Hace
un año, casualmente, anduve por los pueblos manchegos de la llamada ruta del
Quijote. Quedé impresionada por esas tierras de colores cobrizos que
contrastaban con las hojas, ya agostadas, de los viñedos y como esmeraldas se enfrentaban a las amarillentas
tierras del reseco barbecho. Un cielo azul intenso pugnaba por dominar a las grandes extensiones de cereales combinados con el verde grisáceo de los olivos me hizo prometerme que regresaría para ver otros lugares de la Mancha. Estos días he retomado un viaje pendiente.
En este nuevo viaje el trayecto de la carretera se desdibujaba por los límites de las imaginarias líneas entre el cielo y la tierra reseca. La observaba mientras conducía y la realidad infinita de las carreteras trazadas arañada los cultivos como en un ensueño.
En este nuevo viaje el trayecto de la carretera se desdibujaba por los límites de las imaginarias líneas entre el cielo y la tierra reseca. La observaba mientras conducía y la realidad infinita de las carreteras trazadas arañada los cultivos como en un ensueño.
El destino inicia era Albacete, pero no os
cansaré con mis impresiones sobre una ciudad que desconocía y que no me ha
dejado indiferente. Tampoco os hablaré de la popularidad de parajes
naturales como el nacimiento del río Mundo hermoso enclave natural de la población de Riopar que contrasta con la sequedad de
la (aún muda) ciudad de Hellín. Sin proponérmelo he comparado los parajes tan dispares que no lejanos.
Alcaraz (Albacete) oct. 2016 F.F.G. |
Pero de mi viaje os
contaré sobre lo cotidiano, pues lo que aún puede parecer banal y para mí encierra el
verdadero interés del viaje que he realizado.
El
pueblo de Alcaraz luce el nombre a una hermosa sierra que sorprende por su frondosidad y contrastes por la hermosura de sus cuencas hidrográficas. Como pueblo que es cabeza de partido no habría captado mi atención si no
fuese por un arco, medio derruido y olvidado tras una casa, que estuve contemplando y que fotografié desde varios ángulos.
Me impresionó esa, me atrevería a calificar, dejadez desatinada por lo que pudo
haber sido y no era o por aquello que pretendió ser y, quizá, quién sabe, nunca lo
consiguió. A mi cabeza acudieron instantáneas de otros lugares, lejos de estas tierras, que exhiben
sus ínfimas glorias con natural orgullo y, sin embargo, aquí yacían, a su suerte, como
si su tiempo hubiese sido el de los póstumos y no el de los venideros. El
discurrir de lo cotidiano se dejaba ver en sus calles. A pesar de la hora central sólo
circulaban algunos lugareños que no mostraron ningún interés en quien
les fotografiaba sin pedirles permiso.
Chinchilla (Albacete) oct. 2016 F.F.G. |
me llevó hacia otros rincones manchegos que no aparecen en la novela de
las novelas. Este es el caso de la esplendorosa fortaleza de Chinchilla que luce majestuosa desafiando a los conductores que circulan por la autovía. Sentí curiosidad por visitarla. Sus empinadas calles me mostraron lo que a mí me pareció la tristeza
del olvido. Sus ricas y nobles casonas junto con la hermosa fachada de su iglesia lucían el desánimo como si de la boca de un desdentado mendigo que pide la
atención del transeúnte se tratase. Cada fachada era una queja palpable
de una necesaria actuación rápida antes de su desmoronamiento.
Pero
si quiero destacar los contrastes de las tierras manchegas próximas a la capital albaceteña lo haré con otros dos pueblos.
A mi llegada a Pozohondo el pueblo se
mostró con su cara diaria, es decir, vacío. En su plaza la única vida era la
lánguida actividad del bar. Entre las tiendas que estaban abiertas estaba la carnicería. El carnicero del pueblo, un joven de
aspecto saludable, me informó de que las fiestas a su patrona ya se habían
terminado. Habló de “La danza del
zángano”, cuyo nombre atrajo mi curiosidad y que, aunque le pregunté, no supo
explicarme la génesis ni el motivo de su aparición. Me informó de que había sido recuperada por el empeño de unos jóvenes (en el pueblo había
gente joven, pensé) que, a su vez, eran los ejecutores.
