miércoles, 7 de octubre de 2020

LA INCREÍBLE HISTORIA DE LA MUJER MENGUANTE.



Era tan increíble y tan incierta que ni ella misma, que estaba viviendo su propia historia, llegó a creerla en ningún momento.

Aquella mujer, de singular sonrisa, descubrió que su sombra menguaba a medida que avanzaba su vida. Al principio no le dio importancia, pues, al fin y al cabo, qué necesidad había de mantener algo oscuro en su personalidad, pero, cuando se dio cuenta, que a medida que su sombra menguaba también lo hacía ella, es cuando se preocupó por lo que podría resultar al final de tan extraño fenómeno.

Un día, mientras andaba de tienda en tienda buscando los nuevos modelos de vestuario, se dio cuenta de la realidad. Se miró en uno de los espejos del probador y comprendió que el proceso había terminado. Su sombra había desaparecido por completo. Por mucho que la buscó colocándose a contraluz no logró que se proyectase, por lo que comprendió que ya había llegado al proceso cumplido de desaparición y que ahora ya nada se podría hacer por volver atrás. Salió del probador abatida y malhumorada. En su cabeza se barajaba la idea de que, al igual que su sombra, ella desaparecería sin remedio, pensó, y, lo peor de todo sería que nadie la echaría de menos. Abrumada en estos pensamientos salió de la tienda sin realizar ni una compra. Anduvo por las calles errática y pensando qué sería de ella si desaparecía como le había ocurrido a su sombra. No miraba por donde iba. Cruzó una calle y a punto estuvo de ser atropellada por un coche que no la había visto. Ahí estaba su triste realidad. Ya nadie la veía. Todos parecían haberla olvidado por completo. Imaginó que aquello debía de ser lo más próximo al fin. Estos tristes pensamientos le nublaban la mente cuando tropezó con un objeto que atrajo su atención; se trataba de un guante con una rosa roja engarzado entre el dedo índice y el pulgar.

¿Qué sería aquello? –Se dijo para sí misma.

Se agachó. Lo recogió del suelo. Lo miró atentamente. No semejaba ser un guante cualquiera, más bien recordaba a una mano, curtida en cuero. La rosa que tenía enganchada entre los dedos era de una extraordinaria belleza. Sus pétalos, de un rojo intenso, semejaban ser carnosos por lo que, a la mujer menguante, le apeteció acariciarlos y así poder calibrar su textura.

-¡Ni se te ocurra tocarme!

Aquella voz imperiosa y chillona le paró cuando ya estaba a punto de tomar uno de los pétalos.

-Soy muy delicada y podrías romperme con esos dedos gruesos. –Le gritó la rosa. –Te dejo que me admires, pero no me toques.

La mujer menguante permanecía atónita. Una flor que hablaba. Era la primera vez que encontraba a una con esa cualidad.

-Ya sé lo que estás preguntando, pero sí, soy una flor parlante. Soy única en el mundo y eso me hace más increíble, valiosa y, sobre todo, IN-TO-CA-BLE.

-¿De dónde has salido tú? –Se atrevió a preguntarle la mujer menguante.

Esa fue la única cosa que pudo decir la mujer menguante.

La flor soltó una singular risita y dijo:

-Parece mentira que me hagas esa pregunta.

La mujer menguante abrió la boca con la intención de contestarle, pero se paró ante el siguiente comentario que hizo la flor parlante.

-Sólo estoy en tu imaginación.

-¿En mi imaginación? –Repitió incrédula la mujer.

 -¡Claro! Donde si no me iba a encontrar, pero, acaso, sabes tú dónde estás.

Ante la contundencia de la pregunta de la flor, la mujer menguante entendió lo que sucedía. No había tal flor ni nadie que le hablase, más bien se trataba de un reflejo de sus funestos pensamientos que le habían creado ese espejismo en forma de ese objeto inanimado al que le había atribuido la cualidad de hablar.

Iba a soltarla cuando notó un trino en su hombro. Un pequeño pájaro de color naranja se había posado sobre ella.

-¡Espera! ¡Espera! No tengas tanta prisa.

 

 


CONTINUARÁ...

2 comentarios:

  1. Pues queda todo una intriga, a ver que pasa en el siguiente capítulo. Un abrazo.

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    1. Sí, Mamen, este relato es onírico. Veremos qué es lo que hace el pájaro naranja. Muchas gracias por visitar y leer mi blog. Un abrazo.

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