Lanzó una piedra al
estanque y contempló las ondas que el agua formaba con la violencia del choque.
Las miró como si fuesen fáciles de tocar con sus dedos. El movimiento se había
convertido en el propio espectáculo de sí mismo. Cansado de perseguir a la
imaginación buscó una salida hacia lo que parecía real, pero se deshacía con lo
imaginable. Lloró. Se levantó del borde del estanque y sus pasos le encaminaron
hacia el pueblo. Quería pensar quería saber por qué sentía esa amargura que le
quemaba en el interior de su cabeza, pero mientras lo meditaba escuchó
unas risas. Estaban muy cercanas a él. Eran tan frescas como las mismas
cascadas del agua limpia que había dejado a sus espaldas. Sigiloso, como un
ladroncillo en busca de algún tesoro, husmeó los alrededores para ver si
alguien le estaba observando. Estaba solo. Se dirigió a uno de los
árboles del camino para esconderse y poder observar de dónde venía aquella risa emanada
como un torrente. Las risas eran de varias gargantas como un coro de ilusión. El pillete agudizó la mirada y comprobó que eran unos niños y unas niñas
que, acompañados de su madre, miraban a un hombre que actuaba
para ellos. Era de avanzada edad y casi no podía moverse mucho, pero no por
ello dejaba de provocar la risa de los pequeños y la que parecía ser su
madre. Llevaba una nariz de payaso y hacía unos juegos de magia. Escondía cartas
en sus bolsillos que aparecían en los lugares más insospechados de su ajada
chaqueta. De pronto, sacó una nuez de uno de sus bolsillos y la mostró a todos
como si de un tesoro se tratase la introdujo en su puño y al poco lo abrió para mostrar que ahora eran dos. Los niños reían y aplaudían con
el truco y el hombre, a pesar de que le costaba mantenerse erguido, disfrutaba con la
alegría de los pequeños. En un instante dado levantó la mirada y observó al
pequeño fisgón que les observaba desde el árbol del camino. Levantó el brazo y
con la mano le hizo un gesto indicándole que se acercase para estar con ellos.
El muchachito se sintió azorado al haber sido descubierto desde su improvisado observatorio,
pero cuando vio que todos se volvían a mirarle y que la mujer le sonreía y
también le indicaba que se acercase al grupo tomó confianza y avanzó.
Y así estuvieron un
buen rato todos riendo las ocurrencias de aquel viejo payaso que le costaba
mantenerse en pie, pero que no dejaba de hacerles reír con sus bufonadas.
Circus, 1918 |
Comenzó a oscurecer. La
madre recogió a sus pequeños como si se tratase de una gallina que reúne a sus
polluelos y el viejo payaso se despidió dándole las gracias por las frutas y
huevos que le regaló. El muchacho se despidió de ellos y emprendió el camino contrario
al del payaso. Regresó a su casa. Por el camino recordó en todo lo que le había ocurrido esa
tarde. Había visto las ondas del agua como se alejaban del centro y, sin embargo, él había
hecho lo contrario que era acercarse a un grupo desconocido atraído por su alegría.
Caía la noche cuando llegó a su casa. Allí todo parecía tener el mismo
aspecto que cuando salió por la mañana, pero, sin embargo, notaba que algo había
cambiado. Se miró en el espejo de la entrada y vio que ya no era exactamente
como se había mirado en el reflejo del estanque donde las ondas se habían
movido alejándose. Escuchó a su madre que lo llamaba para la cena. Tenía hambre
así que pensó que si algo había cambiado en él ya lo averiguaría mañana.
Hola Francisca!
ResponderEliminarSin duda el ser humano necesita una motivación para, en ocasiones, poder superar la tristeza y la melancolía´
Rodearse de gente positiva, de gente honesta y comprensiva, que te da su apoyo, ciertamente te puede cambiar la vida en una abrir y cerrar de ojos.
Si yo tan sólo me conformo con que me sonrían una vez al día aunque sea!! ¿No te pasa a tí que cuando cruzas la mirada con la dependienta, con el panadero, con esa persona con la que coincides todos los días, y ya casi parece parte de tu vida, y te sonríen con los labios o con la mirada ya te han alegrado el día?
Si al fin y al cabo los seres humanos no somos tan complicados!!!
Me ha gustado mucho el relato. Enhorabuena!
Es cierto, la vida es má sencilla de lo que pensamos, un gesto, una sonrisa y una palabra dicha con cariño nos hace ver las cosas de mil maneras distintas. El protagonista del relato vive, sin saberlo la angustia de afrontar el cambio en su carácter de niño a adolescente, por eso, la imagen del payaso anciano se entrecruza con la de la madre protectora como fases de una misma vida. Todo muy simple y complejo como un truco de magia sencillo.
ResponderEliminarGracias por la lectura y comentario a mi relato.