Mi vecina sorda no deja de asombrarse y asombrarme
cada día más.
Ayer, tras escuchar al apodado ‘pequeño Nicolás’ en un
programa de televisión matutino, vino a mi casa escandalizada.
- ¿Te has dado cuenta de la cara tan dura que tiene
ese niñato? -Me dijo mientras se sentaba en una de las sillas de mi comedor. -
Es un insolente nato o es que ya ha perdido la vergüenza. No puede salir a
decir en público que la política es para enriquecerse.
No lo pude evitar y una risa se me escapó ante
su enfado.
-No es caso de risa, no. ¿Ese mocoso no sabe o nadie
le ha dicho que aún no es su tiempo para estar en la vida pública? Deberían
esconderlo y castigarlo porque no ha llegado su momento. Las cosas se hacen con
más tacto y en la política, si cabe, más.
Ese fue la gota que colmó el vaso de mi paciencia
pues, en ese instante le hice memoria de algunos de los políticos de nuestra
tierra que, ya hacía tiempo, habían confesado que a la política iban a
enriquecerse. Le cité nombres concretos a los que ella había votado, siempre
religiosamente, sin exigirles discreción, de ningún tipo, en su manera de
comportarse. No me replicó al instante, pero, cuando salió de su asombro por mi
reacción, me sentenció:
-Esos políticos a los que te refieres eran de otra
pasta. Es cierto que querían enriquecerse, pero ellos sí estaban en su derecho.
No demostraban ser tan avariciosos como ese mentecato que no sabe nada, ni da
nada a cambio, salvo algún dolor de cabeza.
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Marionette Girl postcard, c. early 20th |
Me indigné más cuando sentenció que esos faltos de
moral a los que ella había apoyado siempre, habían dado algo a nuestra tierra,
saqueada, troceada y repartida para unos cuantos codiciosos. Ante mi protesta
de su consentimiento ciego me replicó:
-Te equivocas y mucho, los políticos que tanto
desprecias representaban el progreso- me dijo con una media sonrisa- todo tenía
que desaparecer y que mejor que lo hagan los que están acostumbrados a hacerlo
siempre que no los que aún no se han enriquecido. El cambio es eso.
Fue entonces cuando perdí mi calma y le pregunté con tono
irónico:
- Me pegunto qué opinaría su madre si viese que ha
regalado las tierras de sus antepasados a unos codiciosos que sólo le han
devuelto unas migajas?
En ese instante no le hizo falta que le repitiese las
palabras en voz más alta. Me miró seria y me replicó:
-Me han devuelto lo que me pertenecía. No hay otra.
Ellos tienen el poder y lo ejercen para poder cambiar las cosas.
Ante tal respuesta no quise replicarle más, pues nada
de lo que añadiese le iba a sacar de su bucle particular de conformismo.
Me senté junto a ella y dejé que me hiciese alguna que
otra observación impertinente más.
Cuando comprendió que no iba a seguirle el juego se
levantó, con cierta dificultad de la silla. Se apoyó en mi hombro y me dijo
ceremoniosamente al oído.
-A pesar de haberme operado de las rodillas y ya no
tener el dolor torturador que tenía antes, creo que he cometido una
equivocación muy grande. Ya no sé con qué pie entraré en la otra vida, pues
estas ya no son mis piernas.
En ese momento pensé que nada le haría cambiar su
forma de ver las cosas.