Todavía sobresaltadas por el revuelo que había organizado
aquel anciano en el archivo nos marchamos a toda prisa. El incidente nos había
acalorado, aunque, poco después, ya sólo nos preocupaba el origen de aquellas
cartas que tanto nos habían cautivado. La firmada por Darqués continuaba con
los hechos que encerraban un misterio relacionado con la aventura profesional
de la compañía de teatro de la que escribía un pasaje de su vida profesional,
sin embargo, la carta dirigida a aquella mujer, llamada María, por alguien,
desconocido para nosotras y que, al parecer, se sabía casi muerto mientras la
escribía, nos intrigó más aún si cabe.
¿Quién podría ser ese tal Luis de Sirval? Pero también
surgía otra duda tan importante como esa y que era el poder averiguar quién era
la desconocida mujer a la que iba dirigida la misiva que, ante nosotras,
adquiría igual o más relevancia que el firmante de la carta ¿Quién se escondía
detrás del simple y sencillo nombre de María?
Todas esas preguntas circulaban por mi mente y creo que
también por la de mi editora, pues, cuando nos despedimos, me recomendó:
-No dejes de informarme de cada una de las cosas que
descubras tanto de la compañía de teatro como de ese misterioso Luis de no sé qué.
Con esta despedida y una sonrisa que decía más que sus
propias palabras se alejó de allí en un taxi que paró levantó la mano. Sonreí. Por
fin había logrado su interés por mis investigaciones que siempre consideraba
superfluas. Sin poder evitarlo recordé sus primeras palabras cuando fui a su
despacho para presentarle el proyecto de novela que pensaba desarrollar. En mi
cabeza no dejaban de resonar sus palabras cuando le dije que los protagonistas
serían una compañía de teatro.
-¿Por qué ese tema? A nadie le interesa el teatro y menos
la vida de una compañía. – Afirmó con tono despectivo.
-El teatro de ese momento es un gran desconocido y ya
verás como a los lectores les gusta descubrirlo. –Le contesté con decisión.
Me costó bastante convencerla de que ese tipo de
historias podían interesar y no sólo a mí, sin embargo, ese día, había bastado
una carta traspapelada en el interior de una caja de documentos para abrir todo
un mundo de preguntas e intereses y hacer que cambiase de postura y su
escepticismo ante el tema de mis narraciones se abría un nuevo campo de trabajo.
-La carta del director de la compañía habla de su huida a
causa de la persecución por los delincuentes, pero esa otra carta misteriosa
donde se narra una ejecución y el peligro de la vida del que fue testigo de ese
delito… -Insistió cuando me llamó al teléfono cinco minutos después. –Debes de
resolver esos interrogantes que pueden interesar saber ¿Quién sería ese tal…?
-Sirval. –le apunté.
-Sí, ese y
averiguar el motivo por el que sabía que quien leyese la carta cuando él
hubiese muerto estaba perdido Y sobre todo ¿ a quién le dirigía la carta?
Y no cesó de preguntar si yo sería capaz de resolver y
despejar todas las dudas para poder escribir una buena novela sobre ese
personaje que se presentaba ya como un muerto.
En realidad, no hacía falta que mi editora me empujase a
averiguar más cosas sobre ese fascinante personaje, pues, mi innata curiosidad
por personajes de ese estilo se había disparado desde el primer instante. Ese
tipo de misterios me fascinaba. Las preguntas sin resolver sobre esos
desconocidos e inquietantes personajes martilleaban en mi cabeza cuando
introduje la llave en la cerradura de mi puerta, aunque no por ello dejó de
sorprenderme que no estuviese cerrada con llave. El portero sabía de mi
costumbre y, cuando se veía obligado a entrar en mi casa con la llave maestra
que tenía, siempre daba una doble vuelta a la llave. Entré y vi el resplandor
de la luz de la lámpara del comedor encendida. Sentado en el comedor fumaba un
cigarrillo con cierta parsimonia.
-¿Quién te ha dejado pasar? Le pregunté con claro tono de
enfado.
Mi hermano continuó fumando hasta apurar el cigarrillo. A
continuación, lo apagó en la maceta del poto que tenía junto a él y me esbozó
una sonrisa antes de pronunciar lo que consideraba un saludo.
