sábado, 20 de diciembre de 2014

SOBRE MONTALBANO

Ayer hablé con un buen amigo y me confesó que para él uno de los mejores momentos de la semana es cuando llega el sábado y, por fin, se puede sentar delante del televisor para disfrutar de la serie: El comisario Montalbano. Me decía que le seduce su simplicidad. Los personajes, histriónicos y, a la vez, reales. Se siente tan inmerso en el relato, hasta el punto de sentir apetito cuando los personajes se sientan a la mesa a comer aquellos fabulosos platos de pescado. Mi amigo me confesaba que la proximidad de esos personajes es tan real que se creía cuando decían sentir frío, cuando se preocupaban por la familia e incluso cuando se regañaban para demostrarse que se apreciaban. Quise romperle un poco el fervor que mostraba y le hice unas cuantas críticas sobre que los episodios, pues algunos están a mitad de elaborar y con varias carencias, como si les hubiese faltado dinero para rodar todo lo que indicaba el guion. Inmediatamente, mi amigo me atajó con estas palabras que me dejaron sin derecho a réplica: 
"¿Qué quieres? Son mediterráneos, como nosotros. Lo mejor de todo es improvisar y demostrar que con pocos medios se puede hacer una historia creíble y divertida."
Tuve que darle la razón, pues lo ideal sería que la televisión te permitiese sentarte a la mesa, junto al comisario y su invitado de turno, para así, con ellos, poder degustar un de esos sabrosos platos que saborean mirando ese maravilloso mar que nos invita a la tranquilidad.
Las novelas de Andrea Camilleri son magníficas, pero el placer de ver ese mar tan rebelde, donde el comisario Montalbano se esconde de sus problemas no tiene precio. 
Como mejor complemento de la serie se podría decir que es su banda sonora. Una música deconstruida, un tango que te atrapa junto a un mar siempre seductor.
 http://www.youtube.com/watch?v=b05erDdXimI

SOBRE LA ACTUALIDAD: BORRAR LA MEMORIA


La Cadena Ser ha dado publicidad a la noticia al acuerdo que se pactó, este verano de 2014, entre Francia y Estados Unidos. Se anunciaba que el país galo 'compensará' a las víctimas del Holocausto nazi, residentes en los Estados Unidos, con la nada despreciable cifra de 60 millones de dólares. En mi opinión creo que esta indemnización llega tarde y mal, casi se podría calificar como una especie de soborno. Creo que es tarde porque hasta 2011 el gobierno francés no reconoció su parte de culpa por haber permitido el tránsito de prisioneros hacia los campos de concentración nazis. Creo que mal porque la resistencia francesa también actuó en las líneas de ferrocarriles siempre que pudo para impedir ese tránsito y con este escaso acto, quedan excluidas del merecido reconocimiento. A modo de soborno porque, en realidad, lo que pretende, el gobierno galo, es conseguir el suculento contrato del tren de alta velocidad norteamericano, se enmascara una operación comercial con la vitola de la restauración moral.
Me pregunto con cuánto tendrían que indemnizar a los españoles los países que permitieron que entre 1936 y 1939 tuviese lugar una guerra fratricida, contra un gobierno legítimo como el que se había instaurado en España en este momento. Me sigo preguntando cuánto dinero tendrían que aportar, los gobiernos europeos para restablecer las familias fracturadas por la miseria de la guerra, separadas por la injusticia, por el odio y el rencor acumulado. Me pregunto cuánto tendrán que aportar todos los que así callan y vuelven la mirada para no asumir su parte de culpa.

http://www.wunitv.com/…/francia-firma-acuerdo-con-eeuu-par…/

SOBRE LA ACTUALIDAD: LEY MORDAZA

Ayer, ya era tarde cuando encendí el televisor, en la televisión oficial, increíblemente apareció la imagen del Congreso de los Diputados. En ese momento comentaban la noticia, al mismo tiempo que mostraban imágenes de que el grupo parlamentario de Izquierda Unida, había protestado silenciosamente por la ley que se iba a aprobar. Su queja sería aplastada por la mayoría aplastante que aún impera en la cámara baja. Un símbolo, una imagen, a veces hace más que una frase gastada.
La censura actual televisiva pareció ceder ante ese símbolo. A continuación, los ciudadanos que asistían a la sesión, en la tribuna superior de invitados, se arrancaron a cantar unas estrofas del musical de moda: Los miserables. Por supuesto y casi automáticamente, los desalojaron. Pensé ¿qué canción se hubiese cantado en otro momento de nuestra historia? Tres títulos acudieron a mi memoria: Canto a la libertad de Amadeo Vives, La Marsellesa y el coro de los esclavos hebreos de Verdi. Seguí pensando y podría añadirse muchas más pero no por ello dejan de ser sólo un símbolo que permite demostrar el descontento generalizado de todos.
No es la canción que se tome como referencia sino la actitud que tiene este gobierno para y contra la ciudadanía. Aprobar una nueva ley con tanta rapidez y contra el derecho a manifestarse, a expresarse, es lo suficientemente cruel cómo reaccionar y demostrar nuestro descontento y desánimo ante tanta imposición. El resultado de todo esto se reflejará, creo en las urnas.

CUENTOS BREVES DE INVIERNO: MILAGROS

Cuando era pequeña, en la calle perpendicular a la mía, vivía una mujer mayor llamada Milagros. Todos los inviernos, salía a la calle, cuando hacía solecito, a encender su 'conca' de carbón. Como siempre he sido una niña curiosa miraba, con los ojos muy abiertos, las operaciones que hacía mi vecina con aquel artefacto. Abanicaba un poco aquellos trozos negros que con un atizador apretaba constantemente hasta hacerles salir chispas que saltaban de brasa en brasa. La fascinación por el fuego, por la vivacidad de ese material vivo intocable, me dejaba parada delante de ella y de la conca durante minutos interminables. Aquella mujer me sonría por mi ingenuidad y curiosidad. El calor surgía de la nada para volver a ella en esos días soleados del invierno frío. Era fascinante descubrir que podía cambiar de color y convertirse en algo intocable, lleno de calor.
La memoria nos hace volver al pasado una y otra vez, de manera insistente, para hacernos recuperar aquello que no parecía tener mucha importancia, en un principio, pero que nos forjó un carácter, una manera de ver la vida.