sábado, 13 de abril de 2024

RIZO


Desde el día anterior ya no tenía ni queso ni pan del que había tomado de casa. Todavía quedaba mucho trecho para llegar a la ciudad. Había seguido los consejos de su madre, evitaba los caminos principales para no tener que encontrarse con nadie, sin embargo, esa estrategia tenía un gran inconveniente y era que debía dar más vueltas. Sasha procuraba que nadie le viese. Posiblemente a nadie le extrañaría ver a un niño solo por un camino, en medio de los campos, o en un bosque, no era el primero que viajaba muchos kilómetros así, en solitario, pero la prudencia le hacía evitar contacto con cualquier otro caminante.
Caía la tarde cuando sintió una punzada en el estómago. No había comido en todo el día. Decidió continuar andando, pero, de repente, sus delgadas piernas se negaron a dar un paso más. Oteó el horizonte y vio un pequeño arbolado cercano a un riachuelo. Se dirigió hacia allí. Estaba medio mareado. Se tumbó en la orilla del río. Bebió unos sorbos de agua. Estaba tan fría que, al beberla, sintió que le daba nuevas fuerzas para ponerse en pie.
El cielo se había nublado y una fina lluvia comenzó a caer. La temperatura había bajado y lo más posible es que aquella lluvia terminase en una capa de hielo. Sasha volvió a mirar a su alrededor y adivinó lo que parecía ser una pequeña cueva entre los árboles. Se levantó y se acercó hasta ella. Era muy pequeña, pero, allí dentro, al menos, podía estar refugiado de la humedad. La lluvia se hizo más fuerte hasta que, por fin cesó, pero, a continuación, un viento gélido sopló y, tal como había imaginado, el agua acumulada se comenzó a cuajar en una delgada capa de hielo. Sasha se ovilló todo lo que pudo, pero no podía dejar de tiritar por el frío y el hambre. Comenzó a sentirse otra vez mareado y casi había perdido la consciencia cuando adivinó un pequeño bulto que se le acercaba. Podría ser una alimaña que buscaba refugio al igual que él. Sintió un impulso de salir corriendo, pero no tenía suficientes fuerzas como para hacerlo. Pensó que hasta ahí había llegado su suerte. Sería devorado por un animal y nadie lo encontraría. Mientras en su cabeza se juntaban esas ideas escuchó una especie de quejido. Lo emitía ese ser que se acercaba hasta él. Agudizó la vista y vio que se trataba de un pequeño perrito de pelo rizado. El animal temblaba, parecía asustado. Sasha extendió la mano y el perrito se acercó para olisqueársela. No tenía nada que ofrecerle. Los dos estaban hambrientos y solos. El perrito le lamió la punta de los dedos. Sasha le tendió la mano para mostrarle que no tenía nada oculto que pudiese hacerle daño. El animal siguió acercándose hasta estar junto a él. Sasha lo abrazó para darle calor. El perrito gimió. Instintivamente, el animal le mostró la pata delantera en la que llevaba incrustada lo que parecía ser una espina.
–Te debe de doler mucho ¿verdad?
Evidentemente el perrito no podía contestar, pero sus ojitos oscuros se iluminaron, cuando Sasha tiró de la espina y se la extrajo.
–Será mejor que te lave la herida para que no se te infecte.
El perrito se acercó más al niño y esperó a que este lo abrazase. El calor del uno al otro les hizo sentirse más reconfortados en medio de aquella fría noche.
Con los primeros rayos del sol el perrito abrió los ojos y se movió para soltarse del abrazo del niño. Se lamió la pata herida. Salió del refugio para estirarse. Una fina capa de escarcha cubría la hierba. Sasha también salió de la pequeña cueva. Al igual que había hecho el perrito bebió agua del riachuelo.
–Lástima que esta agua no sea leche. –murmuró el niño. –Nos serviría de alimento para los dos.
Pero como única respuesta a su comentario el perrito comenzó a ladrar y dar saltos que semejaban ser de alegría. Detrás del niño se recortaba la figura de un hombre.
–Rizo, estás aquí. Pensaba que no te encontraría.
El primer impulso de Sasha fue el de salir corriendo, pero no pudo. Se encontraba débil.
El hombre acarició al perrito que no cesaba de dar saltos y a continuación miró al niño.
–Veo que has hecho un nuevo amigo.
–Estaba solo y herido… –balbuceó Sasha.
–Sí. Ven a casa y tomarás algo caliente. Tú también tienes aspecto de estar solo y abandonado.


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