Si había alguien a quien le gustase crear
un misterio a su alrededor y alimentar un mito ese era Enrique Rambal.
Dicen las personas que lo trataron que no
temía a nada y que se crecía ante los problemas cotidianos. ¿Cuáles podrían ser
esos problemas? Fue un hombre que vivió por y para el teatro y creo que el
principal escollo siempre fue el mismo: el dinero.
Comenzó su carrera como actor en una
pequeña popular compañía de teatro valenciano dirigida por el actor valenciano
Manuel Llorens. En 1910, Llorens, falleció de manera inesperada y la agrupación
se quedó desamparada sin su director. La situación era acuciante y la
agrupación no se ponía de acuerdo en nada. Estaban casi a punto de desaparecer
cuando el más joven de la compañía, un recién llegado, dijo que sería él quien
tomase las riendas de la compañía. Hubo discusiones de liderazgo tiras y a
flojas hasta que se impuso la voluntad del joven atrevido. Decidido a hacer
todo lo necesario por el teatro su voluntad llegó hasta el extremo a casarse
con la primera actriz. ¿Matrimonio? Pero si ella era mucho mayor que él y,
además, era tan fea y tenía un carácter tan avinagrado que... Bueno, qué
importaba ese trámite, pensó el joven Rambal, si tenía lo que necesitaban y era
el dinero suficiente para hacer frente a las deudas y también poder comprar
vestuario y decorados nuevos.
Y así comenzó la carrera artística de Enrique
Rambal, el actor melodramático, que buscaba dinero para sus fastuosos
repertorios donde no lo había. Dicen las malas lenguas que vivía del engaño,
pero ¿qué esperaban de un actor? Su vida era la farsa ¿o no?
Os puedo contar una leyenda que había alrededor del anillo
que llevaba en esta fotografía. Observarla bien y veréis una piedra preciosa
engarzada en el anillo. Rambal decía que era un diamante de los que consiguió
en sus viajes a América. Un solitario de oro como signo de la fortuna que
consiguió en la escena. Sin embargo, sus espectáculos eran cada vez más caros y
el dinero para la puesta en escena, no siempre era suficiente así que, según él
mismo contaba, solía empeñarlo en más de una ocasión. ¿Cuántas? No se sabe a
ciencia cierta. Podrías pensar que sería sencillo seguir la pista a dicho
anillo, pero no es así ya que el astuto actor había encargado una réplica, pero
con una piedra de escaso valor de manera que siempre podía lucir el anillo en
cualquier acto público y así nadie sabía si se trataba del auténtico o de la
copia.
Ha pasado mucho tiempo y siempre que contemplo esta
fotografía pienso ¿Ese día cuál le tocaba lucir el verdadero o el falso?
Alimentar la duda favorece el misterio y a su vez la leyenda. La sorpresa y el
asombro formaban parte de los espectáculos rambalescos ¿Y por qué no hacerlo
con él mismo?
Curiosa historia, pero cuando falta el dinero, mucha gente empeña sus joyas. Unos las recuperan y otros no. Un abrazo.
ResponderEliminarEsta personaje era muy curioso tanto como que lo he estudiado con profundidad y he hecho un documental sobre su vida. El próximo 1 de marzo lo presentaré. Muchas gracias María del Carmen por leer y comentar mi breve relato. Un abrazo.
Eliminarque linda historia! estabamos lejos de conocerla, ya te compartimos!! abrazosbuhos
ResponderEliminarMuchas gracias amigas. Esta semana ha sido difícil y el relato ha tenido que ser breve. Muchas gracias por compartir. Un abrazo.
EliminarPues sí, que bueno, así nadie sabía si era uno u otro. Bien pensado al fin y al cabo, ja ja.
ResponderEliminarMuchos besos amiga :D
Rambal era así: Todo por el teatro. Celebro que te hayas divertido con el este relato breve. Un abrazo.
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