sábado, 30 de julio de 2016

MI VECINA SORDA CON AUDÍFONO NUEVO


Seguro que pensaréis que soy algo masoquista. No, no es tal, pero lo cierto es que cuando llevo unos días sin verla echo de menos su presencia. Se trata de mi vecina sorda ¿La recordáis? Sus visitas se acompañan de impertinencias del tipo:
“Nena, a ver si te cuidas un poco que estás engordando” o quizás ésta más directa como:
“Vaya, creí que seguías durmiendo, porque, la verdad, nunca sé cuando haces la siesta.”
Lindezas de este tipo hacen que sea un personaje de traca, con bombazo final en cada encendido.
La visita de ayer fue de esas que no se olvidan por mucho que pase el tiempo.
Llamó a mi puerta y por el número de timbrazos comprendí que se trataba de ella. En el fondo me alegré, pues hacía tantas semanas que no se dejaba ver, que empecé a preocuparme por su salud. Digo en el fondo, porque después me arrepentí de su visita.
-Nena, ¿estás despierta?
No le contesté. Le abrí la puerta y le franqueé la entrada. Antes de que pudiese preguntarle nada me anunció:
-Estoy muy contenta. Me he comprado un audífono nuevo. Éste dice que me dará más resultado, sin embargo, las pilas son tan caras que debo apurarlas al máximo. Ésta que llevo puesta empieza a agotarse. Lo más seguro es que me ponga a hablar y no te escuche. No hace falta que me contestes. Cuando me canse me voy y ya está.
Pensé que era la misma de siempre y que no importaba que oyese o no.
Tras dar un buen repaso a mi casa, a mis macetas y a mi falta de pericia hogareña retomó el tema que más le preocupa: el desgobierno.
-¿Te has dado cuenta de que a este pobre hombre, Rajoy, no le hace caso nadie? Ni los que tiene alrededor le hacen caso. Lo que tienen que hacer es dejarlo gobernar con ese tan guapetón y elegante catalán, aunque, no sé, no sé, ese jovencito es de los vecinos de arriba y esos nunca son de fiar porque todo lo quieren para ellos.
Opté por no contestarle, aunque el silencio es, a veces, un arma de doble filo. Me callé. Según su advertencia ahora podía oírme así que tenía que ser prudente y pensar muy bien mis palabras para que resultase lo menos dañino posible. Su conversación nunca pude ser discreta, pues aunque oía no dejaba de gritar al hablar y prueba de ello era que mi canario, ante los gritos que propinaba, no cesaba de cantar y así mi vecina me lo hizo saber. Cansada de su monólogo terminó por interrogarme directamente:
-¿Qué piensas tú de lo que está ocurriendo?
Casi me había decidido a contestarle cuando me atajó con otro comentario:
-Dicen que van a quitarnos la pensión. A mí no me pueden quitar más de lo que tengo así que quiten a otros como los que no tienen cargas familiares porque son solteros.
Al decir esto debió de caer en la cuenta de que ese era mi caso así que pretendió arreglar un poco su incómodo raciocinio:
-Bueno, que miren primero a ver si el balance les cuadra.
Por cambiar el tema de conversación, pues ya comenzaba a cargarme con sus comentarios sobre la economía actual, le pregunté por sus cuatro gallinas solitarias que tiene en un gallinero en la terraza. La pregunta le sobresaltó.
-¿Te han dicho algo las estudiantes que tengo alquiladas en el piso de debajo? Es que me han dejado anónimos diciendo que huelen mal, ensucian y provocan la proliferación de roedores.
Ante este comentario dije:
-Si son anónimos no puede afirmar que sean ellas o quizá otros vecinos ¿no cree?
-Sí, son ellas. Estoy segura. Lo sé porque una es votante ‘del coletas’ y la otra de los comunistas.
Al oír ese comentario me dio la risa. No lo puede evitar.
-No te reías. Lo sé perfectamente porque cuando vienen a pagarme siempre me dicen:
“Salud, señora, salud es lo único que necesitamos”
-Y claro eso sólo lo dicen los comunistas.
Me resultó imposible ahogar una carcajada.
Ella que es sorda, pero no tonta y comprendió que me estaba riendo de sus comentarios así que cortó por lo sano.
-Nena me voy que este aparatito parece que se queda sin pila.
Cuando ya estaba casi en la puerta y a modo de despedida me dijo:
-Bueno a ver si sales a caminar que no te veo nunca y eso no es bueno.
Cerré la puerta y pensé en las gallinas encerradas y en las estudiantes que las padecían.
¿Su situación sería una metáfora del actual galimatías político? Mejor lo pensaré en otro momento.

2 comentarios:

  1. Muy buena conversación , a mi me pasa eso con las abuelas que cuido en mi trabajo , están tan sordetas que no te escuchan. Un abrazo

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  2. Esta mujer no es sólo sorda sino que cierra su mente a lo que le digas. A veces te hace perder la paciencia. Gracias por la lectura y comentario.

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