martes, 18 de diciembre de 2012

LA FRAGILIDAD DE LA MEMORIA


Si lees la prensa descubres que, a los pocos días, los temas que eran de primera pasan a ser de segunda o tercera o, simplemente, desaparecen del  interés de la primera página. En ese caso se encuentran los desahucios. Hace unas semanas era algo tan angustiante y desconsolador que ocupó páginas y páginas, noticias interminables, resoluciones imposibles y términos  ensordecedores que no nos daban alternativa de ninguna manera a una solución racional. Después de un mal parche del “desgobierno” actual y que parece no servir de mucho, la noticia ha caído en saco roto. Los desahucios han pasado a segundo plano. No interesan tanto o simplemente la noticia ya no ocupa la primera portada.


La Navidad esta cerca y todo y, en especial la publicad, nos lleva a la nuestra infancia. La mía no deja de ser como la de todos, espero. Recuerdo que era tiempo de estar en casa y de disfrutar de la familia, algún que otro regalo y sobre todo cuentos interminables.  La lista de cuentos sería interminable pero quizá el cuento que más relación puede tener con la situación de las familias sin casa podría ser La fábula de los tres cerditos. Sí, la recordáis los tres cerditos  músicos se independizaban de su madre y buscaban una casa. Según me contaban, el primero de los cerditos era un haragán y no se preocupó por hacer una buena casa, por eso, el lobo con un soplo se la derribó. El segundo la trabajó un poco más pero tampoco resistió el gran fuelle del lobo. Por último, el cerdito más aplicado la construyó de ladrillo y él resguardó a sus hermanos los desahuciados por el lobo.

¿Os suena? Creo que en la actualidad la relación que hay entre los bancos y los ciudadanos sería la misma que mantenían estos personajes imaginarios.
“Soplaré, soplaré y la casa tiraré” Esa era la cantinela que tenía el lobo sobre los cerditos asustados.  Me pregunto hasta qué punto  el lobo sería el responsable de la ventisca o el empleado de la banca que concedió un crédito sin asesorar debidamente.


Puede que nuestro lobo particular no entre por la chimenea sino que tenga los huesos flácidos y atraviese nuestra pantalla y penetre en nuestra intimidad con un solo clic.
Me imagino que a todos nos puede surgir la duda de qué fue de los dos cerditos desahuciados y del hermano generoso que los acobijó. ¿Viven felices por siempre o tal vez el lobo les esperaría a la puerta para esperar a que saliesen de su tan segura casa?


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