El fotógrafo venía de vez en cuando a ver a su hermana al pueblo y, además, aprovechaba la visita, para trabajar en su negocio: hacer fotografías. El fotógrafo era el de las fiestas.
Mi madre no recuerda cuando les tomó aquella foto. Quizá fuese un día de fiesta porque los dos iban muy bien vestidos. La escena era la típica: ella con su vestido nuevo y mi padre con el traje de chaqueta de los domingos y con la gabardina colgada del brazo, en la mano un cigarrillo encendido. Aquel hombre, de carácter agradable, se dejaba ver en todas las ocasiones especiales. Les ofrecía su trabajo artístico como un recuerdo de ese día para toda la vida.
"¡Claro que queremos una foto! ¿Cuándo estarán?"
Y el fotógrafo les explicaba que todo tenía un proceso que ya volvería con las copias de los negativos la próxima semana.
Entre los recuerdos familiares fotografiados por ese fotógrafo ambulante hay una foto mía. Tampoco sé cuándo la tomó. Mi hermana afirma que fue el día de su Comunión. Las dos llevamos el vestido amarillo con entredoses blancos que remataban con unas rosas de la propia tela. Sé que eran amarillos porque los vi; la fotografía en se blanco y negro.
Mi hermana me dice que yo me negaba a que me tomasen la foto. Que lloré y lloré hasta que el fotógrafo, con gran paciencia, hizo una mueca graciosa y me arrancó una sonrisa.
Creo que en casa hay más fotografías de ese fotógrafo ambulante, aunque puede que las más realistas sean esas dos en las que siempre me detengo a estudiar sus detalles. Quizá sean las que mejor nos identifiquen.
Un día el fotógrafo dejó de venir al pueblo. Ya no fotografiaba fiestas ni actos sociales. Había abandonado el oficio por otro más estable según le dijo a su hermana en la última visita que hizo a su hermana.
Ha pasado mucho tiempo y de vez en cuando miro las fotografías de aquel fotógrafo ambulante, siempre me asalta la misma pregunta, pero nunca encuentro la respuesta.
Me has llevado a mi infancia. Por el Paseo de Catalina de Rivera, aquí, en Sevilla y otros lugares emblemáticos se veía frecuentemente aquellos fotógrafos de antaño, con un babi y su artilugio.
ResponderEliminarFormaban parte del paisaje e inmortalizaban momentos entrañables de la gente de todas las edades.
Bonitos recuerdos me has traido.
Gracias, guapetona.
Un besito.
Querida Mari Carmen la que me hace feliz eres tú con tus hermosas palabras sobre mis relatos breves de vendedores "de ilusiones" Los fotógrafos hacían uno de los oficios más bonitos del mundo: guardar nuestros recuerdos para siempre. Gracias por compartir tus recuerdos conmigo también. Un abrazo.
ResponderEliminarQue linda entrada...llegué a tu blog a través del blog de las buhitas y me alegra tanto haberte encontrado...yo también recuerdo a esos fotógrafos que se paseaban por las plazas, algunos con caballitos y sombreritos de vaquero para los niños...que recuerdos!...gracias por compartir tan linda entrada...ya te sigo y te invito a visitarme cuando gustes...Un abrazo! http://monalisa40.blogspot.pe/
ResponderEliminarHola MaritaAA:
Eliminara mí también me hace mucha ilusión saber que te ha gustado mi relato. Si sigues mirando las entradas anteriores te encontrarás más sobre los vendedores que se paseaban por los pueblos cuando era pequeña. Espero te gusten y si te parece bien me encantaría que opinases sobre ellos, pues siempre me ayuda mucho para continuar escribiendo. Paso por tu blog y, con mucho gusto, lo leeré y comentaré. Un abrazo.
Claro que si, poco a poco estaré leyendo tus entradas...Un beso!
EliminarLo mismo digo Marita. Muchas gracias.
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