Esta tarde he visitado a mi vecina
sorda. Me ha abierto la puerta, tras llamarle a gritos durante unos
interminables minutos. Cuando, al fin me ha abierto la puerta, he tenido la
tentación de preguntarle si también estaba durmiendo, como siempre me dice,
pero no, no he caído en su trampa.
Cuando he entrado en su casa tenía la
televisión encendida. Creo que todo el vecindario podía escuchar los
improperios que se lanzaban contra la ‘presunta’ ministra de sanidad.
Cuánto me sorprendió, lo confieso. Y más al enterarme de qué canal de
televisión se trataba. Lo que hace el miedo. - Pensé-.
-¿Te has enterado de lo que ha
ocurrido con ese virus? – Me grita mi vecina. Asiento con la cabeza.
-Es de vergüenza que continúe la
ministra que tenemos. Ha demostrado tantas veces que es una inútil.
Creo que mi cara se lo expresaba todo
porque ella misma me contestó sin yo haberle formulado la pregunta.
-Sí, ya sé que hace unos meses era yo
la que la defendía porque decía que era una buena gestora, pero ahora no.
Comprendo que Rajoy quiera premiar su lealtad, pero de ministra de sanidad no
que esa no sabe nada de nada.
Sin poder salir de mi asombro le
contesto:
-Tiene toda la razón ¿cómo pueden dar
el control de la sanidad pública a una persona que no sabe distinguir un 600 o
de un Jaguar?
Cuando digo esto la actitud de mi
vecina cambia como si mis palabras hubiesen tocado un resorte imperceptible
para mí.
-No te confundas, nena. Esa mujer se
casó con un ladrón.
En ese instante es cuando comprendo
que me he vuelto a meter en un jardín con ella. Imposible, ya estoy de lleno en
el tema. No puedo dejar de debatir con ella.
Le digo que no nos valen esas excusas
de que ella no sabía, de que no se enteraba. Su silencio y consentimiento forma
parte de la rapiña que han demostrado muchos, políticos.
Era un espejismo su crítica hacia la
ministra. Me equivoco al pensar que ha cambiado la actitud de mi vecina. Sin
casi concesión a mis palabras, cambia de tema y recuerda que hay otro tipo de
ladrones como ese tal pequeño Nicolás.
No hay nada como cambiar de tema para
despistar la realidad. 'A otra cosa, mariposa'.
Le digo que a veces se usa una
excusa para distraer la verdadera atención. Se fijan en un pequeño aprendiz de
ladronzuelo, para desviar la atención de la gran cantidad de profesionales que
tiene este país. Milagrosamente me escucha. Le sigo diciendo que si el pequeño
Nicolás no ha robado más ha sido por su falta de experiencia, que otros llevan
muchos años de práctica en consejos de administración, asesorías de bancos,
etc.
Se toma unos segundos y me lanza una
de sus sabias sentencias:
- Ese muchachito ha querido escalar
demasiado rápido. No era su momento. Debía de esperar, como todos hemos hecho.
Cada uno tenemos nuestro turno.
Cuando salí de su casa comprendí que
había aprendido una nueva lección a través de sus palabras: la rapiña, según mi
vecina, no es un defecto, es una virtud que se logra y perfecciona con la edad.
La usura y la sordidez política que nos toca vivir hoy en día, sólo son
admisibles para unos pocos que ya han perfeccionado la técnica. Según mi vecina
sorda, el que quiera formar parte de ese clan, deberá esperar su momento
oportuno.
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