-¿No te alegras de verme, sister? Tendrías que estar saltando de alegría porque tu brother ha venido a visitarte y mira
como me recibes, darling.
-No me gustan tus apariciones misteriosas y llenas de
humo. -Le dije moviendo la mano para desvanecer la neblina que había creado a
mi alrededor. -Querido hermanito siempre que apareces por mi casa es porque
necesitas algo o te persigue alguien.
-No digas eso, sugar.
–Se levantó y se acercó hasta mí con los brazos abiertos para abrazarme. –Estoy
en la ciudad por unos business y he
pensado, voy a visitar a mi querida hermanita que seguro que está trabajando en
esos papers que tanto le gustan a
ella.
-¿No sabes hablar sin usar una palabra en inglés? –le
dije. –Pareces un snob.
-¡Eh! Ahora eres tú quien usa la lengua del futuro. –Me
dijo mientras me daba dos besos en cada mejilla. –Sister quería verte y, además, necesito algo de cash para mis business.
No era la primera ni tampoco sería la última vez que mi
hermano aparecía con esos requiebros y cariñosas palabras que sólo servían para
sacarme dinero.
-¿En qué jaleo te has metido ahora? –Le recriminé como su
hermana mayor que era. –¿No sabes comportarte como una persona adulta y ganarte
la vida sin meterte en jaleos?
Mi hermano cambió su cara de cariño por una mueca como si
fuese a derrumbarse por mi reprimenda.
-Te prometo que será la última vez que venga a molestarte
con mis problemas, pero necesito que me ayudes porque estoy metido en un
verdadero lío y si no salgo de ésta terminaré metido en un hole. –Hizo un amago de echarse a llorar.
-En el agujero más profundo de la mentira te encuentras
tú metido desde hace mucho, hermanito, pero no toques esos papeles que son mis
documentos para mi próxima novela.
-Muy interesante, seguro que escribes sobre algún marqués
o duquesa que vivió holgadamente en un palacio de más de veinte habitaciones. –Dijo
con tono de burla. –Venga no seas así y dame un poco de money que a ti eso no te cuesta mucho.
Sabía que si no se lo daba no me dejaría tranquila así
que busqué unos billetes y se los entregué.
-¿Tienes suficiente? No tengo más suelto disponible.
-Me las arreglaré por ahora. –Me contestó cogiéndolos de
mi mano. –Me voy que me están esperando. –Volvió a besarme en las mejillas.
-Hermanito, por favor, ten cabeza y no te vuelvas a meter
en líos, por favor. –Le dije a modo de despedida cuando le acompañaba a la
puerta. –Y otra vez, cuando tengas que venir, primero me avisas y no te cueles
en mi piso como si fueses un ladrón ¿de acuerdo?
-Claro que sí, honey.
Y salió lanzándome un beso al aire.
Cerré la puerta y abrí la ventana para ventilar el olor a
humo que había dejado su cigarrillo. Es insoportable ese olor reconcentrado a
tabaco.
Dejé los papeles de la trascripción de las cartas sobre
la mesa de trabajo y me dirigí a la cocina para prepararme algo de cena. La
inesperada visita de mi hermano me había enfurecido y me había hecho casi
olvidar que no había comido nada desde la hora de la comida.
No llegué a entrar en la cocina porque una ráfaga de
viento entró por la ventana y revolvió todos los papeles que había esparcido
por encima de la mesa haciendo que saliesen volando en todas direcciones.
-¡Qué desastre!
Exclamé cuando vi que algunos se escapaban, casi por arte
de magia, por la ventana. Intenté atraparlos, pero me resultó imposible y éstos
se precipitaron hacia el patio del vecino de abajo.
Sin dudarlo mucho y como si se tratase de uno de los
tesoros más preciados salí corriendo para recuperarlos. Bajé las escaleras
precipitadamente y llamé a su puerta como si estuviese ardiendo algo.
-¿Qué ocurre? ¿Te encuentras bien? –Me preguntó mi vecino
al abrir mi puerta.
-Los papeles, se me han escapado por la ventana y han
caído en tu patio. –Dije atropelladamente. –Disculpa que te moleste, pero son
muy importantes ¿puedo pasar a recogerlos?
