La fascinación que provocaba una
mujer como Natasha no era un hecho casual. Su forma de comportarse junto con el
halo de misterio que la rodeaba solía cautivar a los que se encontraban cerca
de ella. Entre todos los que la llegamos a conocer, pocos fueron los que no cedieron
a su magnetismo y hasta yo no pude resistirme a su fuerte personalidad, por eso
voy a daros unas pinceladas de su particular historia, la cual me contó en un
momento trascendental de su vida. Entonces, por el misterio que mostró al
narrármela, tuve la sensación de que aquello constituía una especie de
testamento oral sobre su paso en este mundo. Todo ello lo ratifiqué cuando,
pocos meses después de ese encuentro, la duquesa, falleció sin dejar
ningún documento sobre sus últimas voluntades.
Según me contó, desconocía la fecha
exacta de su nacimiento. Cabía la posibilidad de que éste hubiese sido a finales
del siglo XIX, en el seno de una familia muy humilde de la ciudad de San
Petersburgo. La habitación donde vio por primera vez la luz se encontraba
ubicada en el suburbio de las populosas ciudades europeas de esos años. Su
madre trabajaba como lavandera y su padre era un estibador portuario alcohólico.
Natasha fue la primogénita de cinco hermanos. Toda la familia subsistía de lo
poco que ganaba su madre, pues, su padre, cuando encontraba trabajo en la
estiba, sólo llevaba algunas pocas raciones de comida a la casa y el resto de
la soldada la consumía en las tabernas. En este punto de la narración, la
duquesa mantuvo la discreción a cerca de estos años oscuros sin entrar en
muchos más detalles, por lo que no me pareció prudente insistir en que
recordase aquellos momentos tan tristes. Ante su omisión opté por el silencio
como respuesta a mis dudas.
La duquesa Ivanoff no precisó el año en el que comenzaron los primeros movimientos de los obreros a cambiar el curso de su vida. Sólo argumentó que poseía unas imágenes difuminadas de aquel momento. Sí que coincidieron en que su padre
comenzó a frecuentar más la casa, aunque solía hacerlo acompañado de un par de
camaradas que, entre trago y trago, hablaban de levantar barricadas o lanzar
bombas. Cabía la posibilidad de que la imaginación de Natasha, que siempre dio
pruebas de ser muy despierta, pudiese haber inventado esa situación con el fin de
forjarse un matiz romántico de su personalidad, no obstante, con el ánimo en el
que me lo contó, tuve la sensación de que, en ese momento, hablaba desde el
corazón.
Con tono quedo me describió cómo un día un policía llamó a la puerta de su casa y les informó de la desgracia familiar. Durante una huelga hubo un tiroteo con el resultado de varios muertos entre los que se encontraba su padre. Natasha siempre justificó la decisión de su madre de abandonarlos. Con cinco hijos y sin dinero casi era lógico que, a los mayores, los dejase a su suerte. Ella y su hermano Migel se refugiaron en una chabola junto al río Nevá. A lo largo de todo su relato, siempre insistió en que nunca tuvo oportunidad de ser una niña. Durante un tiempo, su hermano y ella se vieron obligados a robar por las populosas calles del centro de la ciudad para conseguir comer un mendrugo de pan. La necesidad agudiza la astucia así que consiguieron convertirse en verdaderos profesionales del descuido; mientras uno de los dos distraía a su posible víctima, el otro le sustraía todos los objetos de valor que encontraba a su alcance. A lo largo de varios meses subsistieron con esta técnica hasta que se toparon con un caballero en la plaza del mercado. Los dos niños, confiados con los buenos resultados de sus artimañas, se sorprendieron por la agilidad de aquel hombre que agarró de la mano a Natasha cuando ésta ya se la había introducido en el bolsillo de su chaqueta. La retuvo por el brazo impidiéndole la posibilidad de huir, no obstante, su hermano sí lo logró. Tuvo que pasar mucho tiempo para que ambos hermanos se reencontrasen.
