miércoles, 3 de julio de 2019

BENITA ANGUINET FRENTE A LA DUQUESA BOMPASSAR . 09


La extraña belleza de aquella mujer no lograba dejar a nadie indiferente. De piel nacarada, su ensortijado cabello castaño y la vivacidad de sus ojos de color verde intenso, remarcaban una beldad seductora que se remataba con unos labios rosáceos y carnosos. Todas estas facciones dotaban a su rostro una gran sensualidad a la misteriosa dama. Consciente de su rara hermosura, la duquesa de Bompassar, que era así como se hacía llamar aquella fascinante mujer, se vestía de colores oscuros, con el fin de resaltar aún más la blancura de su piel. Al contrario que la maga Benita, llevaba los brazos cubiertos por unas tupidas mangas que sólo dejaban ver sus pequeñas y blancas manos. En su generoso escote, escasamente cubierto por la mantilla que lucía engarzada en los cabellos, resaltaba el camafeo de ónice que le había sido sustraído a la maga Benita en el escenario.
-Querida duquesa de Bompassar. Lo confieso. No esperaba encontrarme contigo tan pronto. –Dijo Benita con un tono calmado. –De hecho, casi estaba convencida de que nunca más volveríamos a coincidir en este tiempo y en este mundo.
La interpelada soltó una risita que sonó a impostada.
-Te equivocas, amiga Benita. Necesitaba verte lo antes posible. Tanto tú como yo estamos hechas de la misma inquietud. La energía se busca para retroalimentarse entre ella.
-Puede que ambas seamos energía, como tú dices, pero de polos opuestos. –Le respondió con rapidez la taumaturga Anguinet. –No podemos permanecer juntas mucho tiempo porque nuestros poderes son inversos. Las consecuencias resultarían irreparables tanto para tu magia como para la mía.
-En eso tienes razón, querida colega.
La duquesa de Bompassar posó su mano sobre el camafeo con la clara intención de cautivar nuestra atención sobre la joya.
-Siento que mi lacayo te hiciese esa rozadura que llevas en el cuello. Pero estaba segura que sería imposible que me lo dieses a las buenas. Era la única forma de conseguirlo ¿Me equivoco?
-En absoluto. Nunca te lo habría dado. –Le respondió Benita.
La duquesa soltó una nueva risita de satisfacción.
-¡Lo sabía!
-Pero estás equivocada si piensas que conseguirás más poder con él en tu poder. –La prestidigitadora le respondió con vivacidad. –Sabes perfectamente que la magia que encierra no se puede obtener a la fuerza. A menos que…
-A menos que… -Continuó la duquesa de Bompassar. –Que logre tener los cuatro elementos en un mismo espacio temporal.
-Y ya sabes que eso no se va a producir mientras yo pueda evitarlo. –Le respondió Benita Anguinet con una sonrisa en los labios.
-Ya, ya lo sé. – Le respondió la duquesa asiéndose la joya. –Fuiste muy astuta al dividir los poderes del maestro Houdin en cuatro elementos.
Benita, con un tono de complacencia le atajó.
-Pero no sólo fue eso lo que hice. También los envié fuera de tu alcance al introducirlos en un espacio temporal distinto al tuyo.
Marta, al escuchar esta contundente contestación de la maga Anguinet, empezó a comprender el motivo de todo lo que ocurría. Sin proponérselo había entrado a formar parte de la rivalidad de dos magas que vivían en el siglo XIX. Sus vidas y disputas se habían cruzado con la suya, aunque no formasen parte del mismo siglo. Ese cruce de épocas y conflictos había estallado en algún momento, pero todavía no acertaba averiguar cuándo había sido y el motivo por el que ella se había visto implicada.
La duquesa de Bompassar soltó una risa de satisfacción ante la seguridad y rotundidad con la que le contestaba su rival.
-Bueno, es cierto todo lo que dices, querida Benita, y, aunque yo no puedo cruzar el espacio temporal porque el gran mago Houdin me lo prohibió, eso no quiere decir que no pueda servirme de alguno de mis ayudantes. El increíble Norberto casi lo había conseguido. De no haber sido por esta entrometida –Señaló a Marta. –Ya tendría las cuatro piezas para juntarlas y lograr el poder máximo.  Ella me ha desbarajustado todos mis planes. Pero, no importa. Sólo me llevará un poco más de tiempo averiguar dónde los ha escondido. El camafeo me orientará hasta ellos.
De pronto, la duquesa maga se abalanzó sobre Marta y tomándola por el brazo tiró de ella hasta aproximar su rostro hasta el suyo.
-Vas a decirme dónde se encuentra los pétalos petrificados, el as y la nota manuscrita ¿verdad?
Marta se asustó al comprobar que aquellos ojos verdes que, en un principio le habían semejado pacíficos y serenos por su bello color verde esmeralda, habían virado hacia tonalidades oscuras y densas que centelleaban como si fuesen dos piedras alexandritas capaces de cambiar de color según la intensidad de la luz que les incidía. La archivera sintió la fuerza descomunal que aquella mujer, aparentemente frágil, ejercía sobre su brazo con el claro deseo de arrancarle la información que deseaba. Estaba a punto de gritar cuando el carruaje dio un fuerte frenazo que provocó que Benita, Tonino, la duquesa y ella terminasen apelotonados en uno de los laterales del coche. La puerta se abrió de golpe. Benita reaccionó con una agilidad pasmosa. La prestidigitadora, a pesar de su voluminoso cuerpo, empujó a Tonino hacia el exterior y a continuación, saltó ella al exterior. Tomó con una mano a Marta y, con la otra arrancó el camafeo del cuello de la duquesa. La maga de Bompassar, al perder la deseada joya pareció perder fuerza. Al instante, soltó el brazo de Marta. Gritó por la rabia que sintió al tener que dejar su presa y perder la joya. La duquesa también salió del carruaje tras ellos, pero no lo hizo por su propio pie, sino convertida en un gavilán que chillaba rabioso por haber perdido su presa. El ave de rapiña se alejó por la calle dando tumbos en un vuelo torpe que le obligó a llevar, durante unos segundos, un aleteo rápido y desigual para conseguir remontarse hasta desaparecer de su vista.
Tanto Benita, como Tonino, el acróbata, y Marta se detuvieron sorprendidos por aquella inesperada transformación de la fuerte rival.
-¡Ya tenemos otra vez el camafeo! –Gritó Benita empuñándolo en su regordeta mano derecha.
-Pero no por mucho tiempo lo conservará, madame.
Ante ellos se presentó Norberto, el supuesto amigo de Marta, que vestía un traje negro, chaleco rayado, chistera y un bastón en la mano.
-¡Diablillo! –Ordenó. –Dámelo.
El travieso niño cabizbajo obedeció la orden que se le había dado.
-No serás capaz de traicionarnos ¿verdad? –Le preguntó la maga Benita al truhan.
-Lo siento, pero no tengo otra opción. –Se justificó el pícaro. –Tengo unas deudas con la duquesa de Bompassar y si no hago lo que me ordenan peligra mi libertad.
La maga alargó la mano en la que sujetaba el camafeo e hizo mención de entregárselo a Diablillo.
-¡No lo hagas, Benita! –Le suplicó Tonino el acróbata.
La maga lo miró y, con una sonrisa enigmática, le respondió a su súplica.
-No te preocupes. Estaré con Isaac.
Y nada más decir esto puso el camafeo en la manita de Diablillo y, a continuación, lo agarró para después hacer que ambos desapareciesen ante la mirada atónita de todos.




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