Y
a partir de ese momento todas las palabras que salieron de su boca se grabaron
en mi memoria como auténticas llamaradas de fuego que ella se encargaba de
alimentar con una sonrisa sardónica que, si bien, al principio, no percibí, al
final, se convirtió en la mueca que, desde aquel día, me persigue en todos mis
sueños.
-Como
bien sabes, mis padres me adoptaron cuando ya tenía siete años. Mi padre, el
constructor Bonifacio, era un bebedor empedernido y, posiblemente, ese vicio, fuese
la causa de su esterilidad, sin embargo, en la sociedad de los años cuarenta, nadie
achacaría la falta de descendencia al varón y, por tal motivo, acarreó con la
tara de la infecundidad a mi querida madre, Concha, quien soportó las
infundadas acusaciones con verdadero estoicismo. En realidad, pecaría de injusta al censurar a mi padre adoptivo por sus excesos con la bebida, pues,
en cierta manera, tal circunstancia, benefició mi vida ofreciéndome unas
oportunidades que no habría tenido nunca en otro seno familiar.
La
alegría de tener una niña suplió las amarguras de un matrimonio que se limitaba
a soportarse y guardar las apariencias, por tal motivo, desde el momento en el
que entré en aquella casa, el cariño de mi madre se decantó por mí y dejó a mi
padre en un segundo plano. Bonifacio, que era así como yo le llamaba, mantenía
sus costumbres de beber todas las noches hasta el punto de perder la
consciencia, por ello precisaba de la ayuda de alguien para conseguir
meterse en la cama. Mi madre intentó ocultarme los desagradables espectáculos
diarios, no obstante, mi innata curiosidad, propició que lo viese, en más de
una ocasión, en su estado más abyecto provocándome la mayor de las repugnancias
y animadversión hacia él de la que nadie pudiese imaginar que una niña
albergase. Crecí en esa casa donde la opulencia de los negocios de la
construcción servía para ocultar la diaria ignominia que se vivía cada noche. Ese
ambiente de disimulo sirvió para forjar mi carácter retraído que dio lugar a mi
verdadera personalidad calibradora y astuta.
Al fin ocurrió una de las cosas más maravillosas que nunca pude imaginar.
Bonifacio, por su condición de dipsómano, cayó gravemente enfermo hasta temerse
por su vida, no obstante, y dada la fuerte naturaleza de su organismo,
superó dicho embate, aunque con la grave tara de haber perdido la vista. A
cualquier otra persona normal, perder este sentido podría haberle conducido a
la amargura e, incluso, al suicidio, sin embargo, no fue ese su caso, pues, Bonifacio,
se recuperó y aceptó la ceguera como un castigo divino merecido por su perversión
y se mostró aliviado y contento al haber logrado conservar la vida a pesar de
todo. A partir de ese instante, dejó de beber y consagró su existencia a
preservar las apariencias familiares como si, en aquella casa, reinase la
concordia que propiciaba la riqueza. Su
cambio fue tal que pasó de ser un blasfemo que renegaba de la existencia de
todo aquello considerado divino para convertirse en el más ferviente creyente
lo que trajo parejo una nueva rutina que fue la de comulgar diariamente. La
presencia del párroco se convirtió en habitual en la casa y junto con los
extremismos defendidos durante la posguerra, aún se propició, más si cabe, la
falsa piedad contrita que Bonifacio exhibía propiciada por la desgracia
personal y las apariencias ante las autoridades del momento. Creo que fue en
ese instante cuando me convencí de mi completo ateísmo, pero de eso ya te
hablaré, con más detalle, en otro de los pasajes de mi vida porque no creo que sea
ahora el momento de narrártelo.
CONTINUARÁ...
hola! dia a dia, que nos llevas volando entre suspiros para saber que pasa a continuacion, gracias por tan fantastico trabajo! saludosbuhos.
ResponderEliminarMuchas gracias amigas
EliminarEspero terminarlo en una próxima entrega. Besos
Hola Francisca, para la narrativa tienes unas dotes estupendas, me encanta pasarmen por tu casa.
ResponderEliminarBuen finde.
Besos.
Muchas gracias Mari Carmen, siempre eres muy bienvenida. Un abrazo y buen fin de semana.
EliminarBueno Francisca, sigue la entriga, y la verdad es que está tela de interesante. Madre todo lo que está soltando.
ResponderEliminarBesos :D
Pues aún hay más sorpresas. Espera y verás. Gracias por leerlo. Un abrazo.
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