Me pongo el uniforme. Entro a trabajar. Vendo las entradas. Estoy segura de que nadie me mira a la cara cuando le doy las entradas con el cambio. Me gusta esa intimidad. Soy anónima para ellos por eso puedo mirarles a la cara directamente. Les conozco. Les he visto por las calles de nuestra ciudad, paseando, en el supermercado, en la consulta del médico, en la cafetería o tomando una copa con los amigos, pero, sin embargo, no son los mismos cuando vienen al cine.
New York Movie, Edward Hopper (1939) |
Algunas veces, a mitad de la película, salgo de mi cabina y me quedo en el pasillo. Escucho. No puedo ver la pantalla aunque tampoco lo necesito. Presto atención a los diálogos. Me introduzco en la historia. Me pierdo dentro de ella.
Es, en ese instante, cuando imagino que soy un personaje más del celuloide. Desaparecen los problemas cotidianos, esos que siempre se reducen a lo mismo: el dinero. Me gusta entrar en la pantalla porque allí dentro encontraré un final, puede que sea feliz o no, pero no será azaroso. Mientras imagino estas cosas, en el pasillo del cine, apenas iluminado, es, en ese instante, cuando más acompañada me siento y deja de pesarme mi soledad. Ese instante es el que quiero que nunca termine, en la penumbra sonora de la proyección. Todo se desvanece con la sintonía de los títulos de crédito. Vuelvo a la realidad. Regreso a la taquilla. Vendo más entradas. Continuarán dándome el dinero sin mirarme a la cara. Volveré al pasillo. Serán caras nuevas con diálogos nuevos de una misma película desde la penumbra del pasillo del cine.
Intenso y sentido. No precisa más frases, ni tampoco le sobran. Enhorabuena.
ResponderEliminarLas taquilleras forman parte de la magia de los espectáculos. Gracias por leerlo y comentarlo.
ResponderEliminarLa taquilla era el agujero por donde se intuía otro mundo, de aventuras y de magia. Solo con ver a la taquillera, generalmente una mujer, conocida por nosotros en aquel cine de nuestro barrio, ya sabíamos lo que nos espetaba: la felicidad.
ResponderEliminarElla formaba parte de la sensación de que aquello que ibas a ver era especial. Gracias por leer y comentar mi relato.
ResponderEliminarTaquilleras, acomodadores... No aparecen en más títulos de crédito que en los de nuestros recuerdos. Aquella tan simpática, la que nos buscaba una buena localidad si era numerada, la amargada... Y los acomodadores, buscando con la linterna un sitio cuando el cine estaba muy lleno. La fila de los novios...
ResponderEliminarTodas estaban dispuestas a cumplir en su cometido. Un oficio que parece ser absorbido por las nuevas tecnologías pero que sigue teniendo su encanto. Gracias por la lectura y comentario.
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