http://detrasdelaestanteriailustrada.blogspot.com.es/2017/02/el-secreto-de-natasha-ivanoff.html
Muchos años después comprendí que la atracción
que la duquesa Natasha Ivanoff ejercía sobre todos se debía a su enérgica
personalidad junto a su exótica belleza. Cuando entraba en un lugar no podías dejar
de mirarla. Tanto si hablaba, como si se reía. El más ligero movimiento de su
mano atrapaba nuestra mirada como si estuviésemos hipnotizados por sus hermosos
ojos verdes. Ella era consciente de ese poder y sabía cómo utilizarlo para
atraer a quien necesitase en cada momento. A sus magnéticos movimientos se unía
ese acento peculiar que le hacía arrastrar las últimas sílabas y encandilaba
con su forma de hablar.
-Les digo que esas dos son un par de ladronas. Me
robaron todo lo que conseguí en América y ahora dicen que fueron ellas las
atracadas por mí. Son unas estafadoras o no han visto el número vodevilesco tan
malo que hacen.
Bartha convenció a los guardias para evitar que
la detuviesen por escándalo público. Ya fuera del Apolo, casi al trote, nos
dirigimos al teatro Ruzafa. Natasha continuaba hablando, aunque con un tono más
bajo y algo más calmada. Aquella mujer no cesaba de maldecir a las adivinas y
de quejarse de sus malas artes. Bartha no le contestaba, sólo tiraba de nosotros
dos como si nos arrastrase para apartarnos de las calles llenas de transeúntes
discreta y rápida. Ya en el interior del teatro, me soltó la mano y, con un
tono fuerte y autoritario el cual no usaba nunca, gritó:
-Cállate de una vez, Natasha.
Su grito nos sorprendió, aunque surtió efecto
inmediatamente. Sin mediar ni una palabra más, Natasha Ivanoff, rodeó el cuello
de Bartha con sus largos brazos y acercó sus labios a su boca hasta que ambos
se fundieron en un beso interminable. Presenciamos aquella escena con asombro.
Se trataba del reencuentro de los amantes.
Salí de mi embeleso cuando me tomaron del brazo para
apartarme de la pareja. Se trataba del director de la Compañía, Enrique Darqués,
que, con el dedo en los labios, indicándome que no hablase ni molestase a la
pareja, me apartó hacia un ángulo de la sala.
-Bueno, muchachito, qué preocupados nos tenías
¿se puede saber dónde te habías escondido?
Me sentí muy avergonzado y, aunque intenté
explicar qué había ocurrido, no pude terminar de exponer mis torpes excusas
porque, en ese instante, se acercaron, hacia nosotros, Edelmiro Bartha y
Natasha Ivanoff cogidos de la mano.
-Enrique, más tarde te contaré la aventura de
este niño que nos ha tenido en vilo, aunque me ha llevado hasta Rosaura y, lo
mejor de todo es que he encontrado a Natasha.
Aquel hombre bonachón y noble no podía ocultar lo
exultante que se sentía. Ella sonreía sin mirarnos.
-Mi querida duquesa Natasha Ivanoff qué alegría
volver a verla. –Le tomó la mano y se la besó. –Nos preocupó tanto su inexplicable
desaparición de nuestro lado. Si no recuerdo mal fue en la ciudad de Valparaíso
donde nos abandonó con esas técnicas de desvanecimiento teatrales que sabe
practicar con tanto arte ¿me equivoco? –Dijo Darqués con un cierto tono de
sorna.
-Admirado Enrique Darqués –le contestó la rusa
con una de sus más bellas sonrisas cautivadoras. –siempre es un placer
encontrarme con usted, pues, en más de una ocasión, me ha salvado de algunos
percances, no obstante, quiero aclararle que no desaparecí en Chile, sino que
fui secuestrada por una banda de malhechores.
Mostró intención de desarrollar otro de sus
reconocidas artes y que era el de contar relatos fantásticos, pero un enorme
estruendo enmudeció sus palabras. Al instante, Fausto apareció corriendo hacia
nosotros como alma que llevase el diablo.