Con tono quedo me describió cómo un día un policía llamó a la puerta de su casa y les informó de la desgracia familiar. Durante una huelga hubo un tiroteo con el resultado de varios muertos entre los que se encontraba su padre. Natasha siempre justificó la decisión de su madre de abandonarlos. Con cinco hijos y sin dinero casi era lógico que, a los mayores, los dejase a su suerte. Ella y su hermano Migel se refugiaron en una chabola junto al río Nevá. A lo largo de todo su relato, siempre insistió en que nunca tuvo oportunidad de ser una niña. Durante un tiempo, su hermano y ella se vieron obligados a robar por las populosas calles del centro de la ciudad para conseguir comer un mendrugo de pan. La necesidad agudiza la astucia así que consiguieron convertirse en verdaderos profesionales del descuido; mientras uno de los dos distraía a su posible víctima, el otro le sustraía todos los objetos de valor que encontraba a su alcance. A lo largo de varios meses subsistieron con esta técnica hasta que se toparon con un caballero en la plaza del mercado. Los dos niños, confiados con los buenos resultados de sus artimañas, se sorprendieron por la agilidad de aquel hombre que agarró de la mano a Natasha cuando ésta ya se la había introducido en el bolsillo de su chaqueta. La retuvo por el brazo impidiéndole la posibilidad de huir, no obstante, su hermano sí lo logró. Tuvo que pasar mucho tiempo para que ambos hermanos se reencontrasen.
La duquesa recordaba que no gritó ni
se resistió simplemente miró al caballero y, a continuación, le escupió en la cara. Aquello
podría haberle enfadado, sin embargo, de su rostro sonrosado brotó una
carcajada que desconcertó a la niña. No la entregó a las autoridades, sino que
se la llevó a su palacete. Y, a partir de ese instante, la vida de Natasha cambió
su vida por completo. Aquel caballero resultó ser el duque Ivanoff quien tenía
por costumbre pasear por la plaza más populosa de la ciudad a diario. Lo hacía
sólo y de incógnito pues afirmaba que sólo se podía entender lo que sucedía a
su alrededor si se pisaba las calles. Aquel bondadoso hombre estaba casado con
una noble de origen polaco. Desde el primer momento tomaron tal cariño a
aquella niña vivaz que no dudaron, ni por un instante, en considerarla como si
fuese una verdadera hija.
Ante mis reiteradas preguntas,
Natasha admitió la dureza del momento. Al principio, el contraste que le supo
el cambiar a una vida regalada en un palacete frente a la miseria de las calles
le resultó muy complicado, no obstante, la avispada niña no tardó en comprender
que debía amoldarse a lo que le imponían. Con gran interés aprendió todo lo que
le enseñaron sus padres adoptivos. Natasha cambió sus harapos de la calle por unos
buenos vestidos y calzado que nunca había tenido ocasión de usar. Junto con
esas nuevas normas se encontraban las clases de buenos modales, de música,
danza, lectura, escritura y francés que tuvo que aceptar como parte de su nuevo
estatus. Mostró un ávido interés e inteligencia por aprenderlo todo, aunque, en
su fuero interno, nunca renunció a su gusto por la calle. Muchas veces imaginó que su vida era
semejante a la de un ruiseñor encerrado en una jaula de marfil. No obstante, y
casi sin darse cuenta, todo comenzó a funcionar como una seda. La relación
entre los duques y Natasha cobró tal compenetración que la compasión de éstos
se convirtió en cariño hasta el punto de que éstos decidieron adoptarla como su
legítima hija. A partir de ese instante, se convirtió en la heredera de toda su
fortuna junto con el título de duquesa. Los festejos por su ingreso en la alta
sociedad duraron tres días. Se preparó una carpa en el jardín del palacete donde
se albergó tanto a la alta sociedad como de las calles. Natasha me contó que
fue impresionante ver a tanta gente a su alrededor. Los duques quisieron
inmortalizar ese evento con varias fotografías, pero que, con el paso del
tiempo, y debido a su azarosa vida sólo pudo conservar una que me regaló y que
conservo como un tesoro.
