«-Todos mirando a
cámara, listos, preparados, ya está.
-
Un momento, por
favor, por si sale mal, tomaré otra.»
Seguramente éstas
serían las palabras del fotógrafo que inmortalizó, en 1935, a la casa
Vestuarios Insa. Datar la fotografía es como dar a conocer parte de la historia
de la ciudad de Valencia. En el grupo se identifican, de izquierda a derecha a
varias personas relacionadas con el teatro del momento. En la parte izquierda,
el hombre bajito que viste traje de chaqueta es uno de los maquinistas de la
Compañía Rambal. Debió de ser un trabajador incansable. No conozco su
nombre pero aparece en numerosas fotografías de los espectáculos, siempre
va vestido con ese traje negro. Le rodea los hombros Miguel Ferres, uno de los
propietarios del negocio de disfraces. Junto a él, está una niña de unos escasos
catorce años que muestra un modelo expuesto en un maniquí, se trata de la hija
del matrimonio Ferres García-Insa y que, en la actualidad, tiene 95 abriles
cumplidos.
Si seguimos en el recorrido de rostros de la fotografía, da la espalda a un gran
espejo, uno de los hombres fuertes, de aspecto y carácter, que trabajaron
para el actor Rambal. Ese hombre vestido con traje pero sin corbata, es Miguel
Ibáñez, un actor valenciano que se encargó de todo tipo de personajes en los
melodramas del repertorio. Formó parte de todos los elencos rambalescos.
Seguimos, sentado a la máquina de coser, un hombre enjuto, de mirada venerable, serio y orgulloso de su trabajo, ese era Miguel Insa, propietario del negocio. Regentó el negocio y a pesar de su viudez, nunca se encontró solo, pues con la ayuda de su sobrina, Josefina García, la mujer que viste de blanco y que mira a cámara con cierto escepticismo, se mantuvo la ropería con energía. El resto de personas que aparecen en la fotografía son trabajadoras y trabajadores de la empresa que, también miran, atentamente, al fotógrafo. En sus miradas se lee el deseo de ser inmortalizados en su trabajo. Pero hay alguien que se queda fuera de plano. Está sentado, fumando, con las piernas cruzadas. No parece importarle aparecer con el grupo. Se trata de un hombre al que sólo se le pueden apreciar los zapatos, lustrados, abotinados ¿será Rambal que no quiso salir en la fotografía? Pero ¿Por qué? Él acostumbrado a ser el centro de atención de todas las crónicas y noticias que tuviesen que ver con el teatro debía haber sido el primero en posar en la instantánea ¿Por qué se escondía del objetivo? ¿Cansado? Quizá despreocupado porque sólo se trata de una foto más. Una foto que no iba dirigida a él, sino a la casa Insa. Quería darle el protagonismo a quien se lo merecía de verdad: la Casa Insa.
Con el paso del tiempo y con un nuevo revelado de la fotografía, se ve al hombre de los zapatos es otro trabajador más de la casa de vestuarios. Rambal fue quien tomó la fotografía que inmortalizó a la casa Insa.
Seguimos, sentado a la máquina de coser, un hombre enjuto, de mirada venerable, serio y orgulloso de su trabajo, ese era Miguel Insa, propietario del negocio. Regentó el negocio y a pesar de su viudez, nunca se encontró solo, pues con la ayuda de su sobrina, Josefina García, la mujer que viste de blanco y que mira a cámara con cierto escepticismo, se mantuvo la ropería con energía. El resto de personas que aparecen en la fotografía son trabajadoras y trabajadores de la empresa que, también miran, atentamente, al fotógrafo. En sus miradas se lee el deseo de ser inmortalizados en su trabajo. Pero hay alguien que se queda fuera de plano. Está sentado, fumando, con las piernas cruzadas. No parece importarle aparecer con el grupo. Se trata de un hombre al que sólo se le pueden apreciar los zapatos, lustrados, abotinados ¿será Rambal que no quiso salir en la fotografía? Pero ¿Por qué? Él acostumbrado a ser el centro de atención de todas las crónicas y noticias que tuviesen que ver con el teatro debía haber sido el primero en posar en la instantánea ¿Por qué se escondía del objetivo? ¿Cansado? Quizá despreocupado porque sólo se trata de una foto más. Una foto que no iba dirigida a él, sino a la casa Insa. Quería darle el protagonismo a quien se lo merecía de verdad: la Casa Insa.
Con el paso del tiempo y con un nuevo revelado de la fotografía, se ve al hombre de los zapatos es otro trabajador más de la casa de vestuarios. Rambal fue quien tomó la fotografía que inmortalizó a la casa Insa.
Que bonitas son esta fotos antiguas y que nos dicen de todos las personas que salen. Un abrazo
ResponderEliminarGracias a ti Maria del Carmen por leer mi relato.
ResponderEliminar