Después de un verano caluroso y bastante seco llegan las tormentas
y os puedo asegurar que, aunque esta tarde no ha caído ni una gota por la zona,
en mi casa ha sido una verdadera tormenta de palabras pedrisco. Digo pedrisco
por no decir chuzos de punta pues cada una de las opiniones desarrolladas por
mi querida vecina sorda se han convertido en dardos envenenados que he tenido
que esquivar como he podido.
Todo ha comenzado como una tarde cualquiera. Dado que el tiempo se
mantiene tan borrascoso y que ni llueve ni deja de amenazar lluvia, he decidido
sentarme a ver una hermosa película melodramática cuando, en ese instante, ha
sonado el timbre de mi casa. Dos largos timbrazos que han conseguido ponerme en
guardia al instante.
He abierto la puerta y allí estaba decidida a irse porque no le
abría en el instante que ella pensaba. Mi vecina venía dispuesta a verme pero
pensaba que estaría durmiendo (¡cómo no!) pues es lo único que hago, según
ella. Le he dicho que hoy, sábado, día de descanso, la gente normal, como yo,
se dispone a pasar su tiempo libre como quiere. No sé por
qué me he molestado en darle esa explicación pues, no me ha prestado ninguna
atención, y se ha fijado en las plantas de mi terraza que, según ella, no
quiero porque no las riego bastante. Como esa cantinela ya me la sé, no le he
contestado y le he invitado a que pasase a casa. Se ha sentado y ha visto que
tenía el ordenador encendido a lo que ha opinado que todo lo que aparece por
ahí es contra el ‘pobre hombre éste’ que hace lo que puede pero que la alemana
lo dirige muy bien. Ya os podéis imaginar de quién estaba hablando. Sin darme
tiempo a réplica, ha continuado con sus elucubraciones y ha proseguido con su
monólogo.
“Tenemos suerte, la alemana
se entiende muy bien con ‘este hombre’ ¿no los viste el otro día en la
televisión? Se les notaba felices y llenos de alegría. Seguro que soluciona los
problemas que tenemos, porque no me dirás que ahora, los que se han metido a
mandar aquí, son tres y seguro que uno por otro no se pondrán de acuerdo y
pasará lo que pasará”
Bueno, la he dejado con su catarata de conclusiones y he pensado
que el efímero presidente, ante los ojos de mi vecina sorda, ya va perdiendo
atributos, pues ya no le llama por el nombre, al igual que su homóloga germana
que tampoco tiene nombre y sólo es reconocible por su color de pelo.
Como se ha dado cuenta de que no le seguía el tema, me ha preguntado por mis trabajos de
ganchillo. Le he ensañado alguno y me ha dicho:
“Tienen buen aspecto ahora
sólo falta que cuando te los pongas te sienten bien”
Esta vez estaba preparada emocionalmente para no reaccionar ante ese ataque así que ella sola ha regresado a su tema favorito: la actualidad política.
"¿Verdad que éstos que están ahora no tienen categoría?" Creo que a estas alturas ya sabe por dónde atacarme para que le responda. Ante tal pregunta le he re-preguntado qué entiende ella por categoría a lo que me ha contestado muy convencida.
"Es cierto que los que estaban antes robaban pero lo hacían con categoría, iban bien vestidos y se les veía muy educados"
Os podéis imaginar que ahí ya no he podido contenerme y he derrochado energía para hacerle comprender que todo era fachada, que nos han esquilmado a la comunidad. También le he mencionado que lo de buen aspecto y educación es imposible que ella lo considere porque se han reproducido conversaciones vergonzantes con vocabularios soeces que no soy capaz de repetir en ningún momento. En ese instante el aparato, creo que lo tiene programado para hacerlo, ha comenzado a silbar y emitir sonidos extraños, por los que me ha dicho que no podía oírme y que no me molestase en hablarle. Como ocurre siempre en esas ocasiones de incomunicación completa, mi vecina opta por despedirse, no sin antes recomendarme que riegue más mis plantas que demuestran tener mucha sed. Ha vuelto a ser una visita intensa y exhaustiva que ha hecho que me sintiese clavada en un tablero como si un lanzador de cuchillos me hubiese usado como diana.
Caramba con tu amiga... muy buen relato...
ResponderEliminarUn abrazo
Hay personas que agotan sólo con una conversación y mi vecina sorda es de esas, de las que requieren toda la energía del mundo para poder soportarlas. Gracias por la lectura y comentario Suni.
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