El
teatro se quedó a oscuras. Durante unos segundos hubo algún que otro sobresalto
entre el público. El resplandor de una tenue luz apareció por debajo del telón.
Captó la atención de los espectadores. Cada vez era más intensa. Esa luz rojiza
se filtraba por los bajos de las cortinas y las tablas del escenario. De
pronto, se encendió un foco. Proyectó una redonda y amarilla iluminación sobre
el telón que, por fin, se descorrió. Aquella claridad permitió contemplar unos
decorados desplegados que representaban el interior de una entidad bancaria. Al
instante, otro foco se encendió e iluminó las tablas del escenario. Resonó una
trampilla que se abría con estrépito. El público soltó una unísona exclamación
de sorpresa. La luz mostró el escotillón que se abría. Apareció una mano. Por
el tamaño de ésta se podía deducir que se trataba de una mujer. A continuación,
asomó la otra. Ambas se apoyaron en el borde de la trampilla y se produjo la
lenta ascensión de la actriz que mostró su cabeza, sus hombros y así, poco a
poco y lentamente, subió hasta quedarse a un peldaño del escenario. Vestía un
vestido negro, medias y zapatos del mismo color. Saltó desde la trampa y se
quedó mirando al público. Extendió los brazos y, como si se encontrase sumida
en un sueño hipnótico, dio unos pasos regulares hasta situarse en el centro del
escenario. Giró sobre su propio eje hasta dar la espalda al público. Se dirigió
hacia uno de los telones que representaba la puerta de una gran caja fuerte de
banco. A continuación, por el escotillón, apareció un hombre que llevaba
sombrero. Vestía un elegante traje de chaqueta con corbata. Emergió de aquel
agujero, al igual que lo había hecho la actriz, poco a poco, hasta poder saltar
al escenario. Se ajustó el sombrero antes de hablarle a la mujer. La actriz
permanecía de espaldas al público.
-¿Harás
todo aquello que te ordene? –Le dijo con voz potente.
-Sí,
mi amo. –Respondió ella con un tono de voz sumiso que mostraba encontrarse bajo
el influjo de un estado hipnótico.
A
través del escotillón, surgió otro actor que debía de ser el ayudante de la
banda de ladrones. El escenario se iluminó del todo.
-¡Abre
la caja! –Le ordenó el hombre del sombrero. –Quiero que lo hagas con rapidez y
sólo para mí.
La
actriz movió las manos como si estuviese manejando una rueda.
-¡Date
prisa! –le ordenó el hombre que no dejaba de pasear, de un lado a otro del
escenario, de forma inquieta.
El
otro ladrón se había apostado junto a un baúl, en uno de los extremos del
escenario, a la espera de alguna orden del jefe.
-Ya
está abierta, amo. –Dijo la actriz volviéndose hacia el hombre del sombrero.
-¡Bien!
¡Venga! Recoge todos los billetes y diamantes. Mételo en ese baúl –Le gritó al
otro secuaz.
Y
en ese instante, las luces del patio de butacas se encendieron. Por el pasillo
central entró Darqués, pistola en mano, seguido de Edelmiro Bartha y Miguel
Báñez también armados. Los tres también vestían traje de chaqueta con sombrero.
-¡Alto
en nombre de la ley! –Gritó Darqués que disparó al aire antes de lograr subir
al escenario.
Se
escucharon gritos de espanto entre el público.
El
ladrón del sombrero tomó a la chica como escudo y apuntándole con una pistola
gritó:
-Si
no quieres ver morir a tu hija déjame escapar.
-Está
bien. –Dijo Darqués que le mostró la pistola y, sujetándola entre dos dedos,
hizo mención de dejarla sobre el suelo. –No le hagas daño; te lo pido por favor.
El
ladrón retrocedía hacia uno de los laterales del teatro mientras arrastraba a
la chica para protegerse de cualquier disparo.
