Hacía tiempo que no os contaba alguna aventura de mi vecina sorda. Últimamente anda muy preocupada. Bueno lo de 'anda' es sólo
una expresión, pues, la verdad sea dicha, que se encuentra en lista de espera para una intervención quirúrgica más de un año pero no le ha llegado aún el turno. Pero bien, no por ello deja de ser quien es. Como siempre ve el mismo
canal de televisión y lee la misma prensa, sus preocupaciones se han focalizado
sobre ese nuevo líder político: el de la coleta. Ese que, según ella, se llena la
boca con la intención de querer regalar lo de los otros. Eso dice mi vecina. No dejó de repetirme lo mal que estaremos cuando 'esos' gobiernen y que nos vamos a enterar
cuando nos apliquen sus políticas bolivarianas, etc., etc., etc. Es curioso,
pienso, hace poco menos de un mes, estaba convencida de que volverían a sacar
una mayoría aplastante, ahora, sin embargo, se siente amenazada por un impulso social
novedoso aunque no firme.
Procuro, cuando hablo con mi vecina, no entrarle 'al trapo', pues sé lo que ocurre al
final de nuestras conversaciones, sin embargo, ella siempre sabe buscarme las
vueltas para que le responda. No obstante, la última vez, no pude soportar que
me hablase de manera despectiva y sin freno, con una verborrea estereotipada, de lo
que tanto nos ha costado conseguir a todos: el estado de bienestar.
Quizá no tengamos que buscar culpables en otro sitio y todo esto se haya producido por nuestra consentida omisión de la realidad. Hace unos años, me pongo como principal ejemplo, no me
preocupaba tanto el estado de bienestar, pues, creía que todo lo que habíamos avanzado en nuestra calidad
social, se encontraba consolidado.
No, no soy tan cándida como para no haber caído en la cuenta de que muchos fondos se perdían por el camino, no obstante, tampoco
dudaba de que la dirección de nuestros esfuerzos siempre era la correcta. Con
este funesto gobierno se nos han abierto los ojos y creo que no sólo a mí, sino
a más de uno de los que creíamos que la sociedad era diáfana a pesar de sus incorrecciones.
Una cosa es cierta y es que el muro de contención de los
despropósitos ya ha cedido hasta casi derrumbarse y, aunque algunos aún estén
empeñados en esconder las inmundicias que afloran de entre sus grietas y escombros, son
tantas y en tal medida que ya no se pueden ocultar y menos si cabe por su total estado de descomposición. Si algo juega a favor de
los actantes de esta situación es que la ruptura de la frágil pared de la
desvergüenza se ha realizado en múltiples campos y casi simultáneamente, de
manera que las desfachateces que se han cometido se acumulan en interminables dosieres
en los juzgados hasta desbordar y provocar la avalancha informativa que nos cubre
cada día.
Mi vecina sorda asegura y reafirma
que es este gobierno el que está impulsando descubrir la verdad y que por eso
ella piensa volver a votarles. No hay más ciego que el que no quiera ver, eso
es cierto. Ciega está ella por no querer ver la realidad de los robos,
palabra poco usada por los medios de comunicación y sin embargo creo que es la
más clara para explicar la situación, pero yo también asumo mi parte de ceguera
por no ver que existía un muro de contención del escarnio
social que se ha practicado, en todos los ámbitos políticos sociales.
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