Si lees la prensa descubres que, a los pocos días, los temas que eran de
primera pasan a ser de segunda o tercera o, simplemente, desaparecen
del interés de la primera página. En ese caso se encuentran los desahucios. Hace unas
semanas era algo tan angustiante y desconsolador que ocupó páginas y páginas,
noticias interminables, resoluciones imposibles y términos ensordecedores que no nos daban alternativa
de ninguna manera a una solución racional. Después de un mal parche del “desgobierno”
actual y que parece no servir de mucho, la noticia ha caído en saco roto. Los
desahucios han pasado a segundo plano. No interesan tanto o simplemente la
noticia ya no ocupa la primera portada.
La Navidad esta cerca y todo y, en especial la publicad, nos lleva a la
nuestra infancia. La mía no deja de ser como la de todos, espero. Recuerdo que era tiempo de estar en casa y de disfrutar de
la familia, algún que otro regalo y sobre todo cuentos interminables. La lista de cuentos sería interminable pero quizá el cuento que más relación puede tener con la situación de las familias sin
casa podría ser La fábula de los tres cerditos. Sí, la recordáis los tres
cerditos músicos se independizaban de su
madre y buscaban una casa. Según me contaban, el primero de los cerditos era un
haragán y no se preocupó por hacer una buena casa, por eso, el lobo con un
soplo se la derribó. El segundo la trabajó un poco más pero tampoco resistió el
gran fuelle del lobo. Por último, el cerdito más aplicado la construyó de
ladrillo y él resguardó a sus hermanos los desahuciados por el lobo.
¿Os suena? Creo que en la actualidad la relación que hay entre los
bancos y los ciudadanos sería la misma que mantenían estos personajes imaginarios.
“Soplaré, soplaré y la casa tiraré” Esa era la cantinela que
tenía el lobo sobre los cerditos asustados.
Me pregunto hasta qué punto el
lobo sería el responsable de la ventisca o el empleado de la banca que concedió
un crédito sin asesorar debidamente.
Puede que nuestro lobo particular no entre por la chimenea
sino que tenga los huesos flácidos y atraviese nuestra pantalla y penetre en nuestra
intimidad con un solo clic.
Me imagino que a todos nos puede surgir la duda de qué fue de los dos cerditos
desahuciados y del hermano generoso que los acobijó. ¿Viven felices por
siempre o tal vez el lobo les esperaría a la puerta para esperar a que saliesen de
su tan segura casa?
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