Desde siempre se ha montado un
mercadillo todos los martes. Allí la gente no sólo se reúne para comprar y
vender, sino que también lo hace para intercambiar experiencias vitales. Se
encuentra dividido en secciones, aunque éstas semejan ser regidas por una
lógica particular. En un sector se encuentra la fruta y la verdura, a
continuación, se disponen las de los animales vivos vendidos para ser recriados
en las casas. En otro sector está la ropa y los zapatos además de los
utensilios domésticos. No obstante, si había alguien que captaba la atención de
todos era el intercambiador. Con sus gritos de reclamo, captaba la atención de
todos.
«Cambio, compro, vendo cromos, tebeos, novelas de
Estefanía, Corín Tellado y cuentos infantiles.»
Ese era el reclamo para que todos se fijasen en él y su parada
de destartalados cuentos.
Mi madre nunca se acercaba a su parada porque decía que
era perder el tiempo escucharle, sin embargo, un martes, ante su reclamo
pareció estar interesada por uno de sus cuentos. Se trataba de Miguel Strogoff, el correo del zar.
Aquella edición tenía una parte con letra impresa y la otra con viñetas. Después
de haberlo leído varias veces decidí que debía cambiarlo, sin embargo, aunque el
mercadillo continúa celebrándose, hace tiempo que el intercambiador ha dejado
de venir. Ya nadie vocifera su mercancía como él lo hacía.
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Cuando era niña y estaba en casa de Pili, en Ruzafa, ella me decía: "anda, baja al quiosco y cambia estas novelas". "¿Y cómo sabré si has leído ya las que te traiga?". "¡No importa! -contestaba, riendo-. ¡Todas son idénticas!". Eran novelas del Oeste. "Yo, sin un par de tiros, no me duermo", decía. Yo bajaba al quiosco, que era diminuto y creo que aún sigue existiendo, y el quiosquero me decía, mientras me entregaba otras dos novelas: "llévate estas, que a doña Pilar le gustarán: hay mucho tiro y muchos muertos".
ResponderEliminar¡Ay, Francisca, cuánto me ha emocionado tu entrada!
Carmen, el que cambiaba los tebeos, revistas y novelas era un gritón que difícilmente pasaba desapercibido a los que estaban en el mercadillo. A finales de los setenta desapareció su negocio y una forma distinta de leer y ver la vida, creo. Gracias por compartir tu memoria con la mía. Un abrazo.
ResponderEliminarCuando eramos niños cambiábamos , tebeos, novelas, cromos , de todo . Ahora yo creo eso no se ve ha desaparecido. Un
ResponderEliminarabrazo
Los tiempos nos han llevado a ser interesados y no pensar que ese medio de intercambio nos llevaba a conocernos más. Por suerte las bibliotecas públicas siguen haciendo su función. Gracias por leer mi relato Maria del Carmen.
Eliminarhermosa entrada como todas las demas.!!
ResponderEliminarGracias por leerlas y comentarlas.
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