sábado, 17 de marzo de 2018

VALIÓ LA PENA INTENTARLO


Mi abuela murió en agosto. Hacía pocos meses que a mi padre lo habían despedido de la fábrica donde trabajó durante 22 años. La gente murmuraba porque estaba mal visto el despido de los trabajadores. Mi padre buscaba y buscaba, pero no encontraba nada. Tenía 47 años. En septiembre, en mi pueblo se abrió una fábrica temporal de zumos y gajos de naranja. Sólo contrataban a mujeres a tiempo parcial. Mi madre se apuntó.
-No vas a poder resistir la jornada. -Le dijo mi padre- Has sufrido mucho con la enfermedad de tu madre.

-Si me pongo enferma me cuidáis -Le respondió ella. -Necesitamos el dinero y yo necesito trabajar.
Mi padre no dijo nada más. Se trabajaba a turnos continuos. Se levantaba con ella y la acompañaba hasta la puerta de la empresa.  En el turno de noche la esperaba para acompañarle de regreso a casa.
-Estas jornadas interminables te van a enfermar. -Le repetía. 
Pero ella siguió yendo. Pelaba naranjas, las desgajaba. Cuando le tocaba la máquina de etiquetado se colocaba en la recepción atenta para que ninguno de los botes se le escapase. El trabajo era muy duro, pero, al menos, lograba olvidar su tristeza  por la pérdida de su madre y se sentía útil ganando el sueldo que faltaba en casa.
A la fábrica no sólo acudían mujeres del pueblo, sino que venían de otras más lejanas como el Puerto de Sagunto. Aquellas mujeres, acostumbradas al trabajo duro de las fábricas, le hablaron de la solidaridad obrera. Mi madre no sabía qué era un sindicato y con ellas lo conoció.
Terminó la temporada y no sólo ganó un jornal sino que aprendió a conocer el mundo que se le abría fuera de casa. Las compañeras del Puerto, como así ellas mismas se autodenominaban, le hablaron de pedir lo que les correspondía. 
-Tenemos derecho a una indemnización durante los meses que la fábrica cierra. Si nos unimos todas lo conseguiremos.
-Hablarán mal de nosotras lo hacemos. -dijo una entre las que estaban escuchándoles. 
-Eso no importa. Nuestros hijos no comen de las buenas intenciones.
Sólo pedimos lo que es nuestro.
Mi madre se unió a ellas. Pidió lo que era suyo.
Un día de agosto, mi madre se fue a Valencia. Con ella iban todas sus compañeras de la fábrica. Aquella aglomeración de mujeres semejaba ser una fiesta más que una reivindicación. Les pertenecían unos jornales que no les habían pagado durante la temporada y el posterior cierre estacional. Lo consiguieron. Volvió a casa radiante. Mi padre, aún en la cama, se vio sorprendido por sus risas y alborozo. Le lanzó el dinero sobre las sábanas y con gran entusiasmo le dijo:
-Valió la pena intentarlo.

4 comentarios:

  1. Es muy aleccionador el relato, francisca, y lo supongo real, en cualquier caso es un temazo narrado con sabiduría y para meditar sobre lo que sucede en nuestra sociedad.
    "Chapeau", como es habitual en tí.
    Gracias, cielo.
    Besos.

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    1. Querida Mari Carmen,
      hoy no tenía pensado escribir nada, sin embargo, al ver todas las movilizaciones que hay por todo el país he recordado este momento amargo de mi niñez. Mi padre sufrió mucho cuando lo despidieron injustamente, sin embargo, de esa amarga experiencia toda la familia salió reforzada. Soy hija de obreros. Ellos no tuvieron oportunidades debido a la Guerra Civil y la cruel Posguerra, pero se desvivieron por darnos a mi hermana y a mí un futuro y creo que lo justo, por mi parte, es no olvidarlo nunca. Muchas gracias por leer mi relato. Eres maravillosa. Un abrazo amiga.

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  2. ¡Qué época más dura! Fue muy decidida y muy valiente tu madre. Hoy no nos sorprendería esa actitud pero en aquella época no todas sería capaces de hacer algo así.
    Siempre que nombras a tu padre se me remueve algo por dentro, era tan "buena persona". Creo que lo mejor por lo que se puede recordar a una persona, por ser "bueno".
    Gracias por compartirlo.

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    1. Sí, yo era muy pequeña, pero en casa se vivían las cosas entre todos y con todos. Mi madre tomó una gran decisión y mi padre, siempre mi padre presente como puedes ver, un hombre que sufrió demasiado los malos tiempos. Lo bueno de aquello fue que poco después tuviste ocasión de conocerle. Sí, era una buena persona, tal como lo dices. Muchas gracias por leer y comentar mis relatos. Un abrazo Susi.

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