martes, 30 de septiembre de 2014

LOS MARQUESES DE LA POUBELLE






Cuando mi familia y yo nos mudamos a esta calle nos presentamos  al nuevo vecindario. Es una norma social que parece perderse con el paso del tiempo. Ya no digo que ocurra como en las películas americanas donde, los vecinos, en señal de bienvenida, te regalan una cesta de frutas o un plato de bizcochos recién horneados, pero creo que es obvio que se tenga la amabilidad de darte a conocer y hacer que te conozcan los que van a compartir calle, acera y contenedor de la basura. Lo cierto es que cuando conocí a los marqueses la sorpresa fue siempre triple, ese número, el tres, parecía ser lo único destacado de la calle y ellos eran la culminación triplicada. 
Sí, es cierto. En mi calle todo lo tenemos triple. Tenemos tres Jesús, tres Marías y tres Josés y, por supuesto, tres Amparos con sus correspondientes Vicentes. También tenemos dos Víctors y una Victoria, que para el caso, es como si fuese un triplicado de no se sabe qué copia. Todo es triple hasta el punto de poder decir que se ha rizado el rizo con unas trillizas casadas con tres hermanos. En realidad, en mi calle sólo vive una de las trillizas y uno de los hermanos, los otros vienen de visita muy de vez en cuando. La situación se define entre lo grotesco y lo esperpéntico, porque los parentescos se triplican hasta valores kafkianos. Su apellido Combrío parece celebrar la iniciativa de triplicar todas las situaciones que, por sencillas que puedan parecer, son siempre múltiples y, cómo no, cómicas. La primera vez que las vi a las tres hermanas juntas, vi tres caras repetidas. Todas eran idénticas. Semejantes en las expresiones, en los movimientos, en la forma de hablar. Con el tiempo he comenzado a distinguirlas en algunos detalles, no obstante, hay algo que las caracteriza en su forma de hablar y es que pueden pasar de la bendición a la maldición en medio segundo. Me explico. Es muy normal, mientras conversas con una de las trillizas, que para demostrar que algo es dulce, agradable y bonito, aderecen la frase que lo indica con la expresión: 'Ay Virgen María Auxiliadora' y a continuación la coronen con un sonoro 'joder' que puede ser acompañado, casi al instante, con su conjugación en pretérito perfecto, en la primera persona del plural: 'nos ha jodido'. Cuando se escucha esta combinación te suele sorprender, pues no sabes si ha sido la virgen misma la causante de tal acción o el receptor de la conversación  quien ha consumado el acto.


Al principio de mi relato he dicho que mis vecinos eran marqueses, como podréis imaginar, ostentan ese título por la gracia que yo les he otorgado. El motivo de ese nombramiento se debe a que descubrí que su principal distracción era controlar el uso del contenedor de la basura. Qué mejor que refrendarles con el marquesado del inventor de tal artilugio: El marqués de la Poubelle donó con dignidad su nombre a las sociedades venideras y yo, benévola que soy, les he concedido el marquesado de la Poubelle, en honor a unos de sus favoritos pasatiempos: controlar el uso y desuso de esos controvertidos utensilios. Parece ser que en mi calle sólo pueden tener una finalidad: distraer a los que disfrutan de la profesión de rentista. Extraña profesión que yo desconocía que existiese hasta que llegué a hablar directamente con uno. Cuando fuimos presentados, el marqués es lo primero que me dijo: Soy rentista. Me dedico a vivir de mis rentas. Loable profesión que, dado los años que nos ha tocado vivir, parece ir en retroceso.
A pesar de que el número sagrado de la familia es tres, sólo tuvieron una hija, 'una y es divina' me dijo la madre. Ya se sabe que las madres todo lo ven bajo muchos prismas que el resto de los mortales desconocemos. La muchacha en cuestión, no podía relacionarse con todos ni ser novia de cualquiera, por eso, viendo que su edad casadera avanzaba y no conseguía una divinidad como novio y futuro esposo, salió ella en busca del agraciado. No tardó mucho y encontró a su media naranja en el joven de la dinastía de los Lodazal de la Palma, rancio y egregio apellido que en nuestras tierras levantinas fijó, brilló y dio esplendor a los pasados años dictatoriales como Dios manda. Sólo había un pequeño problema, era el segundo en orden, pues el novio lucía un gracioso García de primero. No importa, cada vez que mi vecina, la trilliza marquesa, habla de su yerno tuerce la boca para decir: es una familia tan distinguida la de Lodazal de la Palma. Mi hija ha tenido mucha suerte de emparentar con ellos. 
A continuación cuenta las virtudes de la parentela de su yerno. 
-Como a mí me duelen tanto los huesos mi yerno que tiene un primo médico muy bueno, me ha llevado a su consulta y me ha inyectado una medicina que cada dosis vale cien euros. En cada rodilla llevo cien euros y lo debo de repetir una vez al mes. Figúrese el pastón.
Le repite una y otra vez a mi pobre madre que incrédula se pregunta si lo que le inyectan en las extremidades es algún antiinflamatorio o, por el contrario, el equivalente destilado en su importe. Puede que le haga más efecto saber qué cuesta que qué ingredientes contiene realmente. Le indico a mi madre.
La crisis no perdona y prueba de ello está en que mi vecino, el marqués, ha dejado de comprar el periódico, por ahorrar gastos, de tomar café en el bar de la esquina, porque es una tontería ir allí, y ya ni compra jamón serrano, porque para qué quieres comer un producto que viene directamente de un marrano. No obstante, su afición a controlar el contenedor de la basura no ha cesado. Cada vez que escucha levantar la tapa asoma su cara por la ventana o sale directamente para observar cómo haces la operación de deshacerte de todo aquello que no usas o te resulta inútil. Más de una vez creo que prefiere ver el movimiento de la tapa de éste a cualquier programa de televisión porqué para lo que hay que ver, basura hay en todos los lados ¿no?