Toda aquella alegría parecía ajena a
lo que realmente sucedía en las calles de San Petersburgo. La revolución bolchevique
y sus violentas situaciones crecía por momentos, hasta el punto de enturbiar la
buena suerte que rodeaba a la pobre niña. No había día en los que no fuesen
noticia los continuos sabotajes y escaramuzas entre los obreros y los soldados.
A pesar del peligro, el duque no dejaba de realizar sus diarias salidas a la
plaza y, aunque su esposa le rogaba que no se aventurase por las calles
violentas éste desoía sus ruegos. Nunca dejó de frecuentar las zonas populosas
de la ciudad. En uno de esos paseos se vio envuelto en una de las cargas
efectuadas por la policía contra los obreros. Una de las balas perdidas de los
soldados le hirió gravemente. Todavía se encontraba consciente cuando lo
trasladaron al palacete, pero nada se podía hacer por él. En su lecho de muerte
el duque fue consciente del peligro que corría su familia. Como última voluntad
ordenó, a su esposa y la niña, que abandonasen San Petersburgo lo antes
posible.
Tras la muerte de quien Natasha
siempre consideró su verdadero padre, la duquesa decidió cerrar el palacete y
cumplir la voluntad de su difunto esposo. En Varsovia, la duquesa poseía unas
tierras y todavía tenía parientes en los que confiaba encontrar cobijo. Partieron
acompañadas por la servidumbre de su confianza.
Natasha silenció los detalles
amargos del resultado de un viaje accidentado y penoso. El catastrófico
resultado que concluyó con la separación traumática de su madre adoptiva fue
uno de los episodios que con más tristeza me narró. En las inmediaciones de
Varsovia, su carruaje fue asaltado por unos ladrones de caminos que la raptaron
como parte del botín. Pretendían venderla como esclava. Me gustaría poder decir
que Natasha no sufrió ningún mal, pero con la amarga narración de su vida
sopesé que la posibilidad de que la buena estrella que le acompañaba le hubiese
abandonado. Creo que deliberadamente omitió la secuencia de tiempo que duró el
secuestro para continuar con otro apartado de su vida. El miedo le inyectó
valor para huir de sus raptores en plena noche y alejarse de un posible negro
destino. En el destello de sus ojos se mostró una cierta felicidad al evocar el
recuerdo de los gitanos que la recogieron cuando pudo escapar de sus captores.
Aquellos trashumantes la encontraron hambrienta y asustada en un camino. La
abuela del clan, verdadera jefa del grupo, la tomó a su cargo como si fuese una
de sus nietas. A partir de ese momento, junto a ellos recorrió caminos
peligrosos y llenos de obstáculos por las líneas de fuego de la Gran Guerra europea,
sin embargo, su condición de gitanos les franqueaba todas las fronteras. Natasha
aprendió de aquella anciana el arte de adivinar el futuro con la lectura de las
rayas de las manos y las cartas del tarot. Su filosofía vital se basaba en que la
guía de su vida era la línea del horizonte del mañana. La gitana le aconsejó
que no volviese la mirada atrás, pues según ella del pasado ya no se podía
arreglar nada. La joven duquesa comprendió que la única manera de superar las
adversidades de la vida se lograba endureciendo su corazón por lo que aprendió
a hacerlo hasta el punto de convertirlo en una roca casi inexpugnable.
Aquel largo viaje le llevó hasta las
puertas de París; allí se separó de los gitanos. Abandonó la vida nómada para
retomar un rumbo distinto. La intrépida luchadora tuvo que ejercer varios
trabajos para sobrevivir. Nunca perdió la esperanza de reencontrar a su madre
adoptiva, por eso, por su tenacidad logró noticias de la colonia de rusos que existía
en el país galo. A través de ellos consiguió noticias de su madre, la duquesa
Ivanoff. Con alegría se enteró de que había sobrevivido al peligroso viaje. Vivía
como refugiada en Londres bajo la salvaguardia de la comunidad de rusos huidos
de la revolución bolchevique. Natasha, ansiosa de recuperar una familia que
creía perdida, partió hacia la Pérfida Albión con el fin de reunirse con ella, pero
para conseguir el dinero suficiente tuvo que acceder a la voluntad de un mago
estafador conocido con el nombre de: El hombre que vendió su alma al diablo. Tuvo que acceder a realizar algún
que otro trabajo ilícito a cambio de la ayuda que necesitaba para emprender el
nuevo viaje. Sus ansias de reunirse con la que consideraba su madre, le
motivaron lo suficiente como para acceder a las exigencias de aquel malvado
mago. No cesó en su empeño hasta conseguir el dinero como para viajar en busca
de ella. Cuando, por fin llegó a Londres, el reencuentro entre madre e hija fue
muy emotivo, pero breve pues la duquesa se encontraba muy mal de salud y a los
pocos días falleció lo que sumió a Natasha en una gran tristeza. Según me
contó, le costó mucho superar la pérdida de la última persona que había demostrado
quererla tanto.
