viernes, 18 de enero de 2013

EL PODER DE LA PALABRA


El poder de la palabra puede hacer que un texto sin aparente acción, llegue a capturar la atención del público. Este es el caso de la última obra de teatro de Roger Peña Carulla: Poder absoluto. Esta obra, de rabiosa actualidad y llena de giros inesperados, es el cartel de inicio de la nueva etapa del teatro Talía (Valencia). Sí, ese teatro que antes pertenecía a la gestión pública y que fue abandonado, a su suerte, por la mala gestión que se viene practicando desde hace tiempo en la comunidad Valenciana. A pesar de todo, los valencianos aún hemos tenido suerte, pues el teatro Talía ha sido adquirido por el sagaz empresario del teatro Olympia de Valencia Enrique Fayos.




La obra de Peña Carulla trata de la situación política de un país cualquiera, no importa mucho conocerlo bien. Es tal la actualidad de lo que narran los dos personajes que la forman, que todos los espectadores, durante los primeros minutos, están convencidos de que se trataba de nuestro país, sin embargo resultó ser Austria. Desde mi punto de vista, puede que esa sea la primera desilusión del público. ¿Por qué el autor no ha continuado hablando de la ingeniería política maquiavélica que se aplica en los partidos políticos de nuestro país? Quiero pensar que el autor, se lo había propuesto con esa exposición de hasta dónde puede llegar el cinismo de nuestros políticos, pero, más tarde, no sé porque, se ha autocensurado y la obra ha ido por otros derroteros menos conflictivos. Su retrospectiva histórica ha virado hacia una parte de la historia que, si bien, a todos los europeos nos afecta por ser parte de nuestra historia más reciente, no es la de nuestros últimos setenta años de historia española y eso hace que se aleje demasiado de nuestro entorno. Todo lo que narra es cierto, por eso me hubiese gustado descubrir a ese autor intrépido que, imagino que es Roger Peña, y que sin miedo a nadie, escribe lo que inicia: desenmascarar la verdadera cara de los políticos.

Sobre la puesta en escena, ¿quién no ha visto a Emilio Guitérrez Caba en el teatro? Un actor de casta, seguro de sí mismo, capaz de hacer  cualquier personaje sin titubear. Puede pasar del ruin más insensible, a la persona más hundida y acabada en menos de dos segundos. Sólo cabe decir que es un actor magistral y que todo aquello que interpreta en un escenario es memorable para nuestra historia del teatro más reciente.
El segundo de abordo en esta representación es Eduard Farelo, puede que resulte algo menos conocida su cara, salvo por aquellas intervenciones que ha hecho en la pequeña y en la grande pantalla, pero es indiscutible que su voz nos debe de sonar a todos. Es uno de los actores de doblaje más habitual de los de hoy en día y no sólo en el cine sino en la publicidad que tan continuamente nos bombardea. Su voz sugerente y seductora atrapa a los espectadores como una araña a su víctima. Farelo es un actor versátil y así lo demuestra en el escenario donde aguanta el reto del maestro Gutiérrez Caba con dignidad y magnífica interpretación. Demostró sus dotes actorales cuando pasó de la inseguridad al cinismo e hipocresía como quien abre y cierra los ojos en pocos segundos.
Por último añadir que la buena dirección era palpable, prueba de ella es que el público tuvo la sensación de que la obra se le había pasado en un suspiro, que necesitaba más tiempo para saborear aquel trabajo impecable de dos grandes del teatro que demostraron que el poder de la palabra puede romper con todo aquello que pueda ser un exceso.

4 comentarios:

  1. Comparto tu opinión. La obra magnífica en su comienzo desilusiona al no atreverse su autor centrarla en España. Es lo que espera el espectador para creérsela completamente. De todos modos recomendable y más en estos tiempos que la realidad política, social y económica parece haber huido de los escenarios.
    Sobre los actores diré que son los sustentadores del espectáculo. Gutiérrez Caba está magnífico, como casi siempre. Su sonrisa seductora le da un toque de cinismo que todavía hiela más al espectador. Y, su oponente actoral, Eduard Farelo, es digno del espectáculo y del contricante, tal como dices. Es un actor magnífico cuya voz me sedució hace años. La pena es que no interprete más a menudo papeles principales tanto en teatro como cine y televisión. Pertenece a ese grupo de actores cuyo físico, no especialmente relevante, parece relegarles al rincón oscuro.

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  2. Interesante espacio el tuyo paisana,
    buen fin de semana.
    un saludo.

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  3. Gracias Ricardo por interesarte por mi blog y mis soliloquios.

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