Dicen que los recuerdos son en blanco y negro, sin embargo, estas
imágenes de mi infancia, son a todo color. Aquel verano había sequía. El
riego se establecía bajo un riguroso y estricto turno. Mi padre
necesitaba buscar al regador para pedirle el agua que tanta falta les
hacía a los plantones de los naranjos. Tanto a mi hermana como a mí nos
hizo ilusión acompañarle en su recorrido por la huerta del pueblo. Nos
montamos en el pequeño 850 color amarillo. Mi
padre no eran muy buen conductor, no obstante, intentaba esquivar todos
los baches de las polvorientas sendas. Bajamos las ventanillas y
dejamos entrar el viento reseco. El camino terminaba en un murete que
servía de linde para la finca llamada del Comandante. Nos bajamos del
coche y buscamos la sombra de unas enormes higueras que se escapaban del
bajo murete.
-Voy a buscar al regador. –Recuerdo que nos dijo mi padre. –Esperadme aquí.
Por supuesto que le íbamos a esperar. No sólo la sombra de las higueras
era reconfortante, sino los sabrosos frutos que de ellas comenzamos a
degustar nos animaron más a obedecerle. Las dos, encaramadas en el
murete comimos, hasta saciarnos de aquellos negros y sabrosos higos de
variedad napolitana que endulzaron la larga espera.
-¿He tardado mucho? –Nos preguntó mi padre jadeante por la carrera y la preocupación por habernos dejado solas tanto tiempo.
Las dos le sonreímos a modo de respuesta y con las manos llenas de los higos que no habíamos podido consumir se los ofrecimos.
-No creo que al comandante le haga mucha gracia que os hayáis comido sus higos. –Dijo mi padre con una gran sonrisa.
Tanto mi hermana como yo nos reímos de la falsa reprimenda de mi padre.
Han pasado muchos años de aquello y os puedo asegurar que nunca he
vuelto a comer un fruto tan sabroso como aquellos higos napolitanos de
las olvidadas higueras del huerto del comandante.
P.S.: A mi madre le encantaron aquellos dulces y sabrosos higos.
hola! que lindo recuerdo o relato, contigo no se sabe bien,porque mezclas fantasticamente pasado y futuro, sueño y realidad, te contamos que en nuestra cas hay una higuera que trajo mi abuelo, no recuerdo de donde y ya va para cuarenta años, y da frutos, ahora no tanto para todo el barrio, gracias! saludosbuhos
ResponderEliminarQueridas amigas
EliminarTanto la higuera como el olivo por mi tierra tienen valores añadidos de lazos familiares. A mi padre no le pareció bien nuestra actitud de tomar los higos sin pefip permiso, pero ¿quién no era capaz de caer en esa tentación?
Estoy segura que su abuelo planto la higuera para que nunca le olvidasen. Muchas gracias por leer y comentar mi relato. Disculpen que no escriba tanto, pero por aquí es verano y el calor manda. Un abrazo amigas buhitas.
Qué bonito Francisca, los recuerdos de la niñez. Mis recuerdos también son a color, y vívidos además, al menos la mayoría de ellos.
ResponderEliminarMuchos besos :D
Querida Margarita,
Eliminarlos recuerdos nos hacen sentirnos vivas.Espero que hayas disfrutado de la lectura de este breve relato. El verano me ha quitado tiempo para escribir más. Un abrazo.
Moltes gràcies, Paqui, per deleitar-nos amb els teus relats.
ResponderEliminarQuins records més bonics de quan ereu xicotetes i més amb ton pare, que era tan volgut, "una bona persona", lo millor que és pot dir d'algú.
Gràcies a tu Susi,
Eliminarno sé res de tu des de fa molt de temps. Espere que hages tingut un bon estiu i hages gaudit del teu net molt. Besets.