La magia del teatro, la magia del teatro, la
magia... del teatro.
Puedo hablaros de muchas magias pero sólo lo
haré de la que yo experimento en una sala del teatro. Se trata del pequeño instante
que transcurre entre los pocos segundos que transcurren para que se inicie la
representación. Esos breves e intensos segundos cuando la luz del escenario
se atenúa hasta apagarse y con ella los últimos
murmullos del público. Es el instante más fugaz y, sin embargo, esencial para que el espectáculo pueda tener lugar.
Esa emoción fue la que sentí ayer por la
noche, en uno de los teatros de ésta maltrecha ciudad. Digo maltrecha porque ha
sido abandonada a su suerte en todo lo que concierte a su ciudadanía y, en
especial, en a la cultura, en particular en su tan necesaria vida teatral.
Fotografía de un teatro abandonado |
Los teatros sobreviven de las sobras. La
mayoría de las compañías de todo el territorio español, ya no quieren
incluir nuestra ciudad como un destino de sus giras. Los beneficios son
ínfimos, todo ayuda a su degradación pero si cabe, el 21 % de IVA impuesto por
el actual gobierno, lo remata. Pero vuelvo a la magia del teatro. A pesar de
todas las adversidades, los teatros valencianos tienen la suerte de tener soñadores
que aún creen que hacer espectáculos es algo imprescindible como el aire que
respiramos.
En el escenario se encontraban cuatro
experimentados actores. Querían dar lo mejor de ellos
mismos. No les importaba que el texto fuese vulgar. No les importaba que el
trabajo de dirección brillase por su ausencia. Ellos sólo pretendían actuar lo
mejor posible. Suplieron todas las carencias con su profesionalidad y su buen
hacer. Lo consiguieron hasta el punto de que supieron disimular la falta de
práctica de algunos de los espectadores quienes desconocían que no se debe interrumpir el trabajo de los actores con
carraspeos o fogonazos de sus teléfonos móviles.
El espectáculo continuó y llegó a un falso
final que requirió la ayuda del fantasmal regidor para arrancar unos aplausos.
Los cuatro actores los esperaban, los cuatro actores los merecían. Su intento por superar a un texto ínfimo se había
conseguido por completo. Su profesionalidad merecía nuestro reconocimiento.
Salí de la sala con la sensación de que la
magia del teatro no se podía desvanecer en un intento. Debía darle otra
oportunidad.
Mañana iré a otro teatro que llenará su sala
de entusiastas por reivindicar la cultura, por reafirmar nuestra necesidad de conocer
y comprender el teatro como algo vital para nuestra sociedad, para nuestra
presente y futura historia.
Valencia, Teatro Talía, octubre de 2014.
Obra: Jugadores.
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