-¡Ha ocurrido un desastre!
Se escucharon gritos y alaridos de dolor en la
zona del patio de butacas. Sobre el escenario y las tres primeras filas de
butacas se encontraba, hecha mil pedazos, la mano de cartón piedra que el
escenógrafo argentino construía.
-Esta mano está maldita. – Estaba tumbado en el
suelo gritando desesperado.
-¿Qué ha ocurrido, Rodolfo? ¿Estás herido? –Le
preguntó Darqués cuando llegó hasta él.
-En mi orgullo de artista, Enrique. Esa mano es una
maldición. Después de arreglar los dedos rotos, estábamos realizando la prueba definitiva
de peso y la enorme base ha hecho que se precipitase contra el patio de butacas
haciéndose añicos. –Sollozó el desconsolado artista. –Mi reputación de
escenógrafo está en entredicho.
Todos intentaron consolarle, todos menos yo,
claro, que había sido el causante del primer desperfecto en la pieza y, con
este nuevo percance, me sentí aliviado al ver que se había hecho añicos y, esta
vez, no era por mi culpa.
Mientras recogíamos los pedazos entraron Andreu y
Librada que regresaban de casa del profesor Ares y Miss Zakara. Qué alegría sentí
al volver a verles, pero, cuando me acerqué hasta ellos, Andreu, con tono
agrio, me preguntó:
-¿Dónde te habías metido? Nos tenías muy
preocupados.
Intenté justificar mi arranque de terror, pero
fue Librada la que intermedió y evitó una discusión entre nosotros. Nos unimos
los tres a recoger los trozos del artefacto hasta que Bartha, que no soltaba a
Natasha, nos indicó que era la hora de la comida y que debíamos alimentarnos.
-¿Quién es esa mujer tan guapa? –Me preguntó
Librada intrigada por la presencia de la duquesa rusa.
-Es la novia de Bartha. –Dije orgulloso de saber
algo que ellos desconocían. –Se han reencontrado gracias a mí.
No tuve oportunidad de añadir más misterio a mis
palabras porque, en ese instante, entró Carlota Planes como un verdadero
torbellino.
-Enrique, Enrique ven en seguida que te buscan en
la entrada del teatro unos policías.
Gritaba tanto que pensamos que sería algo muy
grave. El director, sin prisas, se levantó de la mesa y aún se permitió un
momento para demorarse con un último sorbo de la taza de café que tenía sobre
la mesa. La escandalosa actriz se sentó, junto a su marido, Miguel Máñez, y,
para calmar su ansiedad, comenzó a comerse la comida de su plato. Entre bocado
y bocado suspiraba como queriendo recuperarse del esfuerzo de haber llegado
hasta allí corriendo.
Miré a Andreu y vi que le susurraba algo al oído
a Librada, debía de ser alguna confidencia y sentí algo de celos e imaginé que
ya no era tan amigo mío como antes. Me entristecí. Miré a Natasha Ivanoff y
Bartha que también hablaban entre ellos y de vez en cuando él tomaba su mano para
besársela. A su lado estaba Carmen Caballero, la actriz amante de Darqués, ésta
los miraba de soslayo y sonreía por las caricias que se prodigaban los
enamorados. Comencé a entristecerme y casi me encontraba al borde de las
lágrimas porque, en ese instante, me sentía más solo que nunca. Echaba mucho de
menos a mi madre. Quería verla. Sentí el impulso de levantarme e irme de allí
corriendo, en dirección a mi casa en la huerta de Bonrepos*, pero, en ese
momento, regresó el director con una gran sonrisa en la boca.
-Compañeros y amigos, tengo una buena noticia que
daros y es que la policía ha recuperado los gemelos que nos robaron anteayer en
la pensión.
Bartha se incorporó y con tono de sorpresa le
replicó:
-¿Cómo es posible que los hayan encontrado tan
rápido?
