domingo, 17 de noviembre de 2019

RELATOS CORTOS: EL PUENTE



«No, no es un círculo, es una O» comentábamos al cruzar por delante de aquel mendigo sentado en el lateral del puente.  A las niñas nos sonreía mirándonos sin vernos con aquellos pequeños y profundos ojos que se adivinaban dentro de su flaca cara.
Todos los días hacía la misma operación: dejaba su muleta tumbada sobre el suelo y sacaba un pañuelo de caballero que extendía con sumo cuidado. Como si éste fuese una almohadilla, se sentaba sobre él para no mancharse su traje de chaqueta gris impoluto. A continuación, iniciaba su ritual, se descalzaba la pierna ortopédica que depositaba a su lado. En el interior de la pernera se le podía adivinar el muñón a la altura de la rodilla. Esa falsa pantorrilla de madera hueca estaba rematada por un zapato negro donde había sido insertada una A dentro de un círculo. Ante mis ojos de niña, aquel símbolo me intrigaba más si cabe que su famélico aspecto. ¿Qué significaría? ¿Sería un mensaje cifrado, como los que Julio Verne usaba en su novela Matías Sandorf, que con tanto placer había leído el pasado curso? Pero no acertaba a adivinarlo. ¿Qué información críptica encerraría?
Una tarde, cuando regresaba del colegio, al pasar por el puente, vi a dos hombres que hablaban con el mendicante. Me detuve para mirarles. Semejaban ser oscuros, casi opacos. Todavía recuerdo su imagen densa frente al mendigo que les miraba, con sus pequeños ojos, como si no les entendiese. Uno de ellos lo tomó por los brazos intentando levantarle del suelo. El mendigo se calzó su pierna ortopédica y comenzó a andar rodeado por los dos hombres. Lo hacía con su ritmo lento, resignado. Nunca más volví a verlo.
Con el paso de los años comprendí el significado del símbolo. Una A dentro de un círculo o dentro de una O. Representaba la solidaridad de un orden social, ese que nunca lo habría dejado abandonado a su suerte.

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