cabriola y se colocó delante de la maga.
-Debo darte las gracias por llamarme ahora, porque de no haberlo hecho me hubiese metido en un lío muy gordo.
-¿Qué has hecho esta vez, Diablillo? –Le preguntó la maga con tono maternal.
-Pues, como me aburría fui a investigar por mi cuenta. –Le respondió el niño que no cesaba de rascarse la manga.
-¿Investigar? ¡Ay! Me temo lo peor. –Le respondió con un enfado fingido.
-Escudriñé por todos los rincones del jardín para ver si había algo nuevo desde mi partida. Parecía que todo estaba igual, salvo que encontré una colmena cerca de casa de Tonino.
-¡La colmena! –Exclamó el acróbata.
-Sí, esa que está cerca de tu casa. –Reiteró Diablillo con una risita pícara mientras continuaba rascándose el brazo. –Lo cierto es que sentí curiosidad por saber que había dentro de ella. Veía a las abejas ir y venir por eso decidí mirar en su interior.  Tomé un palo y golpeé la boca de entrada con la esperanza de que las abejas se asustasen y me dejasen asomarme, pero…
-Imaginamos lo que te ocurrió. –Dijo Benita con una risa que difícilmente lograba contener. –¿Te han picado muchas? –Le preguntó.
-Sólo en el brazo. Tuve que meterme dentro del agua para espantarlas.
Todos rieron al imaginar la escena.
-Pues te has secado muy rápido. –Le siguió interrogando la maga.
-¡A bueno! Estas ropas no son mías. Se las tomé a Tonino de su armario.
-¡Pillastre! –Le gritó el acróbata con un mal fingido enfado. –A ver qué desastre has hecho por mi casa. No se te puede dejar solo.
Diablillo se rio de las quejas del histrión e imitando sus pequeños saltitos dijo:
-No será menor al que ya tenías antes de que yo entrase.
-Venga, menos bromas y vamos a ponernos en marcha que tenemos un problema muy serio. –Intervino la maga. -El camafeo ha sido robado y debemos recuperarlo antes de que pierda toda su energía. Tonino, sal a la calle y busca un coche rápido. Tú, Diablillo, toma todas las pócimas que encuentres en mi camerino. Mira a ver dónde las pones que la última vez me provocaste un desacato. Y tú –señaló a Marta. –Toma las mantillas que hay en ese baúl. No podemos salir a la calle sin nada  en la cabeza.
Todos se pusieron en marcha bajo las órdenes de la taumaturga.
Cuando Marta y la maga salieron del teatro, Tonino ya estaba en la calle, junto a un carruaje esperándoles. La maga Benita Anguinet, colgó su varita de fresno en el cinturón de su vestido,. Tiraba de su mantilla intentando recomponerla para cubrirse  el escote y  los brazos.
-¡Qué torpe soy! –Refunfuñó.
Marta se la arregló. 
-Gracias, querida. Esta moda es muy incómoda, pero no tenemos más remedio que cumplir con ella si no queremos llamar la atención en este siglo. 
Diablillo corrió delante de ellas cargado con una especie de neceser. De un salto, se montó junto al cochero. Tonino les abrió la puerta del carruaje. Con gran cortesía, les ayudó a salvar el alto pescante. Después también subió él. El cochero arrancó casi sin que pudiesen terminar de sentarse.
-Hola Benita ¿a que no esperabas verme tan pronto?
-Cierto, duquesa. -Le respondió Benita. -No pensaba que fuese tan fácil encontrarte.
Quien había saludado de esa manera a la maga era una dama que ya estaba sentada en el interior del carruaje. Tanto Marta como Tonino la miraron con asombro, sin embargo, Benita, no pareció inmutarse ante su inesperada aparición.
Ella contempló la cara de sorpresa de éstos y con un tono irónico dijo:
-No, no os asustéis. No he regresado del mundo de los muertos. -Bromeó la misteriosa dama.