jueves, 27 de agosto de 2020

GUIÑOS MEMORÍSTICOS 03


Tener un Seat 600 era el signo del progreso familiar. Mi tío Bernardino, al que todos llamábamos Bernardo, fue el primero en comprarse uno. Las cosas le iban bien. Trabajaba en el parque de bomberos y los días que libraba, seguía trabajando en un taller como soldador.
Cuando lo estrenó vino a casa a enseñárnoslo. El viaje desde la ciudad al pueblo debió de ser toda una pericia para el conductor novel.
Que yo recuerde nunca nos invitó a dar una vuelta en ese minúsculo coche y tampoco lo hice con ningún de los otros que tuvo. Quizás no se terció la ocasión.
Mi tío Bernardo era hombre de pocas palabras. Se las tragaba con el humo de sus continuos cigarrillos Ducados. El caso es que a mí me caía muy bien y eso que todos decían que era un antipático de mal carácter. No, no creo que fuese tal, quizá se tratase de algo tan sencillo como que su vida familiar no se correspondiera con la que hubiese imaginado.
Recuerdo que la última vez que lo vi con vida me llamó por mi nombre familiar y me dijo que quería despedirse de mí. Aquello fue algo más que una despedida puesto que habló y habló hasta que se le agotó la voz.
Tengo un buen recuerdo de aquel hombre de carácter seco.
Y no sé porqué motivo, cuando vuelvo a ver un Seat 600 recuerdo esa conversación, quizás se deba a que quedó pendiente la vuelta a la que nunca me invitó.
Foto del fotógrafo Alcodori. Sin datar.


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