lunes, 1 de abril de 2024

BORIS


Nació cuando los campos se cubrían de un verde intenso. El trigo, el principal sustento de los habitantes del pequeño pueblo, brillaba bajo la primera luna menguante primaveral. En la casa se palpaba la alegría del nuevo nacimiento porque, además, se trataba de un niño. El padre no podía ocultar la alegría que sentía tras la llegada de este niño. Un varón que seguro que perpetuaría su descendencia y sería su relevo. Era la nueva generación. Muchos fueron los planes que hizo el cabeza de familia, sin embargo, pronto los hubo de descartar. A los pocos días, el niño comenzó a llorar. Algo le ocurría y no había forma de averiguarlo. Día y noche lloraba sin descanso. Pronto se extendió el rumor de que aquello que le sucedía al niño se debía a una antigua maldición que pesaba sobre la familia. Poco a poco el rumor se convirtió en una afirmación hasta el punto de llegar a oídos de la madre del pequeño Boris. La madre, angustiada, llevó al niño a la anciana de la aldea. Se decía de ella que poseía un don que le permitía curar cualquier enfermedad. La anciana vivía en una casa modesta y apartada de las demás. La madre de Boris le mostró al niño a aquella mujer que decían que era sabia, pero ésta, al ver el rostro, de tonos violáceos del niño por el constante sollozo, hizo un gesto de desprecio y se negó a continuar viéndolo.
-Este niño nunca crecerá y os traerá la desgracia a vuestro hogar. -profetizó. -Llévatelo de mi casa y harás bien en apartarlo de tu vida.
El dolor que sintió la madre fue indescriptible. Cómo podía apartar a su hijo así, indefenso, sin dejar de llorar. Los días pasaban y los lloros del pequeño Boris no cesaban. Nadie conseguía dormir en aquella pequeña casa.
-Mujer. No podemos continuar así. -dijo el cabeza de familia-Hay que tomar una determinación. O él o nosotros.
La madre, con toda la tristeza del mundo, tomó una decisión. No quería apartar a su hijo de sí, pero tampoco podía perder a su familia. Tomó al niño en brazos y salió al camino. En el cruce de los cuatro caminos se encontró con un pastor que llevaba un pequeño rebaño de ovejas y cabras. Se acercó a él y le tendió el niño.
-Cuida de él. Cuando esté en condiciones haz que regrese a mí.
Nadie volvió a hablar del pequeño Boris. Era como si nunca hubiese existido hasta que, un día, en el cruce de los cuatro caminos se vio la figura de un joven. Sin pronunciar su nombre todos sabían que era Boris que regresaba a casa.


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