martes, 13 de noviembre de 2012

EL CAMPO SE OLVIDA. LOS DESAHUCIOS RÚSTICOS

A veces me pregunto si las cosas se hacen con una finalidad o es todo una mera casualidad. Los desahucios llenan páginas y páginas de la prensa de estos días y, en especial, por el desgraciado motivo de dos suicidios y un intento fallido.
He buscado por la prensa de 1934 y no dejo de encontrar referencias a los desahucios, no sólo de las casas sino también de las fincas rústicas. Ahora nos hemos olvidado de la agricultura. El intento de reforma agraria de 1933 fue muy discutido por los políticos conservadores del momento. En ese momento, las rentas eran demasiado elevadas;  los agricultores estaban empobrecidos y los arrendatarios no tenían tantos beneficios como podría imaginar el arrendador. Hubo una reformó la ley de manera que no se podía desahuciar al arrendatario a no ser que no hiciese efectivo el pago del arrendamiento.
Muchos años después, cuando todo eso parecía haber sido superado el problema persiste. El propietario, ante un arrendamiento rústico histórico, se niega a cobrar y busca el desahucio por impago. Aunque parezca increíble y a pesar de estar en un nuevo siglo, esa práctica aún se lleva a término.
¡La tierra para quien la trabaja! Gritaban los anarquistas
¿Qué queda de la tierra? ¿Qué queda del anarquismo?
Los campos yacen abandonados ante la insensibilidad de todos.

No hay precio para cultivar. No vale la pena recoger la cosecha. Nuestra sociedad  permite los campos yermos y el hastío del abandono es lo único que se cultiva en nuestros huertos. Nadie los cultiva, nadie se preocupa de ellos pero si tú lo haces, si tú lo intentas, te dicen que eres una idealista, que tienes dinero para tirar, que tu tontería no te permite calibrar que ganas más abandonando la tierra de tus antepasados que cuidándola.

Algo pasa en nuestra sociedad cuando se desprecia la herencia de nuestros antepasados y se idolatra el maná de aquello que nos llega de las subvenciones. La reforma debe ser mucho más profunda.

2 comentarios:

  1. Tienes razón, la tierra ha sido olvidada. A nadie le importa y menos a los poderes públicos. La Comunitat Valenciana lo apostó todo a una carta: turismo y con ello el ladrillo y los abusos urbanísticos. Ahora, en lugar de planificar un campo productivo capaz de crear empleo, facilitar el crecimiento sostenible se abandona con la idea de que ¿para qué? En la Comunitat Valenciana tenemos una consellera de agricultura que no ha hecho absolutamente nada por el campo valenciano. Además se encuentra reforzada con el ministro de agricultura del gobierno de España. Viene a Valencia y evita encontrarse con los agricultores. ¿Qué podemos esperar? Que cada cual se responda.

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