-Al
principio pensé que nos habías reconocido, pero luego me di cuenta de que no
sabías que se trataba de tu propia hija. –El bandido soltó una carcajada
siniestra. –El poder de mi obra le ha cambiado el aspecto a tu niña hasta
hacerla irreconocible para su propio padre.
-Te
equivocas, McLujan –le contestó Darqués. –Nada ni nadie podría borrar la mirada
dulce de mi hija. Sabes que llevo muchos años buscándola, pero nunca olvidaré
ni confundiré su rostro por muy cambiado que se encuentre.
Mientras
hablaba, una mano misteriosa había atrapado al otro ladrón que se encontraba en
el lateral. Éste desapareció de escena sin que el cabecilla se diese cuenta.
Además, Báñez y Bartha, se desplazaban con sigilo por los laterales y, de esta
manera, lograron alcanzar al delincuente por detrás aprovechando la distracción
al hablar con Darqués. Fue Bartha el que le asestó un golpe por la espalda para
arrebatarle la pistola.
El
desenlace del melodrama policíaco fue uno de los actos más aplaudidos por el
público. Cuando terminó la obra, la compañía no cesaba de salir al escenario a
saludar. En una de las salidas, el director, hizo un gesto al público para que
cesasen los aplausos, con la intención de pronunciar unas palabras de
agradecimiento.
-Estimado
público, a toda la compañía nos congratula ver vuestras muestras de cariño a
través de estos calurosos aplausos. El mérito no es sólo nuestro, pues esta
magnífica obra, escrita por Carlos Allen Pérkins titulada, La muñeca
trágica,es una verdadera joya del género melodramático policial. Y debido a
la calurosa acogida que estamos recibiendo de todos ustedes, tanto la dirección
de este teatro como nosotros, hemos decidido que ésta no sea la última función
y que permanezca en cartel unos días más.
-¡Bravo!
–Gritó alguien entre el público.
Los
aplausos volvieron a resonar con más fuerza; Darqués, volvió a pedir silencio
con otro gesto de sus manos para poder proseguir con su improvisado discurso.
-Estas
representaciones se han podido llevar a cabo gracias a la inestimable ayuda que
la compañía Fenollar nos ofrece estos días. Sin su colaboración nos habríamos
visto obligados a suspender las funciones. Ya saben que la epidemia de gripe,
que azota a la ciudad de Valencia, también ha afectado a nuestra compañía; no
teníamos bastantes actores para la representación. Pido un aplauso para el
señor Fenollar que tan fabulosamente ha interpretado el papel del malvado
ladrón McLujan.
Los
aplausos resonaron otra vez, pero, el público suele confundir al malvado de
ficción con el actor que lo encarna y eso se nota porque no aplaude, con tanto
entusiasmo, como con los personajes buenos.
A
mí me había encantado la obra. Andreu y Librada también coincidieron conmigo.
Cuando el teatro se quedó vacío comenzamos nuestro trabajo de limpiar y ordenar
las butacas. El escotillón del escenario se había quedado medio abierto.
Subimos con la intención de cerrar la trampilla para evitar algún que otro
tropiezo. Librada se asomó al escotillón. Dio un salto al interior y, a
continuación, surgió imitando a la actriz sonámbula. Tanto Andreu como yo le
seguimos en el juego. Intentamos interpretar la escena de la detención de los
ladrones. Un estrépito de puertas que se abrían y cerraban nos detuvo en
nuestro juego. Al mismo tiempo, una mano asomó por la concha del apuntador. Con
un gesto nos indicó que nos acercásemos hasta allí. Se trataba de Natasha, la
duquesa Ivanoff, que, sin hablar, nos introdujo en el interior de la concha del
apuntador junto a ella. La
rusa se puso el dedo sobre los labios pidiéndonos silencio. Los cuatro nos
apretujamos en aquel pequeño espacio. Las voces se acercaban.
-Yo
de ti meto más ruido ¡idiota! –gritó Aurelio Retalls.
Andreu
se echó a temblar. Reconoció su potente voz aguardentosa. La tenía metida en la
cabeza desde aquella noche en la puerta del teatro Principal. Se asustaba sólo
con escuchar su nombre.
