lunes, 26 de enero de 2015

UNA ANÉCDOTA PARA TERMINAR EL DÍA.


 Hace unas semanas tuve el placer de ir a ver una gran obra de teatro. Una fabulosa obra basada en el cuento de Alicia. No os cuento la obra porque ya se ha hablado mucho de ella pero sí os cuento la pequeña aventura que me pasó. Cuando entré, con mi coche, en la calle Dénia, lugar donde se encuentra la Sala, comprendí que aparcar iba a ser complicado. Bajó mi familia y les dije alegremente: Ahora vengo que voy a aparcar. Mi alegría se comenzó a helar cuando descubrí que el aparcamiento estaba lleno y que debía buscar un hueco entre las calles adyacentes. Nunca resulta fácil pero menos si se cuenta con el factor de que la mayoría de las calzadas estaban levantadas por obras (entramos en año electoral y ya se sabe) Vueltas, más vueltas, mi nerviosismo iba en aumento. Comenzó a sonar el teléfono. No quería contestar pero parada, en medio de una cola interminable, lo tomé y dije: Intento aparcar, por favor no me llaméis. Mi angustia por llegar tarde crecía por segundos.
Por fin arrancaron los coches y vi que aparcaban en el carril Bus, hice lo mismo. Cerré el coche a toda prisa y miré el nombre de la calles mientras corría hacia la sala: Filipinas, Puerto Rico, Cuba, Sueca, casi me desorientaba, ¿dónde estaba Dénia? Me dejé llevar por la intuición y las ganas de llegar a ver la obra. ¡Dénia! Ya estaba en la calle. No se veía a nadie en la acera. Llegué a la entrada y las puertas estaban cerradas. ¡No puede ser! Las golpeo con ansia. ¡Abridme, quiero ver la obra! Una chica abrió una pequeña puerta y me miró casi asustada. ¡Tengo la entrada! Le muestro el trozo de papel. Pasa, me dice, está apunto de comenzar. Proseguí mi carrera por el pasillo y vi a uno de los actores en la puerta, alcé el papel y le dije: Soy el conejo que llega tarde a tomar el té. El actor me miró con asombro y me contestó: No importa, aún tenemos una taza para ti. El resto os lo podéis imaginar. 
Al final del espectáculo, cuando el mismo actor nos despedía a todos los asistentes me sonrió y me dijo: ¿Has disfrutado del té? a lo que contesté: Sí, ha sido el mejor que me he tomado en mucho tiempo.

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