Dije que no iba a opinar
sobre política, pero ¡a quién quiero engañar! ¡Eso es imposible!
Andamos envueltos en
tiempos electorales y, aunque pretendas ignorar esas grandes campañas, siempre
hay algún que otro discurso grotesco que te salpica por su incongruencia. Las
elecciones generales y autonómicas de mi comunidad serán las primeras que se
celebran, aunque, en esta ocasión, no voy a hablar de ellas. Por cierto, por si
alguien lo había olvidado, la Comunidad Valenciana también existe y sus
elecciones se han adelantado para no hacerlas coincidir con ese súper domingo
que se prevé a finales de mayo.
Pero no voy a enzarzarme
en temas generales, sino que os hablaré de mi localidad, donde se ejerce la
política con otro tono. Me refiero a la que se ejerce en los ayuntamientos de
poblaciones relativamente pequeñas. Mi población, debido a sus magníficas vías
de comunicación con la ciudad, ha pasado de tener poco más de cuatro mil
habitantes, en el año 2000, a cerca de ocho mil setecientos censados en 2016.
Mi pueblo ya no es aquel lugar de mi niñez donde casi todos nos conocíamos y
donde el núcleo de reunión fue la Escuela Pública Nacional donde casi todos
aprendimos a leer. Yo os puedo hablar del tardofranquismo, pero los más mayores
os hablarían de esos cuarenta años de recio régimen que impregnaron la enseñanza
y la forma de vivir del pueblo.
Por esas escuelas hubo un
largo paso de maestros y maestras, pero si hubo una que dejó huella fue doña
Salvadora López Martínez quien vino destinada antes de la Guerra Civil y
permaneció en el pueblo, como maestra nacional, nada menos que cuarenta y cinco
años. Aquella mujer dedicó su vida a la enseñanza de las niñas de varias
generaciones y también a los niños, puesto que creía en la coeducación y logró
que se aplicase a pesar de la represión del régimen en ese sentido.
Decir doña Salvadora es
hablar de una maestra que vivió entregada a su profesión. En palabras de las
alumnas más antiguas que he conocido, como son mi madre y sus compañeras de
generación, no sólo se preocupó de enseñar a leer, escribir y contar y en
especial a las mujeres y, además pretendió enseñarles a convivir y a
humanizarles. Cuando se jubiló, ya con un ayuntamiento democrático, fueron sus
propias exalumnas las que le organizaron una fiesta honorífica a la que se sumó
el consistorio del momento. Fue un acto muy entrañable y femenino donde se
habló de dedicarle una calle en la población, aunque no dejó de ser una
petición que se quedó archivada en el cajón de las solicitudes olvidadas.
A lo largo de cuarenta
años de democracia, esa solicitud, por parte de mi madre, verbalmente, se ha ido
renovando a todos los gobiernos municipales, pero ha sido obviada y arrinconada
en el olvido de algo que, simplemente, según le dijeron, en ese momento, no
tocaba, según le argumentaron los diferentes alcaldes. Cuando a mi madre le han
flaqueado las piernas, que no el intelecto, sus hijas, es decir, mi hermana,
también exalumna de doña Salvadora y yo, decidimos tomar el relevo en dicha
petición. La forma fue más burocrática y, así, el pasado 11 de septiembre de
2018 registramos una solicitud, bien justificada, en el registro de entrada de
mi ayuntamiento, donde, entre otras cosas, se indicaba que en la población no
había ninguna calle con nombre de mujer por lo que aún se hacía más necesaria y
urgente subsanar esa deficiencia de tantos años.
Todos pensaréis que, con
los tiempos que corren, el gobierno municipal, regido por una mujer, atendería,
con presteza, la petición de estas vecinas, pero os equivocáis, pasaron más de
dos meses y no hubo ninguna contestación a la solicitud. Ante ese silencio
administrativo un día requerí el hablar con la alcaldesa que, ante mi sorpresa,
me recibió, como vulgarmente se dice: “de uñas” y argumentó que por un capricho
nuestro no iba a rotular una calle con el nombre de una mujer que se me había
ocurrido en ese instante.
Por supuesto, cuando
regresé a mi casa y lo comenté dedujimos que nuestra petición volvía a pasar al
cajón de las solicitudes olvidadas, pero no, no ha sido así, puesto que en el
Boletín Informativo Municipal mensual se anunció que, con motivo de la
iniciativa de un maestro de las escuelas actuales, se había realizado una
actividad entre los alumnos para buscar una mujer de la población digna de dar
nombre a la única calle pendiente de nominar en el pueblo. También se indicaba
que se realizaría una gala el día 27 de marzo, Día Internacional del Teatro, para,
por votación popular, elegir el nombre adecuado. Entre el estupor y la
indignación pensé que se trataba de una tomadura de pelo más, pero fue el
propio concejal de cultura el que me lo confirmó al escribirme, de manera
extraoficial y, a través de las redes sociales, invitándome al acto.
Pintura de Remedios Varo |
El día 27, asistí media
hora antes de su inicio y solicité hablar con la directora del acto para pedir
la palabra en público y demostrar mi desaprobación sobre ese acto pantomímico,
por llamarlo de alguna manera. Evidentemente se me negó el uso de la palabra y,
la alcaldesa volvió demostrar su falta de capacidad para estar en un
consistorio como el nuestro. No esperé a ver el resultado de aquella farsa. Me
despedí diciéndoles que aquello no era reivindicativo con las mujeres y no
dejaba de ser una parafernalia insípida y sectaria más de los actos falsos que
pretenden que sean feministas.
El resultado de la
votación fue muy esclarecedor. El nombre ganador obtuvo un resultado de 105
votos de una población de 8674 habitantes censados por lo que es algo que habla
de la falsedad del acto y falta de participación de la población.
Una de las virtudes de la
burocracia es que el registro es inefable por lo que siempre quedará registrada
la petición que el actual gobierno local ignoró porque demuestran que poco o
nada le importan sus conciudadanos.
Y vuelvo al tema de las
elecciones, pues si necesario se hace tener un buen gobierno en el estado,
mejor aún es lograr uno bueno en los municipios que se encargan de administrar
lo más próximo, es decir, aquello que nos afecta día a día a los habitantes de
las poblaciones. Dada mi experiencia de años, concluyo que hay que evitar que nos
engañen las siglas políticas, dado que, al fin y al cabo, son las personas que
las conforman las que priman y no otra cosa.
En los pequeños detalles
se demuestran las intenciones políticas, por eso, si en algo tan sencillo como
es reconocer una petición vecinal se actúa de esa manera me atrevo a pensar que
qué será lo que se haga en las actuaciones de los grandes caudales donde suelen
aflorar los intereses creados por encima de los intereses sociales. Por mi
parte, sólo os recomiendo que tengáis cuidado con vuestro voto local y no lo
dejéis en manos de cualquiera que se presente con la aureola del cambio.
hola! ahh, querida amiga que dificil elegir, hay tan poco para confiar, gracias! saludosbuhos.
ResponderEliminarHola amigas,
Eliminarme sentí decepcionada y mal. Los políticos siguen los mismos patrones en todas partes. Tendremos que hacer algo. Gracias por leer mi relato triste. Un abrazo.