lunes, 25 de noviembre de 2019

CARTA DE UNA EMIGRANTE


Colonia, 27 de septiembre de 1977

Estimado Didi:
Estoy segura que te extrañará que te escriba esta carta. La verdad sea dicha que aún tengo mis dudas si debo escribirte ahora, aunque, algo interior, me impulsa a continuarla. Poco importa ya la distancia espacio temporal que nos separa, porque, de alguna manera, esta misiva creo que te llegará.
En primer lugar, quiero decirte algo que te alegrará saber y es que, al final, lo conseguiste. Tu influencia fue tan importante en el rumbo de mi vida que ésta cambió desde el primer momento en el que te conocí. No te negaré que eran tiempos distintos y complicados, no sólo para mí, una emigrante pobre, sino que también lo eran para todos, incluido tú. Durante aquellos años, sólo pensaba en el futuro. Por fortuna, he cambiado y ahora sólo pienso en el día a día. Después de pensarlo mucho, me atrevo a asegurar que nuestras vidas se cruzaron por algún motivo en particular y no por un capricho del destino.
Cuando llegué a Alemania no tenía nada salvo la voluntad de conseguir una vida mejor para mí y para mi hijo. El día que fui a la fábrica a pedir trabajo tú no estabas. Quizá por eso me lo dieron. Mal vestida y con el pelo desaliñado les di lástima y accedieron a concederme un puesto en el almacén. Estaba tan desesperada que hubiese aceptado cualquier mendrugo con tal de poder dar un poco de pan a mi niño.
La primera mirada que me dedicaste fue una mezcla entre desprecio y burla. Confieso que me heriste, aunque ya no tenía ningún orgullo, pues otros se habían encargado de pisoteármelo hasta destruirlo. Desde el primer momento, fuiste muy duro conmigo. Me obligaste a salir de la línea de montaje para hacer el trabajo más humillante. No me importó recoger las inmundicias de todos. Lo asumí sin rechistar. Querías vejarme por el mero hecho de no hablar ni una palabra de alemán, pero ya sabes que la necesidad mueve las voluntades, por eso, cuando pude disponer de un poco de dinero y un techo donde cobijarnos mi pequeño y yo, me puse a buscar la forma de poder aprender, no sólo la lengua, sino las costumbres de vuestra sociedad.
Me imagino que recordarás aquellos domingos por la tarde, cuando me pasaba por la taberna donde sabía que te encontraría. No lo hacía porque sí, pretendía ganarme tu voluntad y así más horas de trabajo extra. En más de una ocasión me vi obligada a participar de tus interminables rondas de cervezas para ganarme tu simpatía. Mi meta era lograr que la miseria, que tanto tiempo arrastraba, se desvaneciese con un soplo de prosperidad.
Ya sabes que el tiempo todo lo marchita, incluso el odio. Al principio me resultaba muy complicado contenerlo ante tus desprecios y burlas. Notabas que me dolía cuando, delante de todos, criticabas mi trabajo y te burlabas de mi ignorancia. De niña no tuve oportunidad de ir a la escuela. Bastante logro fue para mí conseguir sobrevivir a la posguerra que tan dura resultó para los perdedores. Se nos negó todo. Nos derrotaron, pero no por ello nos destrozaron. Trabajé desde los nueve años y me gané el jornal de cualquier forma. No me importó. Sin embargo, el tiempo es una buena medicina. Al cabo de unos años, ya no me despreciabas tanto, ni yo te llegué a odiar tanto. Parecía como si existiese un pacto entre nosotros. Tú me dabas el trabajo que tanto necesitaba y yo te ayudaba a cubrir tus continuas escapadas a la taberna. En el fondo, te agradecía tanto que fueses un borracho. En más de una ocasión te alentaba a que continuases bebiendo. Mi propósito era el de poder asistir a tu entierro. Calculé que eso ocurriría dentro de dos o tres años cuando tu hígado ya no soportase más tus continuos embates contra él, pero ha sido más rápido de lo que pensaba.
Hoy es el día de tu entierro y aquí estoy. Te despido como lo haría cualquier compañero tuyo de trabajo y de vida.  No puedo evitarlo y una sonrisa se me escapa al pensar que te molestará mi presencia, aunque no quiero ser tan dura contigo. No es el momento adecuado para rencillas pasadas. Voy a depositar unas rosas sobre tu féretro. Te las prometí. El ramo de flores con mi nombre te acompañará en tu último viaje. Me marcho de este país que tan fríamente me recibió. Mi hijo quiere regresar para construir un futuro español para mi nieto. Lo hará con mi ayuda y será en mi tierra esa que despreciabas tanto sin haberlo conocido. Es una lástima que te hayas muerto antes de que pudiese invitarte a mi casa. Me hubiese gustado mostrarte el resultado de mi esfuerzo.
Qué la tierra te sea leve, querido Didi. Me amargaste la existencia mientras estabas con vida, pero no dejaré que lo hagas en el futuro que me espera. Con esta carta también entierro todos los recuerdos que tienen que ver contigo. Abandono los rencores y sufrimientos pasados en busca de un descanso lejos de los reproches y desconsuelos del pasado. Nos volveremos a encontrar, pero, entonces, querido Didi, tú ya habrás aprendido la lección y para mí aún será demasiado pronto.



6 comentarios:

  1. Muy buena esa misiva a su jefe alemán. Espero que no todos los emigrantes los hayan tratado así. Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Mamen
      Yo también espero que no, no obstante, está basada en hechos que me han narrado. Muchas gracias por leerla y comentarla.

      Eliminar
  2. Como siempre, encantada. No existe ninguna que no me enganche. Gracias.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias Pam
      Esta historia es dura, pero hay que contar lo que se vivió y sufrió para poder tener conciencia de todo, tanto de lo bueno como de lo malo. Un abrazo

      Eliminar
  3. Una carta que te encoge el alma y emociona. Una historia muy dura Francisca, muy, muy dura. Pero muestra una superación y una fuerza magníficas.
    Besos :)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Margarita,
      El relato se cimenta en una historia verídica. Lo he escrito con formato de carta para dulcificar algunos de los detalles que me narraron. El final de aquella mujer sencilla y vivaz fue bueno. Muchas gracias por leer y comentar mi relato. Prometo que el próximo tendrá mucho humor.

      Eliminar

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.