EDELMIRO BARTHA, UN BUEN HOMBRE

Edelmiro Bartha

El adjetivo que mejor califica a Edelmiro Bartha es el de bueno. Este hombre, de aspecto vulgar, alberga un corazón lleno de bondad hacia todos. Si algo le importa en esta vida es la Compañía de teatro donde trabaja. Nadie sabe de dónde procede. Su extraño apellido semeja ser una invención de su fabulosa imaginación. No se le conoce ningún pariente cercano, sin embargo, todos lo conocen y reconocen allá donde va. Algunos de los que dicen ser sus amigos, en más de una ocasión, han insinuado que es huérfano, pero él ni lo afirma ni lo desmiente, pues, cuando surge el tema, lo elude con una sonrisa.

Su vida ha ido siempre unida a la de su amigo Enrique Darqués. Ambos son los fundadores de esa extraña sociedad dramática que presenta como una Compañía teatral de melodramas modernos. Las primeras noticias que surgieron sobre ellos se datan de 1915 cuando emprendieron la huida de la ciudad de Valencia perseguidos por un furibundo empresario a causa de los amoríos de Darqués. Los dos amigos tomaron un tren que les llevó a Sevilla. Tras una estancia intensa en la ciudad hispalense, las noticias sobre el destino de ambos volverán a ser confusas hasta el año 1928. A principios de ese año los dos actores aventureros consiguieron una cierta estabilidad personal y profesional. Bartha, además de actuar, es en el responsable de la Compañía de teatro que dirige su amigo Enrique Darqués. Su carrera artística se desarrolla mientras España vive momentos difíciles tanto económicos como sociales. La dictadura de Primo de Ribera da bandazos en su decadencia. La población del país se encuentra hambrienta y abandonada a la suerte de una sociedad caciquil. Durante esos años, la Compañía viaja con sus espectáculos melodramáticos a cuestas y se convertirá en testigo del estado del país. Con sus espectáculos melodramáticos encandilan a aquellos que los conocen, aunque no resulta tan sencillo moverse en un país censurado, por lo que la Compañía se ve forzada a abandonar el país y partir hacia América, pero para ello deberá llegar hasta Santander y en su puerto se embarcarán hacia la aventura americana.

En sus vidas se cruzarán personajes de toda índole, aunque el que influirá, de especial manera, será la enigmática duquesa rusa que dice llamarse Natasha Ivanoff. Esta extraña mujer conquistará el corazón de Edelmiro Bartha, aunque, como espíritu libre que se muestra, lo abandonará en medio del viaje americano. Bartha no protestará, pues conoce sus limitaciones y es consciente de que no es extraordinario por eso, cuando el amor llamó a su puerta, pensó que se había confundido de portal.

La Compañía de teatro regresa a España en 1934, en concreto a la ciudad de Valencia.  Bartha continúa siendo un bonachón que ayuda a todos a cambio de nada. El país sigue igual de convulso. La Segunda República arrastra los problemas sociales y sin solucionar de las décadas anteriores. Las revueltas y el hambre se entremezclan con la vida cotidiana de un país que vive desigualdades insufribles. Edelmiro Bartha se muestra como un hombre que ha asumido su soledad y concentra toda su energía en hacer la vida fácil a los demás. Piensa que terminará sus días solo porque nadie lo va a querer, pero todo este conformismo se rompe cuando en el teatro-circo Apolo, en un espectáculo sórdido del vodevil, se reencuentra con su amada Natasha. Volverá a revivir su amor por ella, aunque siempre le quedará la duda.