-Ginés,
eres un zoquete. No entiendes lo que quiere decir la palabra discreción. Anda
dime dónde has guardado el fardo.
Natasha
le tapó la boca a Andreu para que no gritase por el pánico. Nos apretujamos más
entre las penumbras de la estrecha cavidad. Los dos bandidos subieron al
escenario. Ginés Olí fue directo al baúl que había entre los muebles del
decorado y lo abrió.
-Jijiji,
las cosas hay que dejarlas a la vista para que nadie las encuentre, jijiji.
–Dijo con una risa falsa. –Si la policía buscase la droga aquí seguro que éste
sería el último lugar donde lo haría.
-Anda,
toma el fardo y vámonos –Gruño Aurelio Retalls.
En
ese instante, se escucharon voces que procedían de uno de los palcos del
teatro. Los dos ladrones se escondieron entre los telones.
-¡Buena
la hemos hecho! Ahora dices que Pepita también está con fiebre y que no podrá
salir al escenario. ¿Y qué hacemos ahora? Ya se ha anunciado que habrá más
funciones.
El
que hablaba tan acaloradamente era Edelmiro Bartha que conversaba con el actor
Fenollar en uno de los palcos. El otro actor no dejaba de toser.
-Tú
tampoco estás muy bien. Me parece que tendremos que suspender la función por
falta de artistas. ¡Buena la hemos hecho! –Repitió. –El empresario nos va a
sacar los pocos cuartos que nos quedan. Anda, vamos a los camerinos y te daré
una infusión de tomillo que te pondrá la garganta mejor.
Ambos
salieron de aquel palco. El bandido Retalls y su lugarteniente Olí aprovecharon
ese instante para salir de los telones.
Ambos
se dirigieron hacia el baúl con la intención de sacar el fardo de cocaína, pero
un gran estruendo en la calle, gritos y disparos les detuvo otra vez.
-Déjalo
donde está. –Le conminó Aurelio Retalls a su secuaz. –No podemos salir con un
fardo sospechoso si hay policía en la calle. Volveremos en otro momento.
Los
dos ladrones saltaron al pasillo como si fuesen dos felinos y desaparecieron
por la entrada principal del teatro.
Soltamos
un suspiro de alivio los cuatro al escuchar cómo se cerraba la puerta. La
duquesa Ivanoff, entonces, nos contó el motivo por el que se encontraba allí.
Casualmente había visto a los ladrones merodear por el callejón del teatro y
discretamente les había seguido para ver qué pretendían. Les escuchó hablar de
entrar en el teatro y, sin dudarlo, se adelantó para poder sorprenderles, sin
embargo, cuando entró y nos vio jugando en el escenario, pensó que era
peligroso para todos nosotros pues sabía que Retalls no tenía escrúpulos de
ningún tipo. Tomó una decisión rápida. Se escondió en la concha del apuntador y
nos llamó antes de que nos pudiera ver el malvado bandido.
Mientras
nos lo contaba volvimos a escuchar voces, pero éstas eran conocidas.
-Y
ahora ¿qué hacemos? En taquilla me han dicho que ya se han vendido más de la
mitad de las entradas de mañana. Yo no sé si podremos afrontar un desastre
económico tan importante. –Se lamentaba Bartha que apareció por uno de los
laterales del patio de butacas acompañado por el director Darqués.
-Ya
verás cómo hay una buena solución para todo, Barthita. –Le contestó con tono
lacónico.
-Pero
es que Pepita está también en la cama con fiebre y ahora sí que no tenemos
recambio para su papel. Carmen y Carlota están enfermas y las actrices de la
compañía de Fenollar están que no se tienen en pie. ¿Qué hacemos? Como no me
vista yo de mujer no tenemos ninguna actriz a mano.
-No
hace falta que llegues a ese extremo, querido.
Ambos
miraron a Natasha que salió a su encuentro con el natural desparpajo que le
caracterizaba.
-Yo
puedo ser la solución a vuestro problema.