El baile consistía en una especie de jota llevada a cabo por diez danzantes. Según comenta, el recuperador de esta danza en un video local, el
danzador que viste sayal rojo representa a Salomé y el resto encarnan a los soldados que ejecutaron la decapitación de Juan Bautista: el patrón del pueblo.
A pesar de todo, la imagen de un solar junto con el cartel que pregonaba su venta, en medio de la plaza, continua, en mi memoria, como símbolo de su desolación.
Pozohondo (Albacete) oct. 2016 F.F.G. |
A pesar de todo, la imagen de un solar junto con el cartel que pregonaba su venta, en medio de la plaza, continua, en mi memoria, como símbolo de su desolación.
La visita final fue al pueblo que ha rondado mi imaginario infantil desde
siempre y es Fuensanta. Mi
tío era oriundo de allí. Aunque nunca le escuché hablar de su pueblo manchego
siempre estaba en boca de sus hijas y esposa como si se tratase de una especie de reproche.
Le he preguntado a mi madre, en más de una ocasión, por ese pueblo y siempre me ha respondido lo mismo: "allí no hay nada". En su memoria de su visita sólo figuraba la carestía de lo esencial, pero, le digo, han pasado tantos años… La oportunidad de poder visitarlo, aunque tuviese que retrasar unas horas el regreso, me sedujo.
Le he preguntado a mi madre, en más de una ocasión, por ese pueblo y siempre me ha respondido lo mismo: "allí no hay nada". En su memoria de su visita sólo figuraba la carestía de lo esencial, pero, le digo, han pasado tantos años… La oportunidad de poder visitarlo, aunque tuviese que retrasar unas horas el regreso, me sedujo.
Fuensanta (Albacete) oct. 2016 F.F.G. |
El
pueblo estaba poblado por sus verdaderos moradores: los jubilados, pero no, mi
madre se equivocaba, el pueblo sí tiene algo. La actividad se centraba en la casa rural y en torno a una
escuela cerrada por la escasez de niños, según me contó una
lugareña y el recuerdo de otros momentos que, al menos a mí, resulta muy curioso y es un lavadero restaurado.
Partí de aquel pueblo con la sensación de que esas tierras olvidadas por la pluma de Cervantes también merecen la atención de cualquier viajero.
Hola Francisca, gracias, por que me has completado la ruta quijotesca. Hace poco también estuve por estas tierras pero no en estas localidades. Las dos estamos recordando al este hidalgo, yo acabo de escribir sobre estos lares, que casualidad. Un abrazo compañera de camino.
ResponderEliminarHola Emerencia:
Eliminarte sorprenderán los contrastes de paisajes y ambientes. Voy a ver tu diario ahora mismo. Gracias por leer y comentar mi relato. Un abrazo.
Siempre merece la pena apartarse de las rutas que siguen los viajeros. Y seguir la senda de los pocos hombres sabios que en el mundo han sido. Eso sin olvidar que viajar es una forma muy eficaz de aprender. Pero no todo el mundo sabe viajar. Ya lo decían los clásicos: tonto en su villa, tonto en Castilla. Es aleccionador, por lo tanto, descubrir nuevas rutas, y ver con nuevos ojos como los tuyos. Sigue viajando. El vieja es lo que distingue a la gente joven, con ganas de vivir, de aquellos que se han enquilosado. Ánimo. Y no olvides la Visa.
ResponderEliminarHola Vicente:
Eliminarno suelo contar mis correrías, sin embargo, ésta parecía ser una pequeña deuda con el paisaje y, en especial, con mi tío, el albaceteño que nunca escuché hablar en castellano. Me han impresionado los cambios geográficos de una provincia que nunca se vende lo suficiente como para atraer a más turismo. Confieso que quería comprarme una camiseta donde se luciese, en letras de molde, la provincia y no la encontré. Ellos se lo perdieron.
Estoy completamente de acuerdo contigo, cuando se sale de viaje lo único que se necesita es dinero, el resto sobra.
Muchas gracias por entrar a visitar mi blog y comentar mis relatos.