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Almacén de naranjas a principio del siglo XX |
Entre 1917 y 1919, la mayoría de los
países europeos, se encontraban enzarzados en la contienda que pasó a denominarse: La Gran Guerra. Además, en el frío y lejano reino de los zares, La Revolución Bolchevique, vivía su momento álgido. Parecían hechos distantes y lejanos pero, ¿hasta qué punto, estos hechos podían afectar a la aparentemente indiferente España? Digo lo de aparente porque, a pesar de su
manifiesta neutralidad, en realidad, sólo se trataba
de una postura oficial de sus gobernantes, pues, a la hora de la práctica, con el paso del tiempo, se ha demostrado que fue una postura falaz.
Adela Margot |
Un claro exponente de la rica economía de
la ciudad lo constituía el puerto de la ciudad. Sus movimientos de exportación estaban muy unidos a la actividad comercial
europea de manera que ésta se enriquecía con esta contienda, prueba de ello era
la floreciente economía que se mantuvo durante esos años. Su postura siempre
fue bifronte, por una parte demostró una afinidad germanófila, pero, no
por ello dejó de estar conectada con el resto de países aliados con los que
también mantuvo sus relaciones comerciales. Como curiosidad, indicar que el precio
de la exportación de las naranjas, comercio floreciente durante esos años, se
realizaba con el valor de la libra esterlina.
No me voy a extender en cuestiones históricos sociales donde hay expertos que las han analizado mejor que yo pueda hacerlo, no obstante, sí quiero comentar un aspecto que parece ser olvidado de la vida espectacular de mi ciudad: Valencia.
No me voy a extender en cuestiones históricos sociales donde hay expertos que las han analizado mejor que yo pueda hacerlo, no obstante, sí quiero comentar un aspecto que parece ser olvidado de la vida espectacular de mi ciudad: Valencia.
La boyante economía de la ciudad tenía,
por supuesto, su reflejo en la vida espectacular de la ciudad. Alrededor
de una veintena de teatros se concentraban entre el centro histórico
y la periferia de la ciudad. Eran edificios construidos entre el siglo XIX
y el XX que oscilaban entre los de gran capacidad para albergar a un
público de clases algo más pudientes, junto a los de menores dimensiones
que, aunque no por ello menos populares e importantes, tenían un público muy
definido. Por supuesto, las compañías locales actuaban en sus escenarios con
obras, casi siempre de corte popular, como eran los sainetes, los juguetes
cómicos y los monólogos, piezas, en particular que resultaban ser las
favoritas de los espectadores tanto de la ciudad como de los pueblos de la
huerta que acudían a sus dobles e incluso triples sesiones.
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Adela Margot |
Estas piezas escritas por autores, populares del momento, como lo eran los hermanos Álvarez Quintero o Jacinto Benavente, entre otros, llenaban los escenarios, tanto los teatros grandes, como el teatro
Principal, como de los pequeños locales. Su puesta en escena significaba
el lucimiento de un primer actor o primera actriz y el aplauso de un público
entregado a ese tipo de teatro de autor contemporáneo. Este tipo de espectáculos era jocoso, y, al mismo tiempo, con todos los tópicos del género. Dentro de esta maraña de autores y actores
conocidos también se encontraban los locales, es decir, los que hacían un
teatro propio de la ciudad.
El humor socarrón de los propios valencianos era
llevado a las tablas por compañías locales. Y entre todas ellas, destacaba la
figura de una artista: Adela Margot. Durante el año 1919, actuó en el
pequeño Salón Eden-Concert con un repertorio de pequeños monólogos de los que, algunos de ellos, ella declaraba ser la autora. Los títulos de sus piezas
breves hacían referencia a la situación del momento y sorprenden por la ironía
de los mismos: La bolcheviki, Agua, ¡Abajo los hombres!,
¡Abajo la
sicalipsis!, Aspiración
femenina, Una
diputada en el año 2000, entre otros. Su fama ya venía de mucho
antes y de hecho era conocida por su ruidosa presencia en las Fallas de 1912.
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Adela Margot |
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Falla de 1912, plaza del Dr. Collado |
La polémica actriz protagonizó el ninot central del monumento de la falla de la plaza
del doctor Collado. Margot aparecía
actuando en un escenario ante un público entregado. En realidad, la razón de la polémica,
más que por la propia actriz, se debió por el público, representado en la falla, que aparecía jaleándola. Junto a la orquesta el público reproducían los rostros de los
habituales clientes de los espectáculos de Adela Margot. La identificación provocó el escándalo y la polémica
hasta el punto de obligar, a los responsables de la obra, a tener que sustituir las cabezas de algunos de los ninots para evitar el
escarnio público de éstos.
Margot fue todo un símbolo de aquello que tanto se admiraba y también de lo que se ocultaba, tanto en la vida espectacular como en la social de la ciudad.
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La actriz posando junto a la Falla. |