Lo
dijo con ese gracioso acento eslavo que le hacía arrastrar alguna de las erres
y que le daba una peculiar sonoridad a su forma de hablar.
Bartha
sonrió y acercándose hasta ella, le tomó la mano, se la besó, y le dijo con
tono cariñoso.
-Mi
querida Natasha, tú no tienes experiencia escénica. Nunca has salido al
escenario. No sabes lo que es enfrentarse a los espectadores que igual te
alaban como te insultan en menos de unos segundos.
La
duquesa tomó las manos de Bartha entre las suyas y mirándole a los ojos le
respondió:
-Te
asombrarías si supieras cuántas cosas he hecho en esta vida peores que las de
estar sobre un escenario.
Le
dio un beso en los labios y, a continuación, desasiéndose de él se dirigió al
director Darqués para preguntarle cuál era su papel y qué frases debía decir.
-Muchas
gracias, Natasha. Eres un ángel. No sólo me has cuidado cuando se me quemó la
pierna, sino que también nos ayudas a todos cuando estamos en un atolladero.
–Le tomó la mano y también se la besó.
-Venga,
Bartha, no te quedes ahí quieto que tenemos muchos ensayos que hacer para la
función de mañana. Y vosotros tres. –Dijo el director. –Andreu, Librada y
Batiste, id buscando los programas impresos que quedan en los camerinos y
repartidlos por la ciudad para que mañana el teatro se encuentre a rebosar de
público.
No
sé cuántas horas estarían ensayando, pero cuando regresamos al teatro todos se
encontraban sentados sobre el suelo con aspecto de agotados. Bartha era el
único que permanecía erguido.
-Esto
no puede salir bien. Ya verás como el contable Gumersindo nos viene reclamando
las cuentas y nos vamos a ver en un gran lío.
Tuve
la sensación de que ese pesimismo, tan poco habitual en Bartha, lo había
mantenido durante toda la tarde, mientras ensayaban, pues nadie le prestó
atención a sus malos augurios.
-Anda,
deja de rezongar y vamos a comer algo que estamos todos muertos de hambre y
cansancio. –Le ordenó el director.
Nos
sentamos en la mesa junto con los pocos actores y maquinistas que se habían
escapado de la famosa epidemia de gripe. Sorprendentemente, ni Andreu ni
Librada ni yo, que teníamos el aspecto más enclenque y poco saludable de todos
los miembros de la compañía, no habíamos contraído esa peligrosa enfermedad. La
mayoría de los maquinistas se encontraban enfermos. Como alguien debía manejar
los telones el director pensó que nosotros tres podríamos hacerlo. En realidad,
en aquella obra, se utilizaban pocos por lo que todos pensaron que sería una
tarea sencilla para unos novatos como lo éramos nosotros. Bartha, que
intervenía sólo en la parte final como ayudante del detective, sería el
encargado de supervisar todos nuestros movimientos. Después de la
comida, nos hizo ir al escenario para practicar en el manejo de las cuerdas de
subir y bajar los telones. Mientras nos lo explicaba dirigí mi mirada hacia el
baúl donde sabía que Aurelio Retalls y su secuaz, Ginés Olí, guardaban el fardo
de la cocaína. Con disimulo, lo abrí para comprobar su interior. Me eché a
temblar cuando vi que dentro no había nada. Allí no había entrado nadie excepto
nosotros y unos pocos actores. ¿Habrían vuelto los ladrones y no lo sabíamos?
Creo que me puse muy pálido, porque Bartha, que siempre estaba pendiente de
todo, paró sus explicaciones y me dijo:
-¿Te
encuentras mal, Batiste? Tienes mala cara.
-No,
en absoluto. Estoy perfectamente. –Mentí.
Mientras
tanto, Natasha se movía por el escenario como si pretendiera contar la longitud
de éste a pasos. Bartha la miró y le sonrió con ternura. Ella le correspondió
con un guiño de complicidad.
-Ya
verás como todo sale bien.