Y a partir de ese instante, todo lo
que me contó la fascinante duquesa rusa sonó a una mezcla de velados secretos y
enmudecidos enredos de espionaje. Pero no todo fueron alegrías. El mago
estafador volvió a aparecer en su vida. Con técnicas hipnóticas dominó su
voluntad hasta el punto de anularla y convertirla en su esclava. Los espectáculos
circenses de éste les llevaron hasta España y fue allí donde Natasha cobró el
suficiente valor y fortaleza como para intentar huir de su influjo. En su frenética
y desesperada escapada contactó con la Compañía de teatro que dirigía Enrique
Darqués. Ese hecho lo recordaba con verdadera claridad pues me dijo que el mes
de septiembre de 1928 fue el principio de una hermosa etapa de su vida. Los que
conocéis su historia a partir de este punto no merece la pena que os recuerde
muchos detalles más. Tal como me contó la propia duquesa, su vida se había
convertido en una constante mentira donde sólo sabía huir y desconfiar de todo
lo que le rodeaba. Pero no siempre estuvo rodeada de estafadores y maleantes,
pues todo cambió cuando se cruzó en su vida Edelmiro Bartha. Aquel hombre le
mostró lo que era la bondad y la solidaridad, pero eso, mis queridos lectores,
ya es otra historia que os contaré en otro momento. Espero que os interesen
estas breves pinceladas sobre la duquesa Natasha Ivanoff. Ella es un fascinante
personaje que procede de la realidad, pero, al mismo tiempo, de la ficción.
Excelente.excelente!!! Quisiera aportar algo más en los comentarios pero aun resuenan pal abras del relato en mi mente.déjame saborearlas un poco mas.
ResponderEliminarHola
EliminarPor supuesto que espero tus comentarios siempre tan enriquecedores.
Muchas gracias por la lectura y comentario. Un abrazo.
Hola, Francisca: Magnifica narracion! Una historia que tiene todos los elementos de una pelicula de aventuras. Te felicito una vez más por tu talento para la escritura y te animo a seguir. En la medida que pueda, seguiré pasando por esta estanteria tan bellamente ilustrada. Un abrazo.
ResponderEliminarHola Mª Ángeles,
ResponderEliminarMuchas gracias por leer mis relatos de aventuras. Intento escribir cosas amenas y entretenidas. El personaje de la duquesa rusa surgió por casualidad y continúa creciendo. Vamos a ver en qué queda todo esto.
Muchas gracias por leer y comentar mi relato y aquí tienes este blog para tu disfrute. Un abrazo.
Me maravilla tu imaginación, Francisca.
ResponderEliminar¡Enhorabuena!
Hola!
EliminarMuchas gracias por leer mis relatos y comentármelo. Un abrazo.
Un relato-río en toda regla. Con ese aroma delicioso a aquellas historias de principios de siglo, con este personaje quizá basado o recreado a partir de Anastasia Romanov. Una lectura atrapante que consigue que el lector empatice con los avatares que acontecen al personaje. ¡Y qué avatares tan extraordinarios! Saludos, Francisca!!
ResponderEliminarMuchas gracis David por tu comentario. Natasha nació en otro relato que escribí hace un tiempo. Su personalidad es tan fuerte que ella misma ha sido la impulsora de estas pinceladas. Quizás, con el tiempo, avance más. Todo es posible. Un saludo.
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