Sé que el
desencanto ha sido fuente de inspiración de varios escritores. Ahora os hablaré
de lo que puede significar para mí en estos momentos ese desencanto que acompaña
a la melancolía y a la decepción.
Busco el
significado de la palabra desencanto en el diccionario de la Real Academia Española y en él encuentro
una escueta referencia a dos palabras sinónimas: decepción y desilusión.
No
desisto en mi empeño de saber exactamente qué es el desencanto así que continúo
buscando, en el mismo diccionario, la definición de los dos sinónimos:
Decepción: pesar
causado por un desengaño. Engaño, falta
a la verdad en lo que se hace, dice o piensa.
Persevero
en mi intento de comprender los conceptos y busco el otro sinónimo.
Desilusión: Acción y
efecto de desilusionar o desilusionarse.
Como
siempre el diccionario de la RAE es tan eficiente en sus definiciones
reiterativas y huecas que quedo a la merced de mis reflexiones.
Desisto
de seguir buscando axiomas que no me conducen a nada y pienso en el motivo de
mi desilusión.
Siempre
he pensado y he dicho que soy optimista por naturaleza. Puede que en mi ánimo
albergue al pobre Cándido que creía
en las personas y pensaba que el hombre (entendido como la persona) era bueno
por naturaleza. Ahora pienso otra vez y veo que me equivoco. No obstante, no me
avergüenzo de ser optimista y creer en la persona. Quiero decirlo y quiero
practicar mi razonamiento. Creo en la belleza de todo lo que nos rodea. Creo
que todo lo que ocurre tiene un motivo y una razón para serlo. Así, sin más. Sin
ninguna explicación.
Puede
que me hayan decepcionado más de uno, de dos o de tres, o, tal vez, es que yo estaba dispuesta a creer, pero… ¿por
qué no?
Las
palabras no van con el viento. Las palabras son lanzadas al viento. Pueden
flotar en él y pueden dejarse llevar como si fuesen hojas secas en medio de una
ventisca.
Cuando
alguien afirma algo es porque se encuentra convencido y la persona que le
escucha necesita creer que todo realmente va a ocurrir como se le ha dicho.
La
realidad te hace pisar el firme que tienes debajo de tus pies y, así, descubres
que casi nadie cumple su palabra. Parece un lujo llevarla a su término. Que
todo lo que se afirma, se jura y se perjura es algo que se va a evapora como la
niebla dentro de un valle. Más de una vez he tenido la sensación de que ese
vapor que envuelve a una montaña es real pero, la realidad te demuestra que,
cuando vas a tocarla, desaparece dejándote una sensación de humedad que sólo te
enfría el interior.
Vivimos
en unos momentos donde el desgaste de la palabra es palpable. La mentira se
encuentra instalada dentro de nuestros propios cimientos, sin embargo, aún, no
quiero renunciar a mi condición de sencillez y quiero pensar que aún queda
alguien, como yo que piensa y confía en que esto no sea un proceso
irreversible. Puede que aún haya alguien que crea que las cosas, que la palabra
puede ser cumplida. Puede que aún haya alguien, como yo, crea que la candidez
es algo bello. La blancura del significado de la palabra cándida, esté metida
dentro de la sencillez y la sin malicia que hace que se crea en las personas.
Si
me permitís finalizaré con la creencia de que la persona tiene una fuerte base
y eso hará que no se deje arrastrar por el fuerte viento como una palabra
lanzada al vacío.
No
obstante, soy fácil de ilusionar pero también muy fácil de desencantar.
La cándidez siempre ha sido algo bello, el problema es que lo bello se tiende a contemplar y dejar solo como un recuerdo cuando la contemplación se ha terminado.
ResponderEliminarNo estoy de acuerdo.
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