Cuando dispongo de una mañana de domingo para mí, sin visitas
inoportunas y sin planes previos, es entonces, la ocasión perfecta para
llevar a cabo esas pequeñas cosas que te da pereza o no puedes hacer durante el
resto de la semana. Esta mañana, he sacado el neceser y me he entregado al
placer de mejorar mi aspecto. En primer lugar, he extendido una mascarilla
facial, de color naranja, sobre mi rostro. Me he sentado, con el periódico en
la mano, con la intención de leerlo mientras el mejunje hacía su efecto,
pero, los timbrazos me han sacado del ensimismamiento. Allí estaba mi vecina
sorda. Al abrirle y, a modo de saludo, mi vecina, me ha soltado una catarata de justificaciones.
-Creo
que te lo he dicho en más de una ocasión, los días que hace tanto frío
no tengo ganas de salir de casa. ¿A ti no te ocurre lo mismo? El frío me
apelmaza, por cierto ¿qué llevas puesto en la cara?
Por
su aspecto, resultaba indudable que debía tener frío porque, como complemento
de las varias capas de ropa que llevaba sobre su cuerpo, el colofón de todas lo
colmaba la bata que, a duras penas, se había abrochado hasta la garganta.
-He
salido de casa sólo por necesidad y es que me he clavado una astilla en este
dedo –mientras me lo decía lo ha acercado tanto a mi cara que, por poco, no me lo ha
introducido dentro del mío. –He intentado sacármela yo sola, pero no ha habido
manera y si me espero a que venga alguna de mis hijas seguro que se me infecta
antes.
Le he
indicado que se sentase en la silla mientras he buscado el alcohol y el algodón
con el que poder desinfectarle la herida junto con un alfiler y unas pinzas con
el que hurgar en su dedo índice que tan desafiantemente me ha mostrado, ha tomado el periódico que había dejado sobre la mesa. La extracción ha sido sencilla.
-Ya
está, un momento, busco una tirita y se la pongo.
-No,
no hace falta, ahora mismo voy a tocar el agua y tendré que quitarla. Muchas
gracias por tu ayuda.
A
continuación, misteriosamente, durante unos largos minutos, ha estado callada
sin pronunciar ni una palabra mirando, detenidamente, el periódico. Al fin ha roto su
mutismo.
-¿Este
es el periódico de hoy? ¿verdad? Yo también me lo he comprado. Los domingos me compro
dos: el Levante y Las Provincias. Me entretienen mucho y, además, así comparo
las noticias y compruebo cual es el que dice más mentiras. ¿Has visto la
portada de hoy? ¡Cuánto dinero se gasta la gente en el juego! ¿verdad? No
quiero ni imaginar lo contento que estará el ministro cobrando impuestos; a mí
me parece bien, ya lo decían los mayores:
“Lo
bien ganado se lo lleva el diablo ¿qué será de lo malo?”
Sin
querer, tras oír esa sentencia, he esbozado una sonrisa.
-No,
no te rías que la vida es así, tú eres muy joven para entenderlo aún, pero ya
llegarás a mi edad.
Mientras
me ha pronunciado esta máxima sigue ojeando la prensa en su interior, pasaba
las páginas sin mirar nada concreto hasta que ha llegado a uno de los
titulares:
-Patxi
López quiere ser el secretario general del PSOE. Ese es vasco ¿verdad? y,
claro, también querrá ser el presidente de España. La verdad es que no me
imagino a un vasco gobernando ¿no? En lo que llevamos de democracia han sido los
castellanos, los andaluces y, por supuesto, el gallego, que hasta les han hecho
repetir sin tener mayoría. Un vasco en la Moncloa… bueno, antes de juzgar nada,
tendríamos que ver qué hace.
Por
unos instantes, he tenido la sensación de que ella estaba hablando para sí misma
y que se había olvidado de mí hasta que ha vuelto a la realidad.
-Y
que conste que no tengo nada contra los vascos, pero no me imagino a un
presidente llamado Patxi, vaya, lo que sería el equivalente a Paquito ¿qué
pensarán el resto de países de nosotros?
-En
el Reino Unido han tenido a Tony Blair y ese nombre es un diminutivo también. –Me
he atrevido a puntualizarle.
-Pero
los ingleses son de otra pasta, nena. Ellos se pueden llamar como quieran
porque son los amos de Europa.
En verdad
que era una lástima que mi vecina no estuviese en el Parlamento Europeo, he
pensado que menuda parlamentaria de la calle se pierden. Y mientras se
han cruzado estas ideas, por mi cabeza, mi vecina sorda, ha continuado
despotricando sobre el nombre y el origen del futuro presidente. Parecía que no
iba a terminar con su
soliloquio cuando ha mirado el reloj de la repisa y me ha
dicho:
-¡Uy!
¡Ya son casi las once! Me voy que tengo que preparar la comida. ¡Qué clavel más
bonito! ¿Es tuyo o te lo han regalado?
-Sí,
es de mis macetas, esas que tanto le gustan usted. –Reconozco que se lo he
dicho con tono irónico mientras le sonreía.
-Claro,
el frío les ha beneficiado y por eso ha florecido.
Ya
casi en la puerta me ha advertido que no cuido, lo suficiente, mis plantas,
pero, esta vez, y a modo de despedida me ha dicho:
-Huele
muy bien esa crema naranja que llevas por la cara ¿te quita las arrugas?
Ahí
ya no he podido contenerme más la risa y le he dicho:
-Puede
que así sea porque yo no tengo ni una.
Las
dos nos hemos despedido y deseado un buen domingo, a pesar del frío que parece
no invitar a salir de casa.
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