sábado, 14 de noviembre de 2015

EL PERRITO DE BASILIO



Creo que ya os he hablado de Basilio, ese hombre de ninguna parte que vive en un pequeño coche aparcado en una esquina, junto al estadio de fútbol de mi ciudad.
Basilio, estos últimos meses, ha cambiado su pauta de vida; ya no otea los semáforos por las mañanas, no obstante, aún mantiene la costumbre de permanecer ojo avizor con todo lo que ocurre en su barrio. Sí, su barrio porque, desde hace unos meses, se ha instalado en él, como quien no quiere la cosa, definitivamente. Primero tenía su puesto en la calle, con su cochecito aparcado en una esquina con sombra, ahora ya posee una habitación en la que pernocta. Su habitación está en una de las fincas adyacentes al campo de fútbol. Ya no va a los edificios públicos a tomarse un café por las mañanas. No es la única novedad en él, pues, ha adquirido un nuevo vestuario; hoy en día lleva ropa elegante, aunque de otras temporadas, que, seguramente, me atrevo a pensar que se la han proporcionado los vecinos. Como está acostumbrado a vivir pulcramente, con pocos medios, siempre mantiene un aspecto limpio y presentable en cualquier momento del día.
Hace unos días, volví a fijar mi atención en él, cuando pasé por delante del sitio donde tiene estacionado su cochecito, lo vi sentado dentro, muy ensimismado, leyendo un libro. No tendría mayor importancia este hecho si no fuese porque el libro era electrónico. Basilio demostraba bastante destreza para pasar las páginas con un rápido movimiento de su dedo índice. Me sorprendió que tuviese un aparato tan moderno aunque tampoco era de extrañar, pues recordé que le había visto, desde siempre, hablando por teléfono móvil, como cualquier otro viandante de hoy en día. También me sorprendió que ya no demostrase preocupación por buscar un sitio libre de aparcamiento para poderlo ofrecer a los conductores azorados de la zona. Por su forma de comportarse, me pareció que ya sólo se dedicaba a conversar con los vecinos y tomaba el sol con ellos, como cualquier jubilado del barrio, pues, aunque tenemos buen clima, la temperatura baja durante las primeras horas del día y el calor que desprenden los rayos inquietos de noviembre, siempre son agradecidos por las personas que pasean por la zona.
Hoy le he visto llevando un perrito atado a un arnés. Basilio lo paseaba, entre los coches, como cualquier otro vecino haría cuando sale con su mascota, a la calle. Es curioso, el perrito mostraba el mismo aspecto pulcro y aseado que su amo. Dicen que los animales de compañía son el espejo de sus cuidadores. Realmente, me he aventurado a pensar que ese animalito sea suyo aunque, tampoco tengo por qué dudar de ello, pues tener una mascota no es nada anómalo. Estoy casi segura de que Basilio pretende comportarse como cualquier otro vecino que vive en una comunidad y se encuentra dispuesto a adquirir todos los estereotipos de nuestra sociedad. Creo que no debo prejuzgar a Basilio por haber buscado, en un animalito, el remedio de la compañía que,  tal vez, no encuentra de otra forma.
También he observado que al mismo tiempo que paseaba con el perrito conversaba con alguno de los mendigos que tan numerosos son en la otra calle. La conversación aparentemente de tono sosegado, no obstante, denotaba una actitud de dominancia. Pero no, no quiero ser suspicaz. No quiero imaginar que Basilio sea capaz de estar viviendo de los otros seis mendigos que viven en la calle y a los que he visto que visita, de vez en cuando, y quienes, cuando hablan con él, casi le reverencian como si fuese su jefe. No quiero imaginar que Basilio se ha buscado un sustento a base de amenazar a los otros ocupantes de la calle, que duermen y viven en ella, y digo que no quiero imaginarlo, porque quiero pensar que, cuando veo a Basilio conversar con ellos, lo hace como cualquier otro vecino que les saluda y les pregunta cómo han pasado la noche. No quiero imaginar que Basilio, aquel hombre madrugador que hasta hace poco se fijaba en nuestras conversaciones matinales sobre el tiempo o los resultados futbolísticos, como alguien que ahora se dedica a explotar a los que se encuentran en un escalafón más bajo que él, porque si es así, entonces esa idea que me había forjado del hombre afable que pretendía integrarse en el barrio, se derrumba en mi imaginario.
A partir de ahora, observaré a Basilio con otra mirada, le veré, todos los días, fumar y tomar café mientras pasee, con su perrito, por las calles cercanas al estadio, ¿andará buscando una nueva forma de vida o estará repitiendo la que vivió en su desconocido país?




*El relato anterior sobre Basilio es: 
http://detrasdelaestanteriailustrada.blogspot.com.es/2015/02/basilio-uno-mas-del-barrio.html 

4 comentarios:

  1. ¡Quiero esa sengunda parte para mi revista!

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  2. Hola Pere, claro que sí y seguro que habrá algún capítulo más. Gracias por la lectura.

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  3. No lo quieres pensar pero lo intuyes. Es triste que , al final, siempre pueda aparecer el lado oscuro.

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    1. Dicen que no debes creerte todo lo que ves pero, a veces, los hechos no engañan. Gracias por la lectura y comentario.

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