El
teatro comenzó a llenarse de gente. Poco a poco se fueron ocupando las
localidades. El murmullo de los que se sentaban y acomodaban en las butacas
mejoró el ánimo de todos los que teníamos que intervenir en la obra.
Casi
era la hora de iniciar la representación y ya se estaban apagando las luces
cuando, entre los espectadores, asomaron Aurelio Retalls y su compinche Ginés
Olí. Un escalofrío recorrió mi nuca. ¿Cómo se atrevían a entrar con tanta gente
en el teatro? ¿Qué pretendían? ¿Pensarían hacernos rehenes a todos, incluidos a
todo el público, para poder recuperar su fardo de cocaína? Pero ya no estaba en
el baúl. Yo lo había comprobado. Esos dos eran capaces de todo. Por mi cabeza
llegó a cruzar la idea de que podrían, incluso, incendiar el teatro si no se
salían con la suya. Comencé a sudar. Las cuerdas de aquellos pesados telones se
resbalaban de mis manos húmedas.
La
obra fue transcurriendo sin ningún incidente. Natasha Ivanoff actuaba como si
fuese una verdadera profesional. Se podía decir que se movía por el escenario
con la misma soltura que lo habría hecho otra actriz con muchos años de
experiencia en las tablas. Incluso, su ligero arrastre de las erres mejoraba a
su personaje.
Llegó
el último acto. Se apagaron las luces y el consabido sobresalto del público se
dejó notar. Bartha se marchó para realizar su aparición por el pasillo junto a
Darqués y Báñez. La duquesa se subió a la plataforma del escotillón y comenzó
su ascensión. Casi se encontraba arriba del escenario cuando el elevador se
aturó. No había forma de que funcionase, por lo que tuvo que dar un gran salto
para salir de aquella trampilla. Muy seria se colocó delante del público. Parecía
una auténtica sonámbula. A continuación, se dio la vuelta hacia los decorados y
esperó que el foco iluminase el que representaba la caja fuerte del banco. El
maquinista se equivocó y dirigió la luz hacia la esquina contraria. Natasha, sin
pensarlo dos veces, se volvió hacia el público y con voz potente gritó:
-Ilumina
la caja ya.
Todos
nos quedamos atónitos ante la voz de mando. El maquinista le obedeció. A
continuación, el actor Fenollar, subió al escenario por el escotillón que
continuaba atascado. Dio un salto, pero no tuvo tanta fortuna como Natasha y
cayó de bruces sobre las tablas. Aunque se levantó con rapidez no pudo evitar
que el público se riese por aquella cómica caída. Se acercó hasta la duquesa y
le gritó nervioso:
-¡Abre
la caja! ¡Quiero que lo hagas ya!
Y
como colofón a la orden soltó un sonoro ¡Achís! El estruendo del estornudo
provocó que alguien, desde el patio de butacas, le gritase: “¡Salud!”
Una
carcajada unísona resonó entre todo el público.
Continuó
el espectáculo. Por el pasillo central entraron los actores que representaban a
los policías para impedir el robo del banco. Darqués gritó su consabido alto en
nombre de la ley e intentó disparar su falsa pistola, pero ésta no funcionó.
Avanzó por el pasillo hasta el escenario blandiéndola como si, el arma de fuego
que empuñaba fuese un sable. La escena, lejos de provocar pavor, se convirtió
en cómica y más propia de una comedia que de un melodrama políciaco hipnótico.
Mientras tanto, Ginés Olí, el lugarteniente de Retalls, aprovechó ese barullo
para trepar por el escotillón aturado. Subió al escenario en busca del fardo de
cocaína. Comencé a temblar. No podía imaginar cuál sería su reacción al abrir el
baúl y comprobar que no estaba lo que buscaba, pero el sorprendido fui yo cuando
vi que extraía un bulto semejante al paquete de cocaína. ¿De dónde había
salido? Una hora antes yo había mirado en el interior de aquel improvisado
escondite y éste estaba completamente vacío.
