Para mi vecina sorda, lo
de aparecer los domingos, por mi casa, de manera sorpresiva, se está
convirtiendo en una costumbre. Esta vez no sólo llevaba la bata hasta la
garganta, como la semana pasada, sino que también había completado el atuendo
friolero con una rebeca echada por los hombros.
-¡Qué frío está
haciendo! Mira si llevo capas de ropa y aún lo tengo metido en los huesos.
Mientras me lo decía,
se había desabrochado un botón de la bata y me mostraba cada prenda que llevaba
colocada sobre el cuerpo.
-Hasta cuatro suéteres y
no noto los pies, claro que también están algo lejos del cuerpo y, como van por
tierra, son los primeros en recoger el fresco. Bueno, la verdad es que el frío
es sano. Esta noche pasada, como no duermo mucho, he escuchado en la radio y un
hombre, que debía de ser muy sabio, y que afirmaba que se ha demostrado que el
frío acompaña a la inteligencia, por eso, los habitantes de las zonas frías del
norte de Europa son más brillantes que nosotros que vivimos en la zona del sur
y hace más calor.
Ante semejante
silogismo no he podido reprimir una carcajada y le he preguntado por la clase
de cenutrio que había escuchado decir semejante disparate. Ante mi burla, mi
vecina sorda, muy seria y, con tono agrio, me ha contestado:
-Ya sé que hay excepciones,
pero los que gobiernan Europa son los del norte que tienen más frío y menos sol
ven. A ellos les da igual que sean las doce del día que de la noche porque la
luz que tienen es la misma y así trabajan y rinden más que nosotros que, cuando
nos parece, hacemos la siesta.
Su tono se endurecía por
momentos, pero mis ganas de rebatirle, que todo lo que decía eran patochadas,
no disminuían. Tomé aire y dejé que terminase de soltar todas las sandeces que
le acudían a la mente y aproveché el momento de la pausa para recriminarle su generalización,
pues le dije que no se podía comparar a las sociedades sin conocerlas bien,
además, le indiqué que los del norte, cuando tienen ocasión, huyen del frío
para instalarse en nuestros países de calor y luz.
Tras unos segundos de
desconcierto, ante mi rotunda argumentación y en defensa de nuestro clima y
forma de vida, me ha contestado categóricamente:
-Bueno, cuando venga el
verano y tengamos ese viento africano que sube la temperatura a cuarenta
grados, entonces deberíamos devolvérselo, a los siberianos, por el frío que nos
han enviado ahora. Nena, creo que me voy a casa que ahora ya no siento los pies
ni las manos.
Y con la palabra en la
boca, tal y como había aparecido, ha salido de mi casa, sin darme tiempo a
replicar sus afirmaciones sobre el frío y sus efectos intelectuales.
Ya sola, en mi casa, no
puedo contener la risa al recordar ese discurso sin fundamento, según ella,
emitido por un experto en la radio nocturna, pero, bien pensado, si mi vecina
tiene serios problemas auditivos, la pregunta es: ¿realmente escuchó el
programa o lo imaginó?
Hola, que bueno el desenlace con es pregunta. Tu vecina por cierto, es del norte o del sur? Jeje. Muy elocuente. Un abrazo
ResponderEliminarHola Emerencia, mi vecina es del Este, como yo, pero más de una vez me desconcierta con esas afirmaciones seudocientíficas. Espero que te hayas divertido. Gracias por leerlo y comentarlo. Un abrazo.
ResponderEliminarHola Paqui. Tens un filó amb la teua veïna. Té unes idees molr curioses. No té desperdici. Si sabera que escrius sobre ella, igual no te la llevaries de damunt, quasi millor que no s'entere.
ResponderEliminarGràcies per els teus relats, m'encanten. Escric des de l'Est, també.
Susi, tots tenim una veïna com la meua, encara que no et negue que aquesta es una joya. Besets.
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