-Muy sencillo, han seguido el rastro de la joya y
la han localizado en la casa de un perista. La policía ha venido a
entregárnoslo. Han detenido a un ladrón llamado Ginés Olí. Es uno de los
cabecillas de la banda de Aurelio Retall.
Al decir ese nombre Andreu soltó un grito
involuntario. Bartha lo miró y le hizo un gesto indicándole que se
tranquilizase. Recordé que mi amigo me había contado su involuntaria presencia
ante el frustrado robo del banco de Valencia mientras había intentado fugarse
hacia los poblados marítimos. Según nos dijo lo vio todo desde la penumbra de
la entrada del teatro Principal y, en el cual, si no hubiese sido por la
certera intervención de Bartha y Darqués, tal vez, él no estaría ahora para
poderlo contar.
El director continuó describiendo los detalles de
la detención de aquel ladrón y el feliz resultado de todas las pesquisas. La
comida terminó con aquella buena noticia. Regresamos al patio de butacas para
terminar de recoger las astillas del artefacto, en forma de mano, que se había hecho
añicos. Rodolfo gemía en uno de los rincones desconsolado, pero, de repente,
como si toda la pena del mundo se le hubiese ido de golpe se incorporó y se
dirigió hacia el director.
-Enrique, termino de tener una idea. Voy a hacer
la mano de otra manera y, esta vez, te aseguro que no volverá a romperse. No te
defraudaré. Te prometo que estará lista para el estreno del próximo mes de
marzo.
El director le palmeó la espalda y con su alegría
todos estábamos más aliviados y animados para continuar preparando el
espectáculo.
-El estreno será en marzo, pero antes debemos representar
algunas funciones de nuestro repertorio así que a ensayar se ha dicho.
Aún no había terminado de decir esto cuando, de
golpe, se abrió la puerta que daba al callejón trasero del teatro y un hombre
soltó un pequeño paquete que rodó junto a la pierna de Darqués. Aquel
misterioso objeto explosionó creando un fuerte estruendo y mucha humareda.
Había rodado tan próximo a la pernera derecha del pantalón del director que
ésta se prendió rápidamente. Cayó al suelo por el efecto de las llamas en su
ropa. Fue Natasha la que reaccionó con mucha rapidez. Tomó una de las lonas que
había de los decorados y se la tiró por encima para apagar el fuego que subía
por su pierna derecha.
Mientras, en la calle, se escuchaban gritos y
golpes propinados por los guardias de asalto, todos corrimos a atender al
director que se retorcía de dolor a causa de las llamas.
La pronta intervención de la rusa evitó que el
fuego se le propagase más allá de la pantorrilla, pero, así y todo, tuvo que
ser trasladado en una improvisada camilla hasta uno de los camerinos donde fue
atendido de urgencia. Las quemaduras fueron serias, según dijo el médico, por
lo que se le prohibió que realizase cualquier actividad mientras se le
practicasen curas. Parecía que la mala suerte perseguía a la compañía cuando de
repente se escuchó una voz que, desde la puerta, dijo:
-¿Llego en mal momento?
Ni Andreu, ni Librada ni yo lo conocíamos, pero
todos los miembros de la Compañía saltaron de alegría a su encuentro. Era
Carlos Somel, el primer actor, sobrino de don Luis Sotomarch Somel.
*Bonrepos se encuentra situado en la comarca de l'Horta Nord de la ciudad de Valencia.
magistral como siempre! eres un habil escritora y detallas todo tan bien. no pedo imaginar el tiempo que te llevara cada reseña!saludos y te invito a que pases por el blog de la ilustradora, un blog amigo nuestro! nos gustaria tu opinion pues tiene pequeños relatos. y tu mejor que nadie sabe como llegar a las personas. todo un placer compartirte y leerte!
ResponderEliminarQueridas amigas el placer es mío de saber que estáis ahí. Me encanta conocer vuestra opinión. Con mucho gusto me pasaré por el blog que me indicáis. Gracias por vuestra lectura y comentarios. Un abrazo.
Eliminar