Ginés
Olí cerró el baúl y corrió a esconderse detrás de los telones. Pasó cerca de
mí, pero no llegó a verme. Temblé y sólo reaccioné cuando escuché los aplausos
que indicaban que la obra había terminado. A pesar de todos los contratiempos
surgidos con las luces y el escotillón aturado y la improvisada comicidad del
estornudo de Fenollar, la representación gustó al público. Hubo grandes
aplausos y, en especial, a la duquesa reclamada para que saliese a saludar
varias veces.
Cuando
el teatro se quedó vacío, Andreu, Librada y yo comenzamos nuestra labor de
recogida y limpieza de los asientos del teatro. Mientras, en el escenario, los
maquinistas intentaban desatascar el escotillón que continuaba aturado. Natasha
Ivanoff, ya vestida con su habitual ropa de calle, se acercó hasta mí. Me
sonrió y me susurró al oído.
-No
te preocupes por nada, Batiste. Sólo se ha llevado arena de la playa.
¡Qué intriga todo el tiempo! Espectacular. Enhorabuena Francisca. ¡Muchos besos! :D
ResponderEliminarHola Margarita
ResponderEliminarCuánto me alegro de saber que te ha gustado. Hacía tiempo que no escribía sobre esta compañía de teatro. Muchas gracias por leer y comentar mi nuevo relato. Un abrazo.
Quisieramos saber como haces para pensar y escribir estas historias tan elaboradas!!! eres todo un prodigio, tienes todos esos personajes tan bien logrados que impresionas!!!!!!! LLEVARTE A NUESTRO MURO ES QUEDARNOS CORTAS PARA COMPARTIRTE, gracias y abrazosbuhos maravillados!
ResponderEliminarme fascinas cuando haces tus reseñas pero a veces la impaciencia me agobia cuando es demasiado largo no puedo comentar mas
Eliminarun beso
no te enojes porque n puedo comentar mas
me encantas
Lo siento, pero creo entender que no te gustan los relatos demasiado extensos.
EliminarGracias a Búho Evanescente he llegado a tu página. Enhorabuena por tu talento.
EliminarPor si alguien quiere visitarme, mi blog es
http://cosasmias-cosesmeues.blogspot.com.es/
Un cordial saludo.
Muchas gracias Conchi por visitar y dejar un comentario en mi blog. Un saludo
EliminarQueridas amigas Sabri y Pitu,
ResponderEliminares todo un honor para mí saber que disfrutan con mis historias y mi imaginación. ¡Qué feliz me hacen con sus comentarios! ¡Qué feliz me hacen llevándome a su muro! Un fuerte abrazo desde esta humilde estantería.
que feliz nos haces contestandonos,te queriamos invitar a una iniciativa de la que somos seguidoras( ya la habras visto) se llama "Seamos seguidores" Y ES GRATIS Y SE VE MUCHO LOS BLOG, TAL VEZ TE INTERESE, TU BLOG Y TU LO MERECE!! Buscala con ese nombre no se exige mas que pegar el banner, si no es du tu agrado lo entendemos, abrazotebuhos!
ResponderEliminarGracias amigas. Lo miro, pero soy algo torpe a la hora de añadir etiquetas a mi blog. Lo intento. Muchas gracias por visitarme y leerme. Os lo agradezco muchísimo. Sois muy bien recibas en mi sencillo blog detrásdelaestanteríailustrada. Un abrazo.
EliminarHola Sabri y Pitu. Creo que he logrado ponerlo en mi blog. Por favor, si sois tan amables de mirar y confirmarme que lo he logrado correctamente. Muchas gracias.
EliminarGracias amigas por su cariño.
Eliminarlo lograste!!!!!! bravo, sabiamos que podias, ahora por lo general se hace una entrada comentando que te sumaste a la iniciativa e invitas a tus lectores a que se sumes!!!!! veras cuantos llegan! abrazosbuhos
EliminarGracias amigas por impulsar mi blog. Haré la entrada explicativa. Un abrazo
EliminarUna obra de teatro muy intrigante por lo que allí pasa. Un abrazo.
ResponderEliminarHola Maria del Carmen,
EliminarSí, estos personajes quieren contar muchas cosas más. Espero que te apetezca seguir conociéndoles en otros relatos. Muchas gracias por leer y comentar el relato. Un abrazo
Que buenos minutos leyéndote.
ResponderEliminarUn saludo, valenciana.
Hola chico del metro,
Eliminarmuchas gracias por leer mi relato. Gracias por tu saludo y comentario.
De Juan López Gandía Excelente, Francisca. "In queste aparizioni io ci credo" decia Fellini en Giulietta degli spiriti. Eso he experimentado al leer este arranque tan teatral y tan bien escrito. Luego he disfrutado de este enredo policiaco teatral cómico urdido hábilmente por la duquesa Ivanoff. Magnífico teatro dentro del teatro con sus efectos escénicos en homenaje a Rambal.
ResponderEliminarGracias Juan, la duquesa siempre da juego para una aventura. Muchas gracias por la lectura y comentario.
Eliminar¡Hola, guapísima! ^^
ResponderEliminarBueno, pues llego de parte de La morada del búho lector. Sí, sí, me han dicho que tenías un blog con cositas muy guays y, oye, aquí me tienes :) Por supuesto, te sigo y espero poder leer todo lo que vayas publicando :)
Pasando a tu relato... ¿qué decirte? Me ha gustado. Me ha gustado mucho. Me encanta cuando la gente se anima a compartir sus palabras, que no dejan de ser algo privado, con el resto de personitas que estamos por blogger - o que llegan por casualidad, que esas también son maravillosas ^^
Estaba intrigada. Al principio pensaba que nos contarías toda la obra de teatro - preciosa, por cierto -, pero al ver por dónde iban los tiros... ¡qué maravilla! :) Batiste me tenía preocupada, más que nada porque esa gente tan cuestionable (iba a decir chunga jajajaja) me daba un mal rollo importante; pero me ha encantado el giro que le das a todo.
No regalo los halagos, así que créeme si te digo que tu relato me ha parecido muy bueno ^^
¡Espero leer más cositas así de geniales! :D
¡Un besazo muy pero que muy grande y feliz lunes, guapa! ^^
Hola Carme A la luz de las velas
EliminarMuchas gracias por pasarte y quedarte en mi blog.
Celebro que te haya gustado el relato. Este forma parte de una serie donde los protagonistas son tres niños huérfanos, una compañía de teatro y mi ciudad: Valencia en 1934.
No soy muy hábil con el control del formato del blog así que los relatos relacionados entre sí llevan un número delante. Podrás ver qué hay otros sueltos y de otros temas.
Espero que disfrutes de la lectura de mis fantasías y me encantaría leer tus comentarios sobre ellos. Muchas gracias por tu lectura y comentario. Un abrazo
Lo tuyo es la narrativa, tienes unas dotes extraordinarias. Una vez más tengo que darte mi más efusiva enhorabuena. No lo dejes nunca, querida francisc.
ResponderEliminaruN BESO.
Querida Mari Carmen, muchas gracias por tus cariñosas palabras sobre mis relatos. A mí me encanta entrar tu blog y leer tus revisiones de vocabularios la mar de divertidas. Eres genial. Muchas gracias por tu lectura y comentario. Un abrazo.
Eliminar¡Hola! Llegué a tu blog, gracias a las Buhitas, pero me di cuenta que ya te seguía...Así que me encantó redescubrir tu blog y disfrutar de tus relatos. ¡Un besote!
ResponderEliminarHola Marita AA
EliminarMuchas gracias por volver a entrar en mi blog. Me alegra saber que te gustan mis relatos. Espero que leas, comentes y compartas mis relatos. Me hace mucha ilusión. Un abrazo
¡Muy bueno!
ResponderEliminarUna obra de teatro complicada y muy bien escita, felicitaciones y buen detalle final.
mariarosa
Hola María Rosa,
EliminarMuchas gracias por leer y comentar mi relato. Espero que vengas mucho a visitarlo. Un abrazo