Ferreiro llegó al pueblo como todos los demás gallegos que llegaron al pueblo y fue con el ejército durante la Guerra Civil. Pertenecía a la última quinta de jóvenes que marcharon obligados al frente. Luchó en el flanco de los vencedores que no de los convencidos. Cuando terminó, oficialmente, todo no se decidió a volver a su pueblo. No tenía nada que hacer allí. Aquí conoció a una moza. Le impresionó porque, aunque no se distinguía por su hermosura ni por su garbo, sin embargo, era robusta y fuerte. Ella trabajaba en el mercado. Era capaz de levantar un cordero ella sola y cargárselo al hombro sin la ayuda de nadie. Ferreiro no lo pensó dos veces y se casó con la moza. Cuando se afincó en el pueblo montó un puesto de pescado fresco. Todas las madrugadas, invierno y verano, recorría la distancia, a pie, desde su casa hasta el puerto donde compraba el género, a continuación lo pregonaba por las calles con el reclamo de "'peixe', dones". (Lo gritaba mitad en gallego y mitad en valenciano)
Era hombre de pocas palabras. Los domingos se colocaba su traje y corbata con su sombrero de fieltro y sus zapatos bien lustrados. Sus ropas eran todas de negro. Lo primero era lo primero. Acudía a la primera misa y después al casino a beber unos vinos hasta que el cuerpo aguantase.
Nunca jugaba a las cartas, decía que eran traicioneras. Charlaba con quien le diese conversación, pero no era el primero en entablarla. El día de su muerte mi padre fue a su entierro. "Ferreiro vivió y murió como a él le gustó. Era todo un caballero." Ese fue el comentario que hizo mi padre después del sepelio.
Después de Ferreiro nunca más hubo un vendedor ambulante de pescado fresco en mi pueblo.
Después de Ferreiro nunca más hubo un vendedor ambulante de pescado fresco en mi pueblo.
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Dones, peix!
Ante este reclamo las vecinas ya sabían que la 'grauera' había llegado. Aquella mujer de aspecto frágil proteaba dos cubos, uno en cada mano y pregonaba su género de pescado recién llegado de la pesca nocturna por las calles del pueblo. Era tan fresco que aún coleaba. La vendedora llevaba su mercancía desde los pueblos marítimos hacia los del interior de la huerta. A través del 'trenet', el transporte que unía el mar con el interior se unían dos formas de vida tan cerca y tan lejos a la vez.
Ante este reclamo las vecinas ya sabían que la 'grauera' había llegado. Aquella mujer de aspecto frágil proteaba dos cubos, uno en cada mano y pregonaba su género de pescado recién llegado de la pesca nocturna por las calles del pueblo. Era tan fresco que aún coleaba. La vendedora llevaba su mercancía desde los pueblos marítimos hacia los del interior de la huerta. A través del 'trenet', el transporte que unía el mar con el interior se unían dos formas de vida tan cerca y tan lejos a la vez.
hola! magnifico relato una joyita. te comparto.bellafotos.!! gracias y ..a comentar que no se come a nadie , salvo el pescadito. besos.
ResponderEliminarGracias Buho. Creo que debo hacer memoria de los que marcaron mi niñez.
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