Ayer
hablé con un buen amigo y me confesó que para él uno de los mejores momentos
de la semana es cuando llega el sábado y, por fin, se puede
sentar delante del televisor para disfrutar de la serie: El comisario
Montalbano. Me decía que le seduce su simplicidad. Los personajes,
histriónicos y, a la vez, reales. Se siente tan inmerso en el relato,
hasta el punto de sentir apetito cuando los personajes
se sientan a la mesa a comer aquellos fabulosos platos de pescado. Mi amigo me confesaba que la proximidad de esos personajes es tan real que se
creía cuando decían sentir frío, cuando se preocupaban por la familia e incluso cuando se regañaban para demostrarse que se apreciaban. Quise romperle un
poco el fervor que mostraba y le hice unas cuantas críticas
sobre que los episodios, pues algunos están a mitad de elaborar y con varias carencias, como si les hubiese faltado dinero para rodar
todo lo que indicaba el guion. Inmediatamente, mi amigo me atajó con estas palabras que me dejaron sin
derecho a réplica:
"¿Qué quieres? Son mediterráneos, como nosotros. Lo mejor de todo es improvisar y demostrar que con pocos medios se puede hacer una historia creíble y divertida."
"¿Qué quieres? Son mediterráneos, como nosotros. Lo mejor de todo es improvisar y demostrar que con pocos medios se puede hacer una historia creíble y divertida."
Tuve que darle la razón, pues lo ideal
sería que la televisión te permitiese sentarte a la mesa, junto al
comisario y su invitado de turno, para así, con ellos, poder degustar un de esos sabrosos
platos que saborean mirando ese maravilloso mar que nos invita a la tranquilidad.
Las
novelas de Andrea Camilleri son magníficas, pero el placer de ver ese mar tan rebelde, donde el comisario
Montalbano se esconde de sus problemas no tiene precio.
Como
mejor complemento de la serie se podría decir que es su banda sonora. Una música
deconstruida, un tango que te atrapa junto a un mar siempre seductor.
http://www.youtube.com/watch?v=b05erDdXimI
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