-Claro que sí. Me hace gracia hablas de ellos como si se tratase
de una mascota que se hubiese fugado de tu casa caprichosamente.
Mi vecino es un hombre muy serio, por eso, cuando realizó
esta comparación dudé si debía reírme por su comentario o sólo esbozar una
mueca.
Crucé la puerta y me dirigí rápidamente hacia la terraza
para recuperarlos.
-¡Ya los tengo! –Dije orgullosa. –Siento la molestia que
te he causado, pero esos papeles son la clave para un próximo libro.
Y así, sin proponérmelo me encontré contándole el
misterio de esa carta que había localizado en el archivo. Mi vecino me escuchó
atentamente. Tenía la suerte de que era una persona culta con la que, de vez en
cuando, mantenía alguna breve conversación, aunque nuestros campos de trabajo
eran muy distintos, pues era un historiador medievalista, no obstante, su vasta
cultura hacía que se pudiese conversar con él de todo tipo de temas, sin
embargo, no resultaba sencillo entablar amistad debido a su carácter cortante y
seco que lo convertía en una persona apartada de los demás y de poca vida
social.
-Creo que puedo ayudarte en tu búsqueda.
Y sin dar más explicaciones se levantó y se dirigió hacia
una de las numerosísimas estanterías repletas de libros que tenía por toda la
casa y rebuscó entre los anaqueles. Extrajo un pequeño libro que, sin dilación,
me entregó.
-Ahí encontrarás la respuesta a tus dudas. Léetelo y me
lo devuelves lo antes posible.
Cuando salí de su casa me sentía verdaderamente contenta
pues no sólo había recuperado los papeles sino que estaba segura de encontrar
alguna pista en aquel libro prestado. Me sentía tan contenta que no caí en la
cuenta de que, en mi rápida salida de casa, me había dejado las llaves dentro y
que las continuadas ráfagas de viento habían provocado que se cerrase la puerta
tras mi atropellada salida.
Debía pedir ayuda. Bajé a la portería con la intención de
encontrar al portero que guardaba la llave de cada vivienda, pero un cartel
anunciaba que volvía en cinco minutos, lo que podría significar más de una
hora.
No me atreví a volver a llamar a mi vecino así que regresé
al rellano de mi puerta y decidí sentarme allí hasta que éste hiciese su
aparición. Con la luz mortecina del pasillo leí las primeras páginas de aquel
libro titulado ¡Acusamos! Curioso
título para un libro, pensé.
Toda la disyuntiva procede de esta carta encontrada en el anterior relato:
ResponderEliminarHay documentos que despiertan emociones inesperadas. Una de las cartas decía:
26 de octubre de 1934
Querida María:
Cuando recibas esta carta, probablemente ya estaré muerto. Sabes que siempre he desconfiado de lo que ha publicado la prensa sobre el conflicto en Asturias, por eso he venido a ver qué estaba ocurriendo de verdad. Aquí he podido ver, con mis propios ojos, el dolor y la amargura de lo que es un verdadero infierno.
Las gentes de aquí han llegado a su límite. Comprendo perfectamente el motivo de esta situación. Miseria, dolor y muerte es lo que impera en estos hermosos páramos.
Sé que debo contarlo y lo intentaré a pesar de todo. Ayer vi como fusilaban a una niña de tan sólo quince años. Sin ninguna contemplación, tres militares la colocaron contra una tapia e hicieron fuego contra ella. Ella, con gran valentía gritó su nombre:
“Me llamo Aída de la Fuente. Que todo el mundo lo sepa.”
Y la descarga de aquellos desalmados apagó su voz desoída por los que consienten esta masacre.
Aunque me alejé y tomé distancia de aquellos asesinos no logré pasar desapercibido para ellos. Me persiguieron hasta detenerme. Presiento mi fin. Sólo quiero que comprendas que mi única misión era conocer la verdad.
Un abrazo querida mía.
Luis de Sirval
Y el enlace es: https://detrasdelaestanteriailustrada.blogspot.com.es/2018/02/27-correspondencia-cruzada.html
Eliminarsin palabras! que emocionante!!!gracias, un abrazobuho.
ResponderEliminar¿Les dejé intrigadas? Pues esa era mi intención. Cuánto me alegro. Espero no cansarles